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Columnista - 12 abril, 2020

¡Vergüenza!

Entiendo que mi fuerte es el área de la salud. Tengo claro que en áreas como la política no tengo la solvencia como el pez en el agua. Sin embargo, considero que la indignación como ciudadano me ha llevado a pronunciarme y escribir esta columna. Del mismo modo, me promueve a incitar al resto de […]

Entiendo que mi fuerte es el área de la salud. Tengo claro que en áreas como la política no tengo la solvencia como el pez en el agua. Sin embargo, considero que la indignación como ciudadano me ha llevado a pronunciarme y escribir esta columna. Del mismo modo, me promueve a incitar al resto de columnistas y a la comunidad entera a levantar una voz de protesta. Considero importante que nadie ahorre palabras ni recursos al momento de abordar este tema.

El papel fundamental del político se asentaba en ser la voz del pueblo. Su labor primordial era llevar a los oídos de los altos rango, los achaques de su gente. En busca de una mejoría en cuestiones como la salud, economía, vivienda y  educación. El político era la representación en carne y hueso de su comunidad. Era la voz reprimida de la prole.  Ahora,  es más que claro que el agua y es ampliamente entendido, que estos personajes han pasado de buscar el bienestar del pueblo a ensanchar sus arcas como prioridad, o en lo posible, sacar una buena partida de cualquier ayuda destinada para el pueblo.

Siendo personas de principios, tanto mis padres como en el oficio que escogí me inculcaron la premisa de hacer el bien en todo momento, o en lo posible, evitar hacer el mal. Teniendo eso como ideal, se me hace imposible guardar silencio ante tanta desfachatez y atropello con la que actúan ciertos representantes de la comunidad. Siendo mayor el atropello que personas designadas para llevar el bienestar a las poblaciones que lo ameritan.

En este caso, me refiero específicamente a toda aquella persona que se encuentra sacando partido de los mercados subsidiarios, destinados a las personas en necesidad y en calidad de vulnerabilidad. No puede ser posible que mientras haya familias y barrios enteros pasando hambre, existan personas inescrupulosas embolsándose más de la mitad de los recursos destinados para estas personas. No puede ser que entre nosotros caminen y se pavoneen estos seres tan bajos, rapaces, rastreros, capaces de robar, literalmente, el pan de la boca de las personas hambrientas.

Me “despacho” hablando de este tipo de seres porque uno como persona y como ciudadano no puede permanecer silente frente a este tipo de iniquidades. En esta época de necesidad se requiere que los elegidos estén acompañando a su pueblo en todo momento. Se necesita que esa persona en algún lugar marginal donde fueron a hacer campaña, se encuentre amparada y protegida.

Es inadmisible que los elegidos se encuentren atrincherados en sus casas contando fajos de billetes sin mover un solo dedo y guardando silencio. Peor aún, orquestando operaciones a costa de los más necesitados. Necesitamos y debemos exigir respeto como comunidad. Necesitamos que las poderosas casas políticas del Cesar, los grandes comerciantes y los estratos más altos, se manifiesten y arropen a toda aquella persona que se encuentre en necesidad. Es momento de dar, compartir, ayudar y auxiliar sin buscar retribución. Exigimos que el peso de la ley colombiana caiga sobre todo aquel que se aproveche del necesitado. Y si la ley Colombiana no puede con ellos, la ley divina no tendrá piedad.

Columnista
12 abril, 2020

¡Vergüenza!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Ivan Castro Lopez

Entiendo que mi fuerte es el área de la salud. Tengo claro que en áreas como la política no tengo la solvencia como el pez en el agua. Sin embargo, considero que la indignación como ciudadano me ha llevado a pronunciarme y escribir esta columna. Del mismo modo, me promueve a incitar al resto de […]


Entiendo que mi fuerte es el área de la salud. Tengo claro que en áreas como la política no tengo la solvencia como el pez en el agua. Sin embargo, considero que la indignación como ciudadano me ha llevado a pronunciarme y escribir esta columna. Del mismo modo, me promueve a incitar al resto de columnistas y a la comunidad entera a levantar una voz de protesta. Considero importante que nadie ahorre palabras ni recursos al momento de abordar este tema.

El papel fundamental del político se asentaba en ser la voz del pueblo. Su labor primordial era llevar a los oídos de los altos rango, los achaques de su gente. En busca de una mejoría en cuestiones como la salud, economía, vivienda y  educación. El político era la representación en carne y hueso de su comunidad. Era la voz reprimida de la prole.  Ahora,  es más que claro que el agua y es ampliamente entendido, que estos personajes han pasado de buscar el bienestar del pueblo a ensanchar sus arcas como prioridad, o en lo posible, sacar una buena partida de cualquier ayuda destinada para el pueblo.

Siendo personas de principios, tanto mis padres como en el oficio que escogí me inculcaron la premisa de hacer el bien en todo momento, o en lo posible, evitar hacer el mal. Teniendo eso como ideal, se me hace imposible guardar silencio ante tanta desfachatez y atropello con la que actúan ciertos representantes de la comunidad. Siendo mayor el atropello que personas designadas para llevar el bienestar a las poblaciones que lo ameritan.

En este caso, me refiero específicamente a toda aquella persona que se encuentra sacando partido de los mercados subsidiarios, destinados a las personas en necesidad y en calidad de vulnerabilidad. No puede ser posible que mientras haya familias y barrios enteros pasando hambre, existan personas inescrupulosas embolsándose más de la mitad de los recursos destinados para estas personas. No puede ser que entre nosotros caminen y se pavoneen estos seres tan bajos, rapaces, rastreros, capaces de robar, literalmente, el pan de la boca de las personas hambrientas.

Me “despacho” hablando de este tipo de seres porque uno como persona y como ciudadano no puede permanecer silente frente a este tipo de iniquidades. En esta época de necesidad se requiere que los elegidos estén acompañando a su pueblo en todo momento. Se necesita que esa persona en algún lugar marginal donde fueron a hacer campaña, se encuentre amparada y protegida.

Es inadmisible que los elegidos se encuentren atrincherados en sus casas contando fajos de billetes sin mover un solo dedo y guardando silencio. Peor aún, orquestando operaciones a costa de los más necesitados. Necesitamos y debemos exigir respeto como comunidad. Necesitamos que las poderosas casas políticas del Cesar, los grandes comerciantes y los estratos más altos, se manifiesten y arropen a toda aquella persona que se encuentre en necesidad. Es momento de dar, compartir, ayudar y auxiliar sin buscar retribución. Exigimos que el peso de la ley colombiana caiga sobre todo aquel que se aproveche del necesitado. Y si la ley Colombiana no puede con ellos, la ley divina no tendrá piedad.