Las sociedades se están identificando en su entrada a la modernidadpor una enorme preocupación en el manejo ambiental. Cada día las ciudades establecen como prioridad el respeto a sus árboles, parques, humedales, ríos, fauna y flora en general.
Por Óscar Ariza Daza
Las sociedades se están identificando en su entrada a la modernidadpor una enorme preocupación en el manejo ambiental. Cada día las ciudades establecen como prioridad el respeto a sus árboles, parques, humedales, ríos, fauna y flora en general.
Cuando observé por primera vez el logo símbolo de la administración municipal de Fredys Socarrás, un árbol de cañaguate, llegué a imaginar que esta administración establecería un culto rotundo a los árboles y al agua, como muestra de la verdadera transformación que debe tener esta ciudad; creí que se propondría una cultura del árbol, pero pareciera que el arbolito amarillo tuviera como función el anunciar la indiferencia ante la masacre ambiental que viene sucediendo en Valledupar, ante la mirada miope de Corpocesar y de una alcaldía que parece no importarle la vida de los árboles, que fueron destrozados en el parque de los cortijos, bajo el pretexto de mejorar la seguridad; medida que por supuesto no funciona, pues no son los arbolitos los que atracan, ni consumen vicios, tampoco los culpables de este caos en el que vive la ciudad.
Casi se termina la construcción de un enorme centro comercial, muy moderno por cierto, levantado sobre otra masacre de algarrobillos que necesitaron de muchas décadas para llegar hasta el tamaño que ostentaban, antes de ser destruidos, para que en lugar de ellos, el concreto y el vidrio pasara a adornar la zona.Sin embargo, nadie dijo nada en su momento y ahora, casi nadie se acuerda de que allí existieron estos gigantes verdes.
Lo más vergonzoso de toda la indiferencia ambiental es la situación del río Cesar, convertido en una cloaca a la altura del puente salguero, por culpa del vertimiento de aguas residuales de la ciudad de Valledupar.
Es Emdupar, empresa del municipio,la que contamina y mata sin pudor ni dolor alguno, nuestro insigne río que sustenta la vida de muchos animales, plantas y seres humanos que viven de la pesca.
Si la misma administración municipal hace daño a nuestro ambiente, con qué moral podrá exigir el respeto y la conservación de árboles y espacios verdes en la ciudad?
Uno creía que el loguito del cañaguate, perdonen la insistencia, era sinónimo de respeto por el medio ambiente, pero cuando pasamos por el frente del parque de los cortijos, por el puente salguero, o por la avenida 44 donde muchos algarrobillos fueron destruidos y otros aún sufren el maltrato de sus raíces como consecuencia de la construcción de la avenida, cuando uno pasa por el gran centro comercial y echa de menos a los grandes algarrobillos, entonces cae en la cuenta del engaño en el que nos encontramos y en el profundo desprecio que siente está administración municipal por sus árboles y ríos.
Las sociedades se están identificando en su entrada a la modernidadpor una enorme preocupación en el manejo ambiental. Cada día las ciudades establecen como prioridad el respeto a sus árboles, parques, humedales, ríos, fauna y flora en general.
Por Óscar Ariza Daza
Las sociedades se están identificando en su entrada a la modernidadpor una enorme preocupación en el manejo ambiental. Cada día las ciudades establecen como prioridad el respeto a sus árboles, parques, humedales, ríos, fauna y flora en general.
Cuando observé por primera vez el logo símbolo de la administración municipal de Fredys Socarrás, un árbol de cañaguate, llegué a imaginar que esta administración establecería un culto rotundo a los árboles y al agua, como muestra de la verdadera transformación que debe tener esta ciudad; creí que se propondría una cultura del árbol, pero pareciera que el arbolito amarillo tuviera como función el anunciar la indiferencia ante la masacre ambiental que viene sucediendo en Valledupar, ante la mirada miope de Corpocesar y de una alcaldía que parece no importarle la vida de los árboles, que fueron destrozados en el parque de los cortijos, bajo el pretexto de mejorar la seguridad; medida que por supuesto no funciona, pues no son los arbolitos los que atracan, ni consumen vicios, tampoco los culpables de este caos en el que vive la ciudad.
Casi se termina la construcción de un enorme centro comercial, muy moderno por cierto, levantado sobre otra masacre de algarrobillos que necesitaron de muchas décadas para llegar hasta el tamaño que ostentaban, antes de ser destruidos, para que en lugar de ellos, el concreto y el vidrio pasara a adornar la zona.Sin embargo, nadie dijo nada en su momento y ahora, casi nadie se acuerda de que allí existieron estos gigantes verdes.
Lo más vergonzoso de toda la indiferencia ambiental es la situación del río Cesar, convertido en una cloaca a la altura del puente salguero, por culpa del vertimiento de aguas residuales de la ciudad de Valledupar.
Es Emdupar, empresa del municipio,la que contamina y mata sin pudor ni dolor alguno, nuestro insigne río que sustenta la vida de muchos animales, plantas y seres humanos que viven de la pesca.
Si la misma administración municipal hace daño a nuestro ambiente, con qué moral podrá exigir el respeto y la conservación de árboles y espacios verdes en la ciudad?
Uno creía que el loguito del cañaguate, perdonen la insistencia, era sinónimo de respeto por el medio ambiente, pero cuando pasamos por el frente del parque de los cortijos, por el puente salguero, o por la avenida 44 donde muchos algarrobillos fueron destruidos y otros aún sufren el maltrato de sus raíces como consecuencia de la construcción de la avenida, cuando uno pasa por el gran centro comercial y echa de menos a los grandes algarrobillos, entonces cae en la cuenta del engaño en el que nos encontramos y en el profundo desprecio que siente está administración municipal por sus árboles y ríos.