Después de más de siete meses de confinamiento, donde los más juiciosos habían salido pocas veces para abastecerse debido a las restricciones por el coronavirus, anunciado el ‘todos a la calle’, decidimos con el tío José Urbano y su amigo Yiyo, darle una vuelta al Valle y a sus alrededores, para respirar un poco de […]
Después de más de siete meses de confinamiento, donde los más juiciosos habían salido pocas veces para abastecerse debido a las restricciones por el coronavirus, anunciado el ‘todos a la calle’, decidimos con el tío José Urbano y su amigo Yiyo, darle una vuelta al Valle y a sus alrededores, para respirar un poco de aire puro y recobrar el color de piel pues de tanto encerramiento estábamos más pálidos que Trump al perder la presidencia y así aprovechar la coyuntura certificada por científicos que confirman la recuperación del planeta, al estar aislados los responsables de su contaminación.
Salimos bien temprano para iniciar el recorrido y el tío José Urbano, tacaño por naturaleza, nos hizo prestarle plata, gastarle desayuno y comprarle merienda, a lo que comentaba: “Yo les gasto cuando las aguas del río Cesar sean puras y cristalinas”. Precisamente al llegar al principal afluente hídrico que posee el departamento, justo por el puente El Salguero, empezamos a evidenciar la muerte lenta del río, el olor nauseabundo originado por la laguna de oxidación que está situada a pocos metros, ya nos empezaba a ilustrar el triste panorama… “Por el olorcito parece que estuviéramos en el Congreso”, decía el amigo Yiyo.
Con tristeza veíamos la descarga de vertidos residuales al río, pensando que además de toda la porquería emanada por ductos pareciera que también brotaban las altamente tóxicas promesas politiqueras de descontaminación, la desidia estatal y las acciones de las inermes autoridades ambientales, tan poco admiradas como la coloración verdosa del afluente hídrico y tan poco confiable como la espuma blanca que corre por sus aguas.
Luego de escuchar penosas historias y de observar la deforestación, la poca presencia de fauna y la extracción de material de arrastre entre otros problemas que no quiero acordarme, decidimos dirigirnos al río Guatapurí para cambiar de ambiente y al llegar nos encontramos con Juan Carlos, un vigilante de este encantador río, quien nos mostraba con molestia las pilas de basuras y los múltiples desvíos que desde una vista aérea hacen parecer al Guatapurí como un ciempiés.
Para colmo de males, antes de regresar al centro de la ciudad, en un operativo policial era detenido un camión con un cargamento de animales en vía de extinción, algunos listos para la paila, lo que nos confirmaba aún más que en materia ambiental estamos en la olla. Y Así, mientras que también por un incendio provocado ardía la Sierra Nevada, recorríamos las calles de Valledupar observando el desperdicio de agua potable y los andenes y lotes enmontados llenos de basura… parece que no hay campañas de sensibilización que valgan.
Lamentable desde todo punto de vista el deterioro de nuestro medio ambiente, aunque los que también están mal, son los responsables de su destrucción. Bueno estamos bien mal, pero lucimos asintomáticos a todo lo que lo perjudica: a su contaminación, a la falta de cultura ciudadana y a la ausencia de valores en nuestra sociedad. Y a lo mejor vendrán nuevos pañitos de agua tibia para tratar de recuperar nuestros recursos naturales, pero al final solo calentarán el bolsillo de algunos. ¡Qué triste!
Les vuelvo a echar un cuento corto: “El tío José Urbano dice que también gastará cuando las autoridades ambientales trabajen de verdad por nuestro ecosistema”.
Después de más de siete meses de confinamiento, donde los más juiciosos habían salido pocas veces para abastecerse debido a las restricciones por el coronavirus, anunciado el ‘todos a la calle’, decidimos con el tío José Urbano y su amigo Yiyo, darle una vuelta al Valle y a sus alrededores, para respirar un poco de […]
Después de más de siete meses de confinamiento, donde los más juiciosos habían salido pocas veces para abastecerse debido a las restricciones por el coronavirus, anunciado el ‘todos a la calle’, decidimos con el tío José Urbano y su amigo Yiyo, darle una vuelta al Valle y a sus alrededores, para respirar un poco de aire puro y recobrar el color de piel pues de tanto encerramiento estábamos más pálidos que Trump al perder la presidencia y así aprovechar la coyuntura certificada por científicos que confirman la recuperación del planeta, al estar aislados los responsables de su contaminación.
Salimos bien temprano para iniciar el recorrido y el tío José Urbano, tacaño por naturaleza, nos hizo prestarle plata, gastarle desayuno y comprarle merienda, a lo que comentaba: “Yo les gasto cuando las aguas del río Cesar sean puras y cristalinas”. Precisamente al llegar al principal afluente hídrico que posee el departamento, justo por el puente El Salguero, empezamos a evidenciar la muerte lenta del río, el olor nauseabundo originado por la laguna de oxidación que está situada a pocos metros, ya nos empezaba a ilustrar el triste panorama… “Por el olorcito parece que estuviéramos en el Congreso”, decía el amigo Yiyo.
Con tristeza veíamos la descarga de vertidos residuales al río, pensando que además de toda la porquería emanada por ductos pareciera que también brotaban las altamente tóxicas promesas politiqueras de descontaminación, la desidia estatal y las acciones de las inermes autoridades ambientales, tan poco admiradas como la coloración verdosa del afluente hídrico y tan poco confiable como la espuma blanca que corre por sus aguas.
Luego de escuchar penosas historias y de observar la deforestación, la poca presencia de fauna y la extracción de material de arrastre entre otros problemas que no quiero acordarme, decidimos dirigirnos al río Guatapurí para cambiar de ambiente y al llegar nos encontramos con Juan Carlos, un vigilante de este encantador río, quien nos mostraba con molestia las pilas de basuras y los múltiples desvíos que desde una vista aérea hacen parecer al Guatapurí como un ciempiés.
Para colmo de males, antes de regresar al centro de la ciudad, en un operativo policial era detenido un camión con un cargamento de animales en vía de extinción, algunos listos para la paila, lo que nos confirmaba aún más que en materia ambiental estamos en la olla. Y Así, mientras que también por un incendio provocado ardía la Sierra Nevada, recorríamos las calles de Valledupar observando el desperdicio de agua potable y los andenes y lotes enmontados llenos de basura… parece que no hay campañas de sensibilización que valgan.
Lamentable desde todo punto de vista el deterioro de nuestro medio ambiente, aunque los que también están mal, son los responsables de su destrucción. Bueno estamos bien mal, pero lucimos asintomáticos a todo lo que lo perjudica: a su contaminación, a la falta de cultura ciudadana y a la ausencia de valores en nuestra sociedad. Y a lo mejor vendrán nuevos pañitos de agua tibia para tratar de recuperar nuestros recursos naturales, pero al final solo calentarán el bolsillo de algunos. ¡Qué triste!
Les vuelvo a echar un cuento corto: “El tío José Urbano dice que también gastará cuando las autoridades ambientales trabajen de verdad por nuestro ecosistema”.