Por: Raúl Bermúdez Márquez Un país con una hiperinflación galopante –el gobierno reconoce un 53% pero en la realidad supera el 80%-, con un desabastecimiento atroz de productos de primera necesidad, donde conseguir una libra de arroz o de harina de maíz, un jabón de baño, un litro de leche o una botella de aceite […]
Por: Raúl Bermúdez Márquez
Un país con una hiperinflación galopante –el gobierno reconoce un 53% pero en la realidad supera el 80%-, con un desabastecimiento atroz de productos de primera necesidad, donde conseguir una libra de arroz o de harina de maíz, un jabón de baño, un litro de leche o una botella de aceite de cocina se vuelve un estresante ejercicio de paciencia, tenacidad y hasta de suerte, indefectiblemente transitaba hacia lo que las cadenas televisivas hoy revelan: un estallido popular que clama por una inmediata rectificación de las políticas económicas que han producido semejante resultado. La clave del asunto estuvo en que se quiso imponer un modelo de desarrollo económico calcado del cubano.
Por más que se acuñara el término de “socialismo bolivariano”, lo que a la larga se llevó a la práctica fueron las medidas impuestas en la Cuba de los años sesenta. Estatización de todos los servicios, expropiación sin indemnización de empresas, aislamiento de la mayor parte de la comunidad internacional, asistencialismo en exceso a la población, monopolio unipartidista y como si fuera poco, Chávez en Venezuela representó lo mismo que Fidel para el pueblo cubano, un ícono casi que sobrenatural con la diferencia que aquel después de más de nueve décadas de existencia sigue vivo y éste desafortunadamente partió de manera prematura, lo cual impidió un relevo tranquilo en la dirección como ocurrió en Cuba con Raúl Castro.
Maduro no estaba maduro para asumir las riendas del poder en Venezuela. Con una desventaja adicional: no provenía del seno de las fuerzas armadas lo cual le granjeó cierto grado de desconfianza en sectores influyentes de ese cuerpo militar. Para tratar de salvar ese escollo le ha tocado hacerse el de la vista gorda con enraizadas prácticas de corrupción en el estamento militar que tienen que ver con el desabastecimiento alimentario y que son evidentes: mientras en Maicao, población fronteriza colombiana, se consigue en grandes cantidades arroz, aceite, harina de maíz, leche en polvo, productos enlatados y otros de la dieta alimentaria básica, al interior de ese país la gente agoniza para hacerse a ellos.
Lo absurdo del caso es que todos esos productos pasan por las incontables alcabalas que los diferentes organismos de control tienen desde Maracaibo hasta Paraguachón. En otro error craso, Maduro acude hoy al mismo expediente de presidentes anteriores: exacerbar los ánimos anticolombianistas en ese país para tratar de lanzar cortinas de humo a las causas verdaderas de la crisis interna. Busca fantasmas donde no los hay, por ejemplo en unas declaraciones normales del presidente Santos invitando a un diálogo entre el gobierno y la oposición de ese país. Así como a los venezolanos les ha dolido y afectado el largo conflicto interno colombiano, a los colombianos también nos duelen y afectanlos problemas venezolanos. Al fin y al cabopor eso somos dos países hermanos.
Por: Raúl Bermúdez Márquez Un país con una hiperinflación galopante –el gobierno reconoce un 53% pero en la realidad supera el 80%-, con un desabastecimiento atroz de productos de primera necesidad, donde conseguir una libra de arroz o de harina de maíz, un jabón de baño, un litro de leche o una botella de aceite […]
Por: Raúl Bermúdez Márquez
Un país con una hiperinflación galopante –el gobierno reconoce un 53% pero en la realidad supera el 80%-, con un desabastecimiento atroz de productos de primera necesidad, donde conseguir una libra de arroz o de harina de maíz, un jabón de baño, un litro de leche o una botella de aceite de cocina se vuelve un estresante ejercicio de paciencia, tenacidad y hasta de suerte, indefectiblemente transitaba hacia lo que las cadenas televisivas hoy revelan: un estallido popular que clama por una inmediata rectificación de las políticas económicas que han producido semejante resultado. La clave del asunto estuvo en que se quiso imponer un modelo de desarrollo económico calcado del cubano.
Por más que se acuñara el término de “socialismo bolivariano”, lo que a la larga se llevó a la práctica fueron las medidas impuestas en la Cuba de los años sesenta. Estatización de todos los servicios, expropiación sin indemnización de empresas, aislamiento de la mayor parte de la comunidad internacional, asistencialismo en exceso a la población, monopolio unipartidista y como si fuera poco, Chávez en Venezuela representó lo mismo que Fidel para el pueblo cubano, un ícono casi que sobrenatural con la diferencia que aquel después de más de nueve décadas de existencia sigue vivo y éste desafortunadamente partió de manera prematura, lo cual impidió un relevo tranquilo en la dirección como ocurrió en Cuba con Raúl Castro.
Maduro no estaba maduro para asumir las riendas del poder en Venezuela. Con una desventaja adicional: no provenía del seno de las fuerzas armadas lo cual le granjeó cierto grado de desconfianza en sectores influyentes de ese cuerpo militar. Para tratar de salvar ese escollo le ha tocado hacerse el de la vista gorda con enraizadas prácticas de corrupción en el estamento militar que tienen que ver con el desabastecimiento alimentario y que son evidentes: mientras en Maicao, población fronteriza colombiana, se consigue en grandes cantidades arroz, aceite, harina de maíz, leche en polvo, productos enlatados y otros de la dieta alimentaria básica, al interior de ese país la gente agoniza para hacerse a ellos.
Lo absurdo del caso es que todos esos productos pasan por las incontables alcabalas que los diferentes organismos de control tienen desde Maracaibo hasta Paraguachón. En otro error craso, Maduro acude hoy al mismo expediente de presidentes anteriores: exacerbar los ánimos anticolombianistas en ese país para tratar de lanzar cortinas de humo a las causas verdaderas de la crisis interna. Busca fantasmas donde no los hay, por ejemplo en unas declaraciones normales del presidente Santos invitando a un diálogo entre el gobierno y la oposición de ese país. Así como a los venezolanos les ha dolido y afectado el largo conflicto interno colombiano, a los colombianos también nos duelen y afectanlos problemas venezolanos. Al fin y al cabopor eso somos dos países hermanos.