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Columnista - 26 febrero, 2019

Venezuela sin hambre, Colombia también

En los corrillos de mundo se habla del hambre en Venezuela, de su crisis económica y de la soledad de su gente en migraciones eternas, caminatas de familias enteras buscando oportunidades de vida en otros países. Mientras eso sucede, hay expresiones de solidaridad de artistas y ayuda humanitaria de Estados Unidos, desde luego rechazada por […]

En los corrillos de mundo se habla del hambre en Venezuela, de su crisis económica y de la soledad de su gente en migraciones eternas, caminatas de familias enteras buscando oportunidades de vida en otros países. Mientras eso sucede, hay expresiones de solidaridad de artistas y ayuda humanitaria de Estados Unidos, desde luego rechazada por el señor Maduro, quien no la dejó ingresar a su país. Diógenes Pino, amigo literato y poeta, me puso a pensar sobre el tema de la solidaridad nacional, “Él no es Venezuela” y desde su óptica yo tampoco soy Venezuela. El análisis se fundamenta en varias premisas. Primero: “Somos venezolanos” pero se nos olvida ser colombianos, esto obedece al afán de pretender solucionar la vida ajena y la nuestra vuelta un caos.

Nuestra democracia ha estado marcada por oscuros lunares y el peso de tener en contra una guerrilla de más de cincuenta años y desmovilizada bajo el sofisma de una paz cuestionada por el actual gobierno. Segundo, nos asiste la angustia del hambre en Venezuela y la cantidad de cartones poblando los semáforos y detrás de esos cartones caras lánguidas que esconden la penuria de no tener qué comer y qué beber. Venezuela sin hambre, pero Colombia también. Hay miseria en el Chocó, los niños se nos mueren en La Guajira, en San Andrés, en los Llanos; en cada punto cardinal de esta Colombia subdesarrollada y con problemas hasta el alma. Los muertos se cuentan por miles; por hambre y por la inseguridad. Tercero,

“La plata llama plata” los proyectos y oportunidades no se orientan a los que necesitan; son exclusivas para la elite, apoyados por quienes manejan el estamento administrativo, los de apellidos que ayudan a los de apellido.

Sin embargo, hay familias en acción, apoyo económico para desmovilizados, para desplazados; para la tercera edad y para jóvenes; esto no es la panacea a los problemas sociales de Colombia.

Y además, hay una mirada cómplice de los políticos que patrocinan la corrupción y que desde luego se dedican a patrocinar hechos que les permitan reelegirse “In Saecula Saeculorum”, atornillarse en el poder por siempre. Eso pretenden y si no, revisen nombres de los actuales presuntos candidatos. ¿Algo diferente con el señor usurpador Maduro? Cuarto, es entendible que nos preocupemos por los vecinos, pero ellos deben tener capacidad para sacar adelante sus problemas; Quinto, necesitamos un presidente, uno, no dos que quieran administrar el país de al lado; con condiciones de liderazgo efectivo, que beneficie al pueblo. Un congreso honesto y transparente que responda a quienes lo eligieron. Sexto, No hacer de la corrupción una bandera a la impunidad y al descalabro. Si somos Venezuela, no olvidemos: en Colombia el hambre nos asiste internamente. Sólo Eso.

Columnista
26 febrero, 2019

Venezuela sin hambre, Colombia también

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

En los corrillos de mundo se habla del hambre en Venezuela, de su crisis económica y de la soledad de su gente en migraciones eternas, caminatas de familias enteras buscando oportunidades de vida en otros países. Mientras eso sucede, hay expresiones de solidaridad de artistas y ayuda humanitaria de Estados Unidos, desde luego rechazada por […]


En los corrillos de mundo se habla del hambre en Venezuela, de su crisis económica y de la soledad de su gente en migraciones eternas, caminatas de familias enteras buscando oportunidades de vida en otros países. Mientras eso sucede, hay expresiones de solidaridad de artistas y ayuda humanitaria de Estados Unidos, desde luego rechazada por el señor Maduro, quien no la dejó ingresar a su país. Diógenes Pino, amigo literato y poeta, me puso a pensar sobre el tema de la solidaridad nacional, “Él no es Venezuela” y desde su óptica yo tampoco soy Venezuela. El análisis se fundamenta en varias premisas. Primero: “Somos venezolanos” pero se nos olvida ser colombianos, esto obedece al afán de pretender solucionar la vida ajena y la nuestra vuelta un caos.

Nuestra democracia ha estado marcada por oscuros lunares y el peso de tener en contra una guerrilla de más de cincuenta años y desmovilizada bajo el sofisma de una paz cuestionada por el actual gobierno. Segundo, nos asiste la angustia del hambre en Venezuela y la cantidad de cartones poblando los semáforos y detrás de esos cartones caras lánguidas que esconden la penuria de no tener qué comer y qué beber. Venezuela sin hambre, pero Colombia también. Hay miseria en el Chocó, los niños se nos mueren en La Guajira, en San Andrés, en los Llanos; en cada punto cardinal de esta Colombia subdesarrollada y con problemas hasta el alma. Los muertos se cuentan por miles; por hambre y por la inseguridad. Tercero,

“La plata llama plata” los proyectos y oportunidades no se orientan a los que necesitan; son exclusivas para la elite, apoyados por quienes manejan el estamento administrativo, los de apellidos que ayudan a los de apellido.

Sin embargo, hay familias en acción, apoyo económico para desmovilizados, para desplazados; para la tercera edad y para jóvenes; esto no es la panacea a los problemas sociales de Colombia.

Y además, hay una mirada cómplice de los políticos que patrocinan la corrupción y que desde luego se dedican a patrocinar hechos que les permitan reelegirse “In Saecula Saeculorum”, atornillarse en el poder por siempre. Eso pretenden y si no, revisen nombres de los actuales presuntos candidatos. ¿Algo diferente con el señor usurpador Maduro? Cuarto, es entendible que nos preocupemos por los vecinos, pero ellos deben tener capacidad para sacar adelante sus problemas; Quinto, necesitamos un presidente, uno, no dos que quieran administrar el país de al lado; con condiciones de liderazgo efectivo, que beneficie al pueblo. Un congreso honesto y transparente que responda a quienes lo eligieron. Sexto, No hacer de la corrupción una bandera a la impunidad y al descalabro. Si somos Venezuela, no olvidemos: en Colombia el hambre nos asiste internamente. Sólo Eso.