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Columnista - 5 diciembre, 2023

Vallenatos por un rato

"El ídolo de hoy arrincona al héroe de ayer, y a la vez lo reemplaza por el héroe de mañana": Whasington Irving, reflexión que nos lleva a reafirmar que al artista lo hace el momento y que cada época es marcada por su generación musical, elucubraciones que han sido una constante en el devenir de la historia y el tiempo.

Boton Wpp

Por Miguel Aroca Yepes.

“El ídolo de hoy arrincona al héroe de ayer, y a la vez lo reemplaza por el héroe de mañana”: Whasington Irving, reflexión que nos lleva a reafirmar que al artista lo hace el momento y que cada época es marcada por su generación musical, elucubraciones que han sido una constante en el devenir de la historia y el tiempo.

Lo que no admite discusión es el formato de ‘vallenatos por un rato’, que a la vuelta de tres meses ya no se escuchan, son canciones pobres en originalidad, melodía y poesía, que distan de la expresión artística de la belleza por medio de la palabra, de ahí que los cántaros que más suenan son los que están vacíos.

Prima la chabacanería o lo meramente  comercial, lo que es efímero o flor de un día, como los lirios del campo, la flor desaparece y se pierde el aroma y su encanto en un abrir y cerrar de ojos, a diferencia de obras musicales  que perduran. Son las canciones más sonadas especialmente en estas calendas decembrinas, porque vibran los sentimientos y evocan los recuerdos, que al igual que una estrella, resplandecen fulgurantes en navidad, parafraseando a Oscar Wilde. Bienvenidas, entonces, esas obras antológicas  imborrables que inmortalizan a sus intérpretes y compositores. 

Vale la pena hacer un parangón entre el vallenato raizal y el el fútbol de magia que nos legó Brasil, la pentacampeona del mundo, con figuras como Pelé, Garrincha, el Lobo Zagallo, Didí, Vavá, Roberto Carlos y luminarias recientes como Ronaldo y Ronaldinho, o un Maradona y Messi con la Argentina, etc., tiempos muy diferentes al juego brusco y mal intencionado que hoy se exhibe en los estadios, que más parece  lucha libre que el deporte de las multitudes.

El secreto del gigante de Sudamérica para dominar el fútbol en el escenario mundial es que los jugadores brasileños practican la ginga, una cualidad física inherente a la juventud del Brasil que les permite dominar al balón, pasar y anotar como si el rival fuera inexistente, pero en el maracanazo, mundial de 1950 cuando perdió la Copa con Uruguay, se intentó suprimir lo que se catalogó como una práctica primitiva, un juego de arte y filigrana que le ha dado todos los réditos deportivos a Brasil, a cambio de imitar el estilo europeo de pelota al suelo, lo que hubiera significado la debacle para esta potencia del fútbol.

Imperdonable ignorar la capoeira, génesis de la ginga, un arte marcial dinámico y acrobático que incorpora elementos de danza y música, estrechamente relacionados en el contexto del arte marcial brasileño, combinación de acrobacia, baile y otras expresiones corporales  desarrolladas por descendientes de africanos que tomaron influencias de las culturas aborígenes locales. 

En 2014, la capoeira fue incluida en el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, experiencia que también vive el vallenato auténtico, el de la nota bonita y bien acompasada, legado por nuestros juglares: ‘Alejo’ Durán, ‘Colacho’ Mendoza, Calixto Ochoa, Luis Enrique Martínez y tantos por evocar, pero con la dicha de refrendar vivos a Náfer Durán y Alfredo Gutiérrez.

El ginga  es un deporte que mezcla danza y lucha a un ritmo que deja al espectador boquiabierto. La historia del arte es antigua, creada en la segunda mitad del siglo 16 por esclavos, que actúan como una autodefensa disimulada en el momento en que Brasil era una colonia de Portugal.

Columnista
5 diciembre, 2023

Vallenatos por un rato

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

"El ídolo de hoy arrincona al héroe de ayer, y a la vez lo reemplaza por el héroe de mañana": Whasington Irving, reflexión que nos lleva a reafirmar que al artista lo hace el momento y que cada época es marcada por su generación musical, elucubraciones que han sido una constante en el devenir de la historia y el tiempo.


Por Miguel Aroca Yepes.

“El ídolo de hoy arrincona al héroe de ayer, y a la vez lo reemplaza por el héroe de mañana”: Whasington Irving, reflexión que nos lleva a reafirmar que al artista lo hace el momento y que cada época es marcada por su generación musical, elucubraciones que han sido una constante en el devenir de la historia y el tiempo.

Lo que no admite discusión es el formato de ‘vallenatos por un rato’, que a la vuelta de tres meses ya no se escuchan, son canciones pobres en originalidad, melodía y poesía, que distan de la expresión artística de la belleza por medio de la palabra, de ahí que los cántaros que más suenan son los que están vacíos.

Prima la chabacanería o lo meramente  comercial, lo que es efímero o flor de un día, como los lirios del campo, la flor desaparece y se pierde el aroma y su encanto en un abrir y cerrar de ojos, a diferencia de obras musicales  que perduran. Son las canciones más sonadas especialmente en estas calendas decembrinas, porque vibran los sentimientos y evocan los recuerdos, que al igual que una estrella, resplandecen fulgurantes en navidad, parafraseando a Oscar Wilde. Bienvenidas, entonces, esas obras antológicas  imborrables que inmortalizan a sus intérpretes y compositores. 

Vale la pena hacer un parangón entre el vallenato raizal y el el fútbol de magia que nos legó Brasil, la pentacampeona del mundo, con figuras como Pelé, Garrincha, el Lobo Zagallo, Didí, Vavá, Roberto Carlos y luminarias recientes como Ronaldo y Ronaldinho, o un Maradona y Messi con la Argentina, etc., tiempos muy diferentes al juego brusco y mal intencionado que hoy se exhibe en los estadios, que más parece  lucha libre que el deporte de las multitudes.

El secreto del gigante de Sudamérica para dominar el fútbol en el escenario mundial es que los jugadores brasileños practican la ginga, una cualidad física inherente a la juventud del Brasil que les permite dominar al balón, pasar y anotar como si el rival fuera inexistente, pero en el maracanazo, mundial de 1950 cuando perdió la Copa con Uruguay, se intentó suprimir lo que se catalogó como una práctica primitiva, un juego de arte y filigrana que le ha dado todos los réditos deportivos a Brasil, a cambio de imitar el estilo europeo de pelota al suelo, lo que hubiera significado la debacle para esta potencia del fútbol.

Imperdonable ignorar la capoeira, génesis de la ginga, un arte marcial dinámico y acrobático que incorpora elementos de danza y música, estrechamente relacionados en el contexto del arte marcial brasileño, combinación de acrobacia, baile y otras expresiones corporales  desarrolladas por descendientes de africanos que tomaron influencias de las culturas aborígenes locales. 

En 2014, la capoeira fue incluida en el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, experiencia que también vive el vallenato auténtico, el de la nota bonita y bien acompasada, legado por nuestros juglares: ‘Alejo’ Durán, ‘Colacho’ Mendoza, Calixto Ochoa, Luis Enrique Martínez y tantos por evocar, pero con la dicha de refrendar vivos a Náfer Durán y Alfredo Gutiérrez.

El ginga  es un deporte que mezcla danza y lucha a un ritmo que deja al espectador boquiabierto. La historia del arte es antigua, creada en la segunda mitad del siglo 16 por esclavos, que actúan como una autodefensa disimulada en el momento en que Brasil era una colonia de Portugal.