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Columnista - 30 enero, 2024

Valledupar es un emporio comercial

Dicho y hecho. Partimos desde el tranquilo, seguramente por viejo, "el que tuvo", barrio Novalito, y andando por la carrera Cuarta,  nos internamos en aquellos espacios laterales, escudriñando las vivencias lugareñas y quehaceres de sus habitantes. 

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Rodrigo López Barros 

A finales de diciembre pasado, una tarde, en compañía de mi esposa y un baquiano,  en carro,  recorrimos literalmente la periferia de  la gran ciudad del norte de Colombia, como suelo designar a Valledupar,  desde cuando ya hace muchos años se presentaba a mis ojos y a mi entendimiento, como una urbe inconteniblemente en crecimiento  exponencial, en varios órdenes de la economía, siempre en una interrelación creciente entre su comercio  y la economía del extenso  territorio que la circunda y las poblaciones vecinas, lo que ha funcionando como un fuelle  económico, sin industrias en plural, pero, dueña de un comercio que, más otras razones, es el secreto de su desarrollo.

Dicho y hecho. Partimos desde el tranquilo, seguramente por viejo, “el que tuvo”, barrio Novalito, y andando por la carrera Cuarta,  nos internamos en aquellos espacios laterales, escudriñando las vivencias lugareñas y quehaceres de sus habitantes. 

Dejamos atrás el viejo barrio Cañaguate y enrumbamos hacia el Terminal.

A la derecha pasamos por los barrios El Carmen, Las Palmas, Villa del Rosario, Panamá.

A la izquierda, Pescaíto, Nueve de Marzo, Villa Castro, Los Mayales, Amaneceres del Valle, Los Milagros, Panamá, sector izquierdo, Fernando, Maregua, El Milenio, Tierra Prometida, La Primavera, Los Guayacanes, Villa Judith, Chiriquí, Las Torres de Lorenzo Morales, Las Torres de Hernando Marín, Torres de Leandro Díaz, Don Carmelo; aquí cruzamos hacia el  otro lado la carretera de acceso y salida de Valledupar, y a través de la avenida, bien llamada, Adalberto Ovalle Muñoz —detrás de esta en construcción el moderno anillo circular de la ciudad—, pasamos por los barrios Ciudadela los 450 Años, Villa Dariana, Villa Luz, Villa Taxi, Populandia, Tobías Daza, Rafael Escalona, Ciudadela Confacesar, Don Alberto, Brisas de la Popa, Divino Niño, La Nevada, Las Rocas, Villa Yanet, Nuevo Amanecer, Confacesar, Club House.

Los conjuntos del norte, Villa Ligia, María Camila Norte, Rosario Norte, Casa Blanca.

En todos aquellos barrios habíamos observado talleres de mecánica automotriz, mucho tráfico de automóviles, motos,  bicicletas, carruajes, etc., etc., tiendas de comestibles, almacenes de ropa, de repuestos de carro, de motos, de bicicletas, mercados públicos de abastos, carnicerías, restaurantes, bares, heladerías, zapaterías, sastrerías, cacharrerías, recicladoras. Farmacias, algunos dispensarios y colegios. Todos esos tipos de negocios los hay también en las principales calles del barrio La Nevada. 

Un verdadero hervidero de gentes y de cosas, todo junto y revuelto, que nos producía comentarios halagadores, por esa fuerza expresiva, vital, que nos conmovía, de sus residentes, y, a la vez que, elogiábamos los esfuerzos de acompañamiento de las obras públicas materiales, lamentábamos que no fueran más decisivas para lograr una mayor cobertura de las necesidades básicas, y más urbanismo, en aquellos barrios marginales. 

Todo lo anterior me insta a encarecer a las autoridades administrativas del municipio, a su competente alcalde, a los concejales, que se interesen más y mejor por la existencia de esos barrios y sus habitantes, quiénes también dependen de la buena voluntad política de los diputados a la Asamblea Departamental y de la gobernadora, quienes deben tener presente que la cara del departamento es su ciudad capital, la que debemos embellecer cada vez más. 

Hay que llenar de estética pública dichos barrios para que no desmerezcan de los mejor presentados. Apoyarlos con las calles y avenidas, terminando de pavimentarlas y arborizarlas, y con 

cuadrillas de obreros que constantemente estén lavándole la cara, que es lo primero que de uno se ve. Dignificado el cuerpo, el próximo paso es dignificar el alma. La enseñanza escolar es imprescindible.

Terminar el pavimento de las calles, que es un incentivo para que la gente plante uno o dos o tres árboles de sombra y arregle y pinte su casa. ¡Cuando las administraciones públicas hacen su parte las gentes hacen la suya! 

Al otro lado del rio, se perfila un Valledupar de  modernidad actualizada, se encuentran el seminario Juan Pablo II, El cementerio Ecce Homo, el club Campestre, el batallón Militar de Ingenieros, se están estableciendo urbanizaciones y casas de campo con espacios para recreación, construyéndose edificios para colegios, tal vez para universidades . Allí, la carretera Valledupar-San Juan del César, es un corredor  con servicios turísticos —que ya requiere doble calzada—, de magnífico futuro previsible. 

Finalmente, retornamos a través de avenidas modernas, pasando por el parque La Provincia, ahora ampliado, al lado del río Guatapurí. Es una lástima grande el descuido imperdonable por parte de quienes están obligados a conservarlo  bien presentado, el Parque de la Leyenda Vallenata, el que, por lo contrario, luce enmontado, como una ruina de mejores tiempos. Si no hay buena administración hay destrucción, y  ambas cosas no pueden esconderse.  Me decía un sabio paisano mío: cuando la verdad llega la mentira no haya dónde pararse. Desde (…) de Pueblo 

Bello. [email protected] 

Columnista
30 enero, 2024

Valledupar es un emporio comercial

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Dicho y hecho. Partimos desde el tranquilo, seguramente por viejo, "el que tuvo", barrio Novalito, y andando por la carrera Cuarta,  nos internamos en aquellos espacios laterales, escudriñando las vivencias lugareñas y quehaceres de sus habitantes. 


Rodrigo López Barros 

A finales de diciembre pasado, una tarde, en compañía de mi esposa y un baquiano,  en carro,  recorrimos literalmente la periferia de  la gran ciudad del norte de Colombia, como suelo designar a Valledupar,  desde cuando ya hace muchos años se presentaba a mis ojos y a mi entendimiento, como una urbe inconteniblemente en crecimiento  exponencial, en varios órdenes de la economía, siempre en una interrelación creciente entre su comercio  y la economía del extenso  territorio que la circunda y las poblaciones vecinas, lo que ha funcionando como un fuelle  económico, sin industrias en plural, pero, dueña de un comercio que, más otras razones, es el secreto de su desarrollo.

Dicho y hecho. Partimos desde el tranquilo, seguramente por viejo, “el que tuvo”, barrio Novalito, y andando por la carrera Cuarta,  nos internamos en aquellos espacios laterales, escudriñando las vivencias lugareñas y quehaceres de sus habitantes. 

Dejamos atrás el viejo barrio Cañaguate y enrumbamos hacia el Terminal.

A la derecha pasamos por los barrios El Carmen, Las Palmas, Villa del Rosario, Panamá.

A la izquierda, Pescaíto, Nueve de Marzo, Villa Castro, Los Mayales, Amaneceres del Valle, Los Milagros, Panamá, sector izquierdo, Fernando, Maregua, El Milenio, Tierra Prometida, La Primavera, Los Guayacanes, Villa Judith, Chiriquí, Las Torres de Lorenzo Morales, Las Torres de Hernando Marín, Torres de Leandro Díaz, Don Carmelo; aquí cruzamos hacia el  otro lado la carretera de acceso y salida de Valledupar, y a través de la avenida, bien llamada, Adalberto Ovalle Muñoz —detrás de esta en construcción el moderno anillo circular de la ciudad—, pasamos por los barrios Ciudadela los 450 Años, Villa Dariana, Villa Luz, Villa Taxi, Populandia, Tobías Daza, Rafael Escalona, Ciudadela Confacesar, Don Alberto, Brisas de la Popa, Divino Niño, La Nevada, Las Rocas, Villa Yanet, Nuevo Amanecer, Confacesar, Club House.

Los conjuntos del norte, Villa Ligia, María Camila Norte, Rosario Norte, Casa Blanca.

En todos aquellos barrios habíamos observado talleres de mecánica automotriz, mucho tráfico de automóviles, motos,  bicicletas, carruajes, etc., etc., tiendas de comestibles, almacenes de ropa, de repuestos de carro, de motos, de bicicletas, mercados públicos de abastos, carnicerías, restaurantes, bares, heladerías, zapaterías, sastrerías, cacharrerías, recicladoras. Farmacias, algunos dispensarios y colegios. Todos esos tipos de negocios los hay también en las principales calles del barrio La Nevada. 

Un verdadero hervidero de gentes y de cosas, todo junto y revuelto, que nos producía comentarios halagadores, por esa fuerza expresiva, vital, que nos conmovía, de sus residentes, y, a la vez que, elogiábamos los esfuerzos de acompañamiento de las obras públicas materiales, lamentábamos que no fueran más decisivas para lograr una mayor cobertura de las necesidades básicas, y más urbanismo, en aquellos barrios marginales. 

Todo lo anterior me insta a encarecer a las autoridades administrativas del municipio, a su competente alcalde, a los concejales, que se interesen más y mejor por la existencia de esos barrios y sus habitantes, quiénes también dependen de la buena voluntad política de los diputados a la Asamblea Departamental y de la gobernadora, quienes deben tener presente que la cara del departamento es su ciudad capital, la que debemos embellecer cada vez más. 

Hay que llenar de estética pública dichos barrios para que no desmerezcan de los mejor presentados. Apoyarlos con las calles y avenidas, terminando de pavimentarlas y arborizarlas, y con 

cuadrillas de obreros que constantemente estén lavándole la cara, que es lo primero que de uno se ve. Dignificado el cuerpo, el próximo paso es dignificar el alma. La enseñanza escolar es imprescindible.

Terminar el pavimento de las calles, que es un incentivo para que la gente plante uno o dos o tres árboles de sombra y arregle y pinte su casa. ¡Cuando las administraciones públicas hacen su parte las gentes hacen la suya! 

Al otro lado del rio, se perfila un Valledupar de  modernidad actualizada, se encuentran el seminario Juan Pablo II, El cementerio Ecce Homo, el club Campestre, el batallón Militar de Ingenieros, se están estableciendo urbanizaciones y casas de campo con espacios para recreación, construyéndose edificios para colegios, tal vez para universidades . Allí, la carretera Valledupar-San Juan del César, es un corredor  con servicios turísticos —que ya requiere doble calzada—, de magnífico futuro previsible. 

Finalmente, retornamos a través de avenidas modernas, pasando por el parque La Provincia, ahora ampliado, al lado del río Guatapurí. Es una lástima grande el descuido imperdonable por parte de quienes están obligados a conservarlo  bien presentado, el Parque de la Leyenda Vallenata, el que, por lo contrario, luce enmontado, como una ruina de mejores tiempos. Si no hay buena administración hay destrucción, y  ambas cosas no pueden esconderse.  Me decía un sabio paisano mío: cuando la verdad llega la mentira no haya dónde pararse. Desde (…) de Pueblo 

Bello. [email protected]