El pasado jueves, el profesional Pedro Olivella compartió a través de un artículo en el diario EL PILÓN su visión sobre la expansión y el crecimiento comercial y cultural que debe guiar a los vallenatos. El titular fue diciente: ‘Valledupar, capital del Magdalena Grande’. Durante el desarrollo del artículo manifiesta su convencimiento de que “el […]
El pasado jueves, el profesional Pedro Olivella compartió a través de un artículo en el diario EL PILÓN su visión sobre la expansión y el crecimiento comercial y cultural que debe guiar a los vallenatos.
El titular fue diciente: ‘Valledupar, capital del Magdalena Grande’. Durante el desarrollo del artículo manifiesta su convencimiento de que “el futuro de Valledupar como ciudad sigue ligado a los pueblos de la depresión momposina con quienes comparte desde la época colonial una identidad socio cultural que subsiste después de más de 50 años de separación política”.
Sin embargo, reconoce, y en eso se debe trabajar, que en la capital del Cesar aún no se ha entendido o no hemos sido conscientes de esos vínculos vivos con los pueblos del Magdalena, a diferencia de lo que ha ocurrido con el sur de La Guajira, relacionamiento comercial y cultural exitoso y beneficioso para ambas partes, y cuyos pueblos, al menos hasta Fonseca, “tienen una presencia más visible en la ciudad”.
Por eso, recomienda el autor, con el propósito del desarrollo de la ciudad, el porvenir de Valledupar debe pensarse en función de la integración subregional y sus políticas de desarrollo socio económico “tienen que involucrar las dinámicas de los municipios que la circundan, incluidos no solamente los del Cesar, sino los de La Guajira, el Magdalena y de Bolívar, como Mompós”. La integración de municipios de cuatro departamentos en una sola ciudad, convertida en capital comercial y cultural, alrededor de servicios (de salud, educación, agricultura) y tradiciones, fiestas patronales, carnavales y festivales.
Según el Dane para el 2020, Valledupar tenía 532.956 habitantes. El 41 % del total del departamento. Sin embargo, por localización es una ciudad nodal, ya que 300 kilómetros alrededor no hay otra de población similar.
Ideal para atraer inversionistas, por ser epicentro de una subregión con más de 15 municipios, con identidad agronómica, cultural y musical fuerte.
Condición que se potencializa con la próxima, en el 2022, de la doble calzada Valledupar-Plato. Dos horas entre ambos mientras que de Plato tomaría 3 horas y media llegar a la capital del Magdalena, Santa Marta.
Es la verdadera carretera que debería llamarse desde Valledupar ruta chimila, esa etnia que dominó desde el Valle de Upar (que era un cacique Chimila), que se extendió hasta el río Magdalena y que fue el último pueblo aborigen en someter el gobierno colonial español, y cuya territorialidad se extendió hasta más allá de la independencia. (‘Ordenar para controlar’, Marta Herrera, 2002, Icahn, el mejor libro del predominio de los bravos chimilas).
Esa carretera hasta el río es reciente. Hace 60 años hasta el río no se llegaba a Bosconia, este era apenas un pequeñito caserío y tampoco había conexión vial entre ese caserío y San Roque, solo abierto hace 58 años. Para ir a Santa Marta no se llegaba a Bosconia sino que por la vía de Las Minas se arribaba a la región de El Copey y Caracolicito.
La verdadera conexión al río de la región vallenata se hacía por El Paso hasta Mompox o se navegaba por el río Cesar y se llegaba a la región de El Banco.
El pasado jueves, el profesional Pedro Olivella compartió a través de un artículo en el diario EL PILÓN su visión sobre la expansión y el crecimiento comercial y cultural que debe guiar a los vallenatos. El titular fue diciente: ‘Valledupar, capital del Magdalena Grande’. Durante el desarrollo del artículo manifiesta su convencimiento de que “el […]
El pasado jueves, el profesional Pedro Olivella compartió a través de un artículo en el diario EL PILÓN su visión sobre la expansión y el crecimiento comercial y cultural que debe guiar a los vallenatos.
El titular fue diciente: ‘Valledupar, capital del Magdalena Grande’. Durante el desarrollo del artículo manifiesta su convencimiento de que “el futuro de Valledupar como ciudad sigue ligado a los pueblos de la depresión momposina con quienes comparte desde la época colonial una identidad socio cultural que subsiste después de más de 50 años de separación política”.
Sin embargo, reconoce, y en eso se debe trabajar, que en la capital del Cesar aún no se ha entendido o no hemos sido conscientes de esos vínculos vivos con los pueblos del Magdalena, a diferencia de lo que ha ocurrido con el sur de La Guajira, relacionamiento comercial y cultural exitoso y beneficioso para ambas partes, y cuyos pueblos, al menos hasta Fonseca, “tienen una presencia más visible en la ciudad”.
Por eso, recomienda el autor, con el propósito del desarrollo de la ciudad, el porvenir de Valledupar debe pensarse en función de la integración subregional y sus políticas de desarrollo socio económico “tienen que involucrar las dinámicas de los municipios que la circundan, incluidos no solamente los del Cesar, sino los de La Guajira, el Magdalena y de Bolívar, como Mompós”. La integración de municipios de cuatro departamentos en una sola ciudad, convertida en capital comercial y cultural, alrededor de servicios (de salud, educación, agricultura) y tradiciones, fiestas patronales, carnavales y festivales.
Según el Dane para el 2020, Valledupar tenía 532.956 habitantes. El 41 % del total del departamento. Sin embargo, por localización es una ciudad nodal, ya que 300 kilómetros alrededor no hay otra de población similar.
Ideal para atraer inversionistas, por ser epicentro de una subregión con más de 15 municipios, con identidad agronómica, cultural y musical fuerte.
Condición que se potencializa con la próxima, en el 2022, de la doble calzada Valledupar-Plato. Dos horas entre ambos mientras que de Plato tomaría 3 horas y media llegar a la capital del Magdalena, Santa Marta.
Es la verdadera carretera que debería llamarse desde Valledupar ruta chimila, esa etnia que dominó desde el Valle de Upar (que era un cacique Chimila), que se extendió hasta el río Magdalena y que fue el último pueblo aborigen en someter el gobierno colonial español, y cuya territorialidad se extendió hasta más allá de la independencia. (‘Ordenar para controlar’, Marta Herrera, 2002, Icahn, el mejor libro del predominio de los bravos chimilas).
Esa carretera hasta el río es reciente. Hace 60 años hasta el río no se llegaba a Bosconia, este era apenas un pequeñito caserío y tampoco había conexión vial entre ese caserío y San Roque, solo abierto hace 58 años. Para ir a Santa Marta no se llegaba a Bosconia sino que por la vía de Las Minas se arribaba a la región de El Copey y Caracolicito.
La verdadera conexión al río de la región vallenata se hacía por El Paso hasta Mompox o se navegaba por el río Cesar y se llegaba a la región de El Banco.