El Acuerdo de París fue suscrito en diciembre de 2015 por 195 jefes de Estado, solo Nicaragua y Siria se sustrajeron del mismo, el primero por considerar que el Acuerdo a su juicio no era satisfactorio y el segundo por estar enzarzado en una guerra civil y su propósito es conjurar el peligro en ciernes […]
El Acuerdo de París fue suscrito en diciembre de 2015 por 195 jefes de Estado, solo Nicaragua y Siria se sustrajeron del mismo, el primero por considerar que el Acuerdo a su juicio no era satisfactorio y el segundo por estar enzarzado en una guerra civil y su propósito es conjurar el peligro en ciernes de que el aumento de la temperatura global supere los dos grados centígrados con respecto a la Era preindustrial, cuando ya el termómetro marca un incremento de 1.1 grados. Ello delata los desvaríos del Presidente Trump al darle el portazo al resto del mundo exterior, pero el tiro le puede salir por la culata.
Trump fue enfático al anunciar el retiro de los EEUU de dicho Acuerdo en que “es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”, siendo los EEUU el segundo mayor responsable, después de China, de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), causantes del calentamiento global y, de lejos, el mayor contaminador per cápita del mundo, con 19.8 toneladas métricas de CO2, mientras un chino incurre en 8.6, un hindú 2.2 y un colombiano 3.3 (¡!). Después que a través de un trino en el 2012 puso a circular la especie de que “el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer no competitiva a la manufactura de EEUU”, el Presidente Trump se ha convertido en rehén de sus propias palabras, las que contrarían el concepto autorizado de los científicos.
La diferencia entre las post verdades, como esta, que están ahora en boga y el conocimiento científico estriba en que no requieren demostración, son axiomáticas. Pero, no puede desconocerse que desde 1988 se creó el Panel Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático, más conocido con el acrónimo en inglés IPCC, acogido en su seno posteriormente por Naciones Unidas, el cual está integrado por centenares de científicos y expertos de todo el mundo, de todas las lenguas, razas, posturas ideológicas y credos religiosos. El objetivo fundamental de este Panel de expertos es observar, monitorear, investigar y hacerle seguimiento constante al cambio climático y producir informes periódicos, que son cada vez más alarmantes y dramáticos, los cuales le son reportados a la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), el más reciente de ellos fue el sexto informe en 2016.
Y por consenso este Panel de expertos ha llegado a dos conclusiones básicas, debidamente soportadas en sus rigurosas investigaciones: la primera, que existe una gran correlación entre la concentración de CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera y la temperatura global; segundo, las mayores emisiones de CO2, que se van acumulando en la atmósfera, son atribuibles a la actividad humana, su origen es antropogénico. Trump justifica sus dislates escudándose en que no tiene tiempo “de ser políticamente correcto”, pero bien dijo Antonio Machado que “es propio de aquellas mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”.
Para Trump, el Acuerdo de París no pasa de ser un Pacto “debilitante, desventajoso e injusto” y “un castigo para EEUU” que no les permite “utilizar todos nuestros recursos energéticos” haciendo referencia a los energéticos de origen fósil (carbón, petróleo y gas), los mayores contaminantes, que tiene en el nuevo Director de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), a quién es considerado como el caballo de Troya de la industria con chimenea, Scott Pruitt. Este se atrevió a afirmar, sin rodeos, que “el Presidente ha tomado una decisión muy valiente” y frente a la reacción que provocó esta decisión dentro y fuera de los EEUU espetó: “no hay razón para que pidamos disculpas como país…El mundo aplaudió cuando adherimos al Acuerdo…porque sabían que pondría a nuestro país en desventaja”.
No obstante, las declaraciones del Secretario de Estado, Rex Tillerson, pone al desnudo las grietas en el equipo de Trump, pues según expresó “no pienso que vamos a cambiar nuestros esfuerzos para reducir esas emisiones en el futuro y así espero que todos puedan mantener la perspectiva”. ¿Será este un caso de polaridad manifiesta?
Por Amylkar D. Acosta Medina
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El Acuerdo de París fue suscrito en diciembre de 2015 por 195 jefes de Estado, solo Nicaragua y Siria se sustrajeron del mismo, el primero por considerar que el Acuerdo a su juicio no era satisfactorio y el segundo por estar enzarzado en una guerra civil y su propósito es conjurar el peligro en ciernes […]
El Acuerdo de París fue suscrito en diciembre de 2015 por 195 jefes de Estado, solo Nicaragua y Siria se sustrajeron del mismo, el primero por considerar que el Acuerdo a su juicio no era satisfactorio y el segundo por estar enzarzado en una guerra civil y su propósito es conjurar el peligro en ciernes de que el aumento de la temperatura global supere los dos grados centígrados con respecto a la Era preindustrial, cuando ya el termómetro marca un incremento de 1.1 grados. Ello delata los desvaríos del Presidente Trump al darle el portazo al resto del mundo exterior, pero el tiro le puede salir por la culata.
Trump fue enfático al anunciar el retiro de los EEUU de dicho Acuerdo en que “es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”, siendo los EEUU el segundo mayor responsable, después de China, de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), causantes del calentamiento global y, de lejos, el mayor contaminador per cápita del mundo, con 19.8 toneladas métricas de CO2, mientras un chino incurre en 8.6, un hindú 2.2 y un colombiano 3.3 (¡!). Después que a través de un trino en el 2012 puso a circular la especie de que “el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer no competitiva a la manufactura de EEUU”, el Presidente Trump se ha convertido en rehén de sus propias palabras, las que contrarían el concepto autorizado de los científicos.
La diferencia entre las post verdades, como esta, que están ahora en boga y el conocimiento científico estriba en que no requieren demostración, son axiomáticas. Pero, no puede desconocerse que desde 1988 se creó el Panel Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático, más conocido con el acrónimo en inglés IPCC, acogido en su seno posteriormente por Naciones Unidas, el cual está integrado por centenares de científicos y expertos de todo el mundo, de todas las lenguas, razas, posturas ideológicas y credos religiosos. El objetivo fundamental de este Panel de expertos es observar, monitorear, investigar y hacerle seguimiento constante al cambio climático y producir informes periódicos, que son cada vez más alarmantes y dramáticos, los cuales le son reportados a la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), el más reciente de ellos fue el sexto informe en 2016.
Y por consenso este Panel de expertos ha llegado a dos conclusiones básicas, debidamente soportadas en sus rigurosas investigaciones: la primera, que existe una gran correlación entre la concentración de CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera y la temperatura global; segundo, las mayores emisiones de CO2, que se van acumulando en la atmósfera, son atribuibles a la actividad humana, su origen es antropogénico. Trump justifica sus dislates escudándose en que no tiene tiempo “de ser políticamente correcto”, pero bien dijo Antonio Machado que “es propio de aquellas mentes estrechas, embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”.
Para Trump, el Acuerdo de París no pasa de ser un Pacto “debilitante, desventajoso e injusto” y “un castigo para EEUU” que no les permite “utilizar todos nuestros recursos energéticos” haciendo referencia a los energéticos de origen fósil (carbón, petróleo y gas), los mayores contaminantes, que tiene en el nuevo Director de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), a quién es considerado como el caballo de Troya de la industria con chimenea, Scott Pruitt. Este se atrevió a afirmar, sin rodeos, que “el Presidente ha tomado una decisión muy valiente” y frente a la reacción que provocó esta decisión dentro y fuera de los EEUU espetó: “no hay razón para que pidamos disculpas como país…El mundo aplaudió cuando adherimos al Acuerdo…porque sabían que pondría a nuestro país en desventaja”.
No obstante, las declaraciones del Secretario de Estado, Rex Tillerson, pone al desnudo las grietas en el equipo de Trump, pues según expresó “no pienso que vamos a cambiar nuestros esfuerzos para reducir esas emisiones en el futuro y así espero que todos puedan mantener la perspectiva”. ¿Será este un caso de polaridad manifiesta?
Por Amylkar D. Acosta Medina
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