Los últimos gobiernos de Colombia, es decir, el de Uribe y el de Santos (ambos de período de ocho años) dividieron con profundos rencores irracionales a la Patria exactamente por mitades. Irreconciliables. De ahí el nefasto resultado de respaldo al proceso de Paz con la extinta insurgencia de la Farc. El Acuerdo Final firmado con […]
Los últimos gobiernos de Colombia, es decir, el de Uribe y el de Santos (ambos de período de ocho años) dividieron con profundos rencores irracionales a la Patria exactamente por mitades. Irreconciliables. De ahí el nefasto resultado de respaldo al proceso de Paz con la extinta insurgencia de la Farc.
El Acuerdo Final firmado con el partido de la Farc, contrario a seguir matándonos con la dinámica que veníamos, es una vía que se ensaya en complicada fase de ejecución. Existen innumerables problemas. Los únicos responsables nosotros mismos, porque en división exacta, elegimos a un Gobierno que no respaldó el proceso de paz. Y resiste implementarlo.
Santos no hizo ni el mínimo esfuerzo para procurar un gobierno amigo del proceso, contrario a la sistemática y embustera propaganda del partido Centro Democrático del senador Uribe que eligió a Duque como presidente.
Un acto brutal perpetrado por una guerrilla que no estuvo en el proceso de paz pactado con la Farc, como el que sufriera la Escuela de Cadetes de Policia General Santander por el ELN propicia reacciones tan multiformes como las que se conoce en un país multiconectado en las cloacas de Twitter.
La verdad monda y lironda es que la guerra la soporta y sufre el pueblo raso. Obsérvese que los miembros de la guerrilla son los hijos del país pobre, el lumpen y los soldados, policías y oficiales de nuestras fuerzas armadas, también gente muy humilde. Ningun hijo de la alta sociedad, o de estrato ocho, ni política murió en el último acontencimiento cruento. Dolorosa la historia de vida de cada uno de las víctimas del último atentado, que contrasta con los rostros sonreidos de quienes usufructuan las movilizaciones contra el terrorismo.
Indigna ver como suben a las redes, la presencia retadora en las movilizaciones sociales para rechazar un acto de barbarie. El lenguaje que utilizan siempre es el mismo del pasado, aunque ya el gobierno de Santos no lo sea, hay que culparlo hoy y siempre. Nada mas hay que oir a Uribe y ver las selfies de la senadora Paloma Valencia.
No obstante que la historia evidencia que la Farc y el ELN, era la primera igualmente la segunda lo es, guerrillas divididas y agrietadas al interior de ellos mismos, como los partidos de izquierda y de derecha, se procura vender la idea que los grupos subversivos son monolíticamente lo mismo. Al despreciable ELN el Gobierno del presidente Duque y del partido CD tiene que enfrentarlo decididamente, sin espejo retrovisor hacia otros lados. -¡A la carga!-
Si el presidente Duque, Uribe y los uribistas criticaban con tanta vehemencia, al expresidente Santos por la forma pusilánime como enfrentaba las guerrillas y los grupos organizados al margen de la ley y ponderaban como debía combatírseles, es porque tienen concebido y planificado la manera eficaz y exitosa de hacerlo, entonces, qué esperan para no improvisar. A guerrear sin dilaciones, ni lamentaciones de equivos del pasado reciente. Si bien es cierto e imposible que el senador Uribe asuma pronto de nuevo como presidente, le haría honor a la patria, en estos aciagos momentos, si el presidente Duque rapidamente lo nombra ministro de Defensa. La idea no es irónicamente descabellada, porque de presidente pasó en sacrificio por el país y por el interés general a senador de la república, puede para coordinar mejor los destinos urgentes del gobierno y de bienestar de los colombianos, asumir -¡ya!- como ministro de la Defensa para aplicar sin vacilaciones la Ley del Fúsil 556 Galil que reclaman los más activos miembros del CD. Tiene mando y experiencia.
Los últimos gobiernos de Colombia, es decir, el de Uribe y el de Santos (ambos de período de ocho años) dividieron con profundos rencores irracionales a la Patria exactamente por mitades. Irreconciliables. De ahí el nefasto resultado de respaldo al proceso de Paz con la extinta insurgencia de la Farc. El Acuerdo Final firmado con […]
Los últimos gobiernos de Colombia, es decir, el de Uribe y el de Santos (ambos de período de ocho años) dividieron con profundos rencores irracionales a la Patria exactamente por mitades. Irreconciliables. De ahí el nefasto resultado de respaldo al proceso de Paz con la extinta insurgencia de la Farc.
El Acuerdo Final firmado con el partido de la Farc, contrario a seguir matándonos con la dinámica que veníamos, es una vía que se ensaya en complicada fase de ejecución. Existen innumerables problemas. Los únicos responsables nosotros mismos, porque en división exacta, elegimos a un Gobierno que no respaldó el proceso de paz. Y resiste implementarlo.
Santos no hizo ni el mínimo esfuerzo para procurar un gobierno amigo del proceso, contrario a la sistemática y embustera propaganda del partido Centro Democrático del senador Uribe que eligió a Duque como presidente.
Un acto brutal perpetrado por una guerrilla que no estuvo en el proceso de paz pactado con la Farc, como el que sufriera la Escuela de Cadetes de Policia General Santander por el ELN propicia reacciones tan multiformes como las que se conoce en un país multiconectado en las cloacas de Twitter.
La verdad monda y lironda es que la guerra la soporta y sufre el pueblo raso. Obsérvese que los miembros de la guerrilla son los hijos del país pobre, el lumpen y los soldados, policías y oficiales de nuestras fuerzas armadas, también gente muy humilde. Ningun hijo de la alta sociedad, o de estrato ocho, ni política murió en el último acontencimiento cruento. Dolorosa la historia de vida de cada uno de las víctimas del último atentado, que contrasta con los rostros sonreidos de quienes usufructuan las movilizaciones contra el terrorismo.
Indigna ver como suben a las redes, la presencia retadora en las movilizaciones sociales para rechazar un acto de barbarie. El lenguaje que utilizan siempre es el mismo del pasado, aunque ya el gobierno de Santos no lo sea, hay que culparlo hoy y siempre. Nada mas hay que oir a Uribe y ver las selfies de la senadora Paloma Valencia.
No obstante que la historia evidencia que la Farc y el ELN, era la primera igualmente la segunda lo es, guerrillas divididas y agrietadas al interior de ellos mismos, como los partidos de izquierda y de derecha, se procura vender la idea que los grupos subversivos son monolíticamente lo mismo. Al despreciable ELN el Gobierno del presidente Duque y del partido CD tiene que enfrentarlo decididamente, sin espejo retrovisor hacia otros lados. -¡A la carga!-
Si el presidente Duque, Uribe y los uribistas criticaban con tanta vehemencia, al expresidente Santos por la forma pusilánime como enfrentaba las guerrillas y los grupos organizados al margen de la ley y ponderaban como debía combatírseles, es porque tienen concebido y planificado la manera eficaz y exitosa de hacerlo, entonces, qué esperan para no improvisar. A guerrear sin dilaciones, ni lamentaciones de equivos del pasado reciente. Si bien es cierto e imposible que el senador Uribe asuma pronto de nuevo como presidente, le haría honor a la patria, en estos aciagos momentos, si el presidente Duque rapidamente lo nombra ministro de Defensa. La idea no es irónicamente descabellada, porque de presidente pasó en sacrificio por el país y por el interés general a senador de la república, puede para coordinar mejor los destinos urgentes del gobierno y de bienestar de los colombianos, asumir -¡ya!- como ministro de la Defensa para aplicar sin vacilaciones la Ley del Fúsil 556 Galil que reclaman los más activos miembros del CD. Tiene mando y experiencia.