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Columnista - 21 octubre, 2012

“Uno a tu derecha y otro a tu izquierda”

Palabras de vida eterna Por: Marlon Javier Domínguez El Maestro va de camino con sus discípulos y aprovecha cada ocasión para enseñarles lecciones importantes sobre la vida y sobre las implicaciones de creer en él y seguirle: bendice a los niños y declara que quien no se haga como uno de ellos no entrará en […]

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Palabras de vida eterna

Por: Marlon Javier Domínguez
El Maestro va de camino con sus discípulos y aprovecha cada ocasión para enseñarles lecciones importantes sobre la vida y sobre las implicaciones de creer en él y seguirle: bendice a los niños y declara que quien no se haga como uno de ellos no entrará en el Reino de Dios; dialoga con el joven rico y afirma que es muy difícil que quien ponga su confianza en las riquezas herede la gloria; anuncia su pasión y les hace comprender que el dolor y el sufrimiento no deben ser mirados como una desgracia, sino como instrumentos de redención y oportunidades para manifestar y experimentar el amor.
Tal vez, esto último deba ser meditado a fondo ya que un proyecto de ley busca reglamentar la “eutanasia” en Colombia. Dicho sea de paso a mis familiares: si alguna vez me llegase a ver reducido en mis capacidades mentales o motrices, si llegase a padecer fuertes dolores producto de una enfermedad para la que no hayan aún descubierto cura o si llegase a visitar el estado de coma, por favor no se compadezcan de mí acortando mis días. Que sea Dios quien decida sobre una vida que yo no me di a mí mismo y que tampoco ustedes me dieron. Pero no nos desviemos del tema.
Jesús acaba de anunciar, por tercera vez, la pasión a sus discípulos: “Mirad que subimos a Jerusalén y al Hijo del Hombre  le entregarán, le condenarán a muerte, se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán…” Sus palabras son claras, contundentes, no dejan lugar a errores de interpretación. Sin embargo, el Evangelio nos cuenta que, inmediatamente después de aquella declaración, Santiago y Juan hacen a Jesús una petición extraña: “Concédenos que nos sentemos en tu reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Acaban de escuchar que Jesús va a morir de una manera dramática, les ha dicho de diversas maneras que su Reino no es de este mundo, que la liberación ejecutada por él va mucho más allá de un golpe de estado para derrocar al enemigo y restaurar el reino nacional. Jesús les ha hecho comprender que su Reino, cuya única fuerza es el amor, no busca los primeros puestos ni el dominio sobre los demás, sino el servicio desinteresado… Ellos, sin embargo, siguen pensando en el poder terrenal.
Contrario a lo que muchos podrían pensar, seguir a Jesús no es sinónimo de éxito social o económico, sino de alegre sumisión a la voluntad de Dios. Buscar a Jesús “para que me vaya bien” puede ser una noble expresión del sentido religioso, pero no es verdaderamente cristianismo… En un ambiente religioso en el que se hace mucho énfasis en la “prosperidad, la abundancia y el éxito”, es necesario que volvamos nuestros ojos hacia el crucificado, hacia quien ¡sólo por amor a nosotros! Soportó tan grandes padecimientos, a quien quiso nacer pobre en el pesebre de Belén y vivir pobremente trabajando con sus propias manos, a ese Jesús que nos enseñó que la mayor grandeza del ser humano es la humildad de reconocer su pequeñez.
Miremos en ése Jesús el ejemplo a seguir, no pretendamos las humanas grandezas y, si nos corresponde vivir las humanas grandezas, hagámoslo con profundo espíritu de servicio a los demás, a ejemplo de nuestro Maestro “que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. ¡Cómo quisiera que algunos servidores públicos comprendieran esto!

Columnista
21 octubre, 2012

“Uno a tu derecha y otro a tu izquierda”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Marlon Javier Domínguez

Palabras de vida eterna Por: Marlon Javier Domínguez El Maestro va de camino con sus discípulos y aprovecha cada ocasión para enseñarles lecciones importantes sobre la vida y sobre las implicaciones de creer en él y seguirle: bendice a los niños y declara que quien no se haga como uno de ellos no entrará en […]


Palabras de vida eterna

Por: Marlon Javier Domínguez
El Maestro va de camino con sus discípulos y aprovecha cada ocasión para enseñarles lecciones importantes sobre la vida y sobre las implicaciones de creer en él y seguirle: bendice a los niños y declara que quien no se haga como uno de ellos no entrará en el Reino de Dios; dialoga con el joven rico y afirma que es muy difícil que quien ponga su confianza en las riquezas herede la gloria; anuncia su pasión y les hace comprender que el dolor y el sufrimiento no deben ser mirados como una desgracia, sino como instrumentos de redención y oportunidades para manifestar y experimentar el amor.
Tal vez, esto último deba ser meditado a fondo ya que un proyecto de ley busca reglamentar la “eutanasia” en Colombia. Dicho sea de paso a mis familiares: si alguna vez me llegase a ver reducido en mis capacidades mentales o motrices, si llegase a padecer fuertes dolores producto de una enfermedad para la que no hayan aún descubierto cura o si llegase a visitar el estado de coma, por favor no se compadezcan de mí acortando mis días. Que sea Dios quien decida sobre una vida que yo no me di a mí mismo y que tampoco ustedes me dieron. Pero no nos desviemos del tema.
Jesús acaba de anunciar, por tercera vez, la pasión a sus discípulos: “Mirad que subimos a Jerusalén y al Hijo del Hombre  le entregarán, le condenarán a muerte, se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán…” Sus palabras son claras, contundentes, no dejan lugar a errores de interpretación. Sin embargo, el Evangelio nos cuenta que, inmediatamente después de aquella declaración, Santiago y Juan hacen a Jesús una petición extraña: “Concédenos que nos sentemos en tu reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Acaban de escuchar que Jesús va a morir de una manera dramática, les ha dicho de diversas maneras que su Reino no es de este mundo, que la liberación ejecutada por él va mucho más allá de un golpe de estado para derrocar al enemigo y restaurar el reino nacional. Jesús les ha hecho comprender que su Reino, cuya única fuerza es el amor, no busca los primeros puestos ni el dominio sobre los demás, sino el servicio desinteresado… Ellos, sin embargo, siguen pensando en el poder terrenal.
Contrario a lo que muchos podrían pensar, seguir a Jesús no es sinónimo de éxito social o económico, sino de alegre sumisión a la voluntad de Dios. Buscar a Jesús “para que me vaya bien” puede ser una noble expresión del sentido religioso, pero no es verdaderamente cristianismo… En un ambiente religioso en el que se hace mucho énfasis en la “prosperidad, la abundancia y el éxito”, es necesario que volvamos nuestros ojos hacia el crucificado, hacia quien ¡sólo por amor a nosotros! Soportó tan grandes padecimientos, a quien quiso nacer pobre en el pesebre de Belén y vivir pobremente trabajando con sus propias manos, a ese Jesús que nos enseñó que la mayor grandeza del ser humano es la humildad de reconocer su pequeñez.
Miremos en ése Jesús el ejemplo a seguir, no pretendamos las humanas grandezas y, si nos corresponde vivir las humanas grandezas, hagámoslo con profundo espíritu de servicio a los demás, a ejemplo de nuestro Maestro “que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. ¡Cómo quisiera que algunos servidores públicos comprendieran esto!