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Columnista - 19 marzo, 2015

Universidad: ¿privadamente rica pero públicamente pobre?

Desde hace un tiempo se ha dibujado en el horizonte la frase: Sociedad privadamente rica pero públicamente pobre. Tal es el carácter de la atmósfera que se respira, dado que se pregona: “hay que hacer del Estado algo chiquito”. En otras palabras, el interés privado debe crecer y debe declinar lo público. Se trata entonces, […]

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Desde hace un tiempo se ha dibujado en el horizonte la frase: Sociedad privadamente rica pero públicamente pobre. Tal es el carácter de la atmósfera que se respira, dado que se pregona: “hay que hacer del Estado algo chiquito”. En otras palabras, el interés privado debe crecer y debe declinar lo público.

Se trata entonces, de dos cosas. Una de ellas, la res pública y colectiva, administrada por el Estado, la otra privada e individual, mediada por los mercados comerciales. Y en esa red han venido cayendo el agua, la electricidad, el gas, el transporte, la salud, la vivienda, la educación, etc. La magnitud de esa tendencia se puede en la Universidad pública. Desde la década del 90 fluye la educación pública al ámbito de lo privado. Desde esa óptica se desacredita la Universidad pública y se glorifica a las universidades privadas.

Para ser más explícito: las 32 universidades públicas han devenido en esa mentalidad, de tal modo que poco peso tiene lo público, pues lo importante es el interés particular, individual y privado. A medida que las decisiones del mercado universitario triunfan, las opciones políticas colectivas de la universidad pública tienden a desaparecer. En ausencia del interés público, se presenta la fragmentación de la universidad pública en todos sus niveles.

Desde esa óptica vale preguntarse: ¿A los nueve del Consejo Superior, de las 32 universidades públicas, les interesa la res pública? Al interior, en el campo académico: ¿A los decanos, que son los miembros de los Consejos Académicos, les interesa la universidad pública?, ¿los profesores de planta de las universidades públicas están interesados en el carácter público de la academia? A su vez, ¿los profesores ocasionales murmuran: “yo no digo nada porque si digo algo no me contratan el próximo semestre”? Y, los profesores catedráticos: ¿son indiferentes porque ellos cumplen con su cátedra?

Como conclusión: vale el interrogante ¿hay interés por la universidad pública? ¿Cada uno, ya sea miembro del consejo superior o del académico, o bien profesor de planta, ocasional o catedrático busca lo individual, lo personal, lo particular y, no está interesado en la unidad, lo público y lo colectivo? Tal vez, alguien dirá que los rectores si están interesados en la público. Pero cabe el margen de la duda: ¿buscan la rectoría como un escalón más para el ascenso social?

Por Silvio E. Avendaño C.
[email protected]

Columnista
19 marzo, 2015

Universidad: ¿privadamente rica pero públicamente pobre?

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El Pilón

Desde hace un tiempo se ha dibujado en el horizonte la frase: Sociedad privadamente rica pero públicamente pobre. Tal es el carácter de la atmósfera que se respira, dado que se pregona: “hay que hacer del Estado algo chiquito”. En otras palabras, el interés privado debe crecer y debe declinar lo público. Se trata entonces, […]


Desde hace un tiempo se ha dibujado en el horizonte la frase: Sociedad privadamente rica pero públicamente pobre. Tal es el carácter de la atmósfera que se respira, dado que se pregona: “hay que hacer del Estado algo chiquito”. En otras palabras, el interés privado debe crecer y debe declinar lo público.

Se trata entonces, de dos cosas. Una de ellas, la res pública y colectiva, administrada por el Estado, la otra privada e individual, mediada por los mercados comerciales. Y en esa red han venido cayendo el agua, la electricidad, el gas, el transporte, la salud, la vivienda, la educación, etc. La magnitud de esa tendencia se puede en la Universidad pública. Desde la década del 90 fluye la educación pública al ámbito de lo privado. Desde esa óptica se desacredita la Universidad pública y se glorifica a las universidades privadas.

Para ser más explícito: las 32 universidades públicas han devenido en esa mentalidad, de tal modo que poco peso tiene lo público, pues lo importante es el interés particular, individual y privado. A medida que las decisiones del mercado universitario triunfan, las opciones políticas colectivas de la universidad pública tienden a desaparecer. En ausencia del interés público, se presenta la fragmentación de la universidad pública en todos sus niveles.

Desde esa óptica vale preguntarse: ¿A los nueve del Consejo Superior, de las 32 universidades públicas, les interesa la res pública? Al interior, en el campo académico: ¿A los decanos, que son los miembros de los Consejos Académicos, les interesa la universidad pública?, ¿los profesores de planta de las universidades públicas están interesados en el carácter público de la academia? A su vez, ¿los profesores ocasionales murmuran: “yo no digo nada porque si digo algo no me contratan el próximo semestre”? Y, los profesores catedráticos: ¿son indiferentes porque ellos cumplen con su cátedra?

Como conclusión: vale el interrogante ¿hay interés por la universidad pública? ¿Cada uno, ya sea miembro del consejo superior o del académico, o bien profesor de planta, ocasional o catedrático busca lo individual, lo personal, lo particular y, no está interesado en la unidad, lo público y lo colectivo? Tal vez, alguien dirá que los rectores si están interesados en la público. Pero cabe el margen de la duda: ¿buscan la rectoría como un escalón más para el ascenso social?

Por Silvio E. Avendaño C.
[email protected]