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Columnista - 15 julio, 2020

Una vida hecha trizas

Pensé que ya habíamos visto todo el horror que nos asiste a Colombia: corruptos disfrazados de políticos y gobernantes que se apoderan de todos nuestros recursos y bienes. Corrupción y criminalidad, es el binomio de la atrocidad de una minoría unida avasallando a la gran mayoría. Pensaba que todo lo había visto, hasta las masacres […]

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Pensé que ya habíamos visto todo el horror que nos asiste a Colombia: corruptos disfrazados de políticos y gobernantes que se apoderan de todos nuestros recursos y bienes. Corrupción y criminalidad, es el binomio de la atrocidad de una minoría unida avasallando a la gran mayoría.

Pensaba que todo lo había visto, hasta las masacres durante aquellas coaliciones de medianoche y finos tragos, planeando crímenes contra campesinos, obreros, adversarios políticos y vejámenes contra colombianos que nos consumimos bajo la lupa de la desidia de un Estado cuestionado. ¿Cuál democracia?

Pensaba que ya era cosa del pasado que, en las casas de mármol, en las noches y en las madrugadas, aún se oyen los roces y el conteo de billetes, fruto de la corrupción y criminalidad rampante. Incluso, miro perplejo a los incultos abogados que se juntan con corruptos jueces, fiscales y magistrados para demostrar en los litigios que la víctima es el victimario.  Que el inocente es el culpable.  Hasta temes denunciar porque resultas condenado.

Inclusive, me estaban convenciendo que el gobernante no es el corrupto, porque quien firma el contrato es el subalterno, sobre quien cae finalmente todo el peso de la “Ley”.

Pregunto: ¿Será que el gobernador Luis Alberto Monsalvo o los alcaldes Mello Castro, Omar Benjumea, Edulfo Villar, Ovelio Jiménez, etc., podrían ser capaces de autorizar a sus secretarios a que contraten obras multimillonarias?, ¿será que los subalternos por mantenerse en el cargo aceptan y firman lo que sea?

En fin, creía que ya había visto todo, pero, llegó lo de Tasajera, Magdalena. Un puñado de hambrientos ciudadanos, jóvenes, padres y familiares (culos zungos) rodeando un carro tanque repleto de gasolina, que se acababa de volcar. Los ciudadanos muertos de hambre parecían surgir de la nada, del anhelo, de la necesidad. “Todos contra el mundo”, podría ser esa escena de hormigas hambrientas comiendo de la carroña.

Ese medio centenar de ciudadanos de tasajera, muchos jóvenes, empezaron a “luchar contra molinos de viento” y parecían “pelear contra un enemigo imaginario”, como lo pronuncia el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra.

De la nada, salieron a relucir pimpinas, tanques y hasta ollas de cocina, recipientes iban y venían con el tumulto de la necesitada gente, hasta que pasó lo que tenía que pasar contra el puñado de desamparados ciudadanos: las llamas los consumió en un mismo abrazo. Tasajera cayó en su misma trampa: la muerte de más de treinta de sus hijos. Quedó ahí la radiografía de quien le hace falta cinco centavos para el peso, para poder comer con su familia.

El hambre campea en Tasajera, muchos pueblos y barrios en Colombia sufren por igual. Hay una gran brecha. Los salarios de $30 y 40 millones para una minoría y de $980.657 para la gran mayoría de colombianos.  Obras contratadas en $20 mil millones y solo invierten $10 mil. A los médicos del hospital les deben 11 meses de salarios y los niños no tienen internet ni computadores para las clases. Se siguen robando la plata que se destina para alimentar a los niños. ¡Por Dios!

Una inmensa mayoría tiene hambre, pero es fácil decirles: “Quédense en casa”. Una sociedad que está muriendo, de hambre, pero no se decide.    

Tengo dolor ajeno, ahora me retumba la frase del sociólogo francés Alain Touraine, “…Veo el signo de una sociedad en descomposición, incapaz de pensar en sí misma. Sociedad – avestruz, con la cabeza en la arena y el culo al aire. Sociedad des-realizada, con sobre producción de principios, ideas, símbolos, barreras…” (Touraine;1977). Hasta la próxima semana.

Columnista
15 julio, 2020

Una vida hecha trizas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Pensé que ya habíamos visto todo el horror que nos asiste a Colombia: corruptos disfrazados de políticos y gobernantes que se apoderan de todos nuestros recursos y bienes. Corrupción y criminalidad, es el binomio de la atrocidad de una minoría unida avasallando a la gran mayoría. Pensaba que todo lo había visto, hasta las masacres […]


Pensé que ya habíamos visto todo el horror que nos asiste a Colombia: corruptos disfrazados de políticos y gobernantes que se apoderan de todos nuestros recursos y bienes. Corrupción y criminalidad, es el binomio de la atrocidad de una minoría unida avasallando a la gran mayoría.

Pensaba que todo lo había visto, hasta las masacres durante aquellas coaliciones de medianoche y finos tragos, planeando crímenes contra campesinos, obreros, adversarios políticos y vejámenes contra colombianos que nos consumimos bajo la lupa de la desidia de un Estado cuestionado. ¿Cuál democracia?

Pensaba que ya era cosa del pasado que, en las casas de mármol, en las noches y en las madrugadas, aún se oyen los roces y el conteo de billetes, fruto de la corrupción y criminalidad rampante. Incluso, miro perplejo a los incultos abogados que se juntan con corruptos jueces, fiscales y magistrados para demostrar en los litigios que la víctima es el victimario.  Que el inocente es el culpable.  Hasta temes denunciar porque resultas condenado.

Inclusive, me estaban convenciendo que el gobernante no es el corrupto, porque quien firma el contrato es el subalterno, sobre quien cae finalmente todo el peso de la “Ley”.

Pregunto: ¿Será que el gobernador Luis Alberto Monsalvo o los alcaldes Mello Castro, Omar Benjumea, Edulfo Villar, Ovelio Jiménez, etc., podrían ser capaces de autorizar a sus secretarios a que contraten obras multimillonarias?, ¿será que los subalternos por mantenerse en el cargo aceptan y firman lo que sea?

En fin, creía que ya había visto todo, pero, llegó lo de Tasajera, Magdalena. Un puñado de hambrientos ciudadanos, jóvenes, padres y familiares (culos zungos) rodeando un carro tanque repleto de gasolina, que se acababa de volcar. Los ciudadanos muertos de hambre parecían surgir de la nada, del anhelo, de la necesidad. “Todos contra el mundo”, podría ser esa escena de hormigas hambrientas comiendo de la carroña.

Ese medio centenar de ciudadanos de tasajera, muchos jóvenes, empezaron a “luchar contra molinos de viento” y parecían “pelear contra un enemigo imaginario”, como lo pronuncia el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra.

De la nada, salieron a relucir pimpinas, tanques y hasta ollas de cocina, recipientes iban y venían con el tumulto de la necesitada gente, hasta que pasó lo que tenía que pasar contra el puñado de desamparados ciudadanos: las llamas los consumió en un mismo abrazo. Tasajera cayó en su misma trampa: la muerte de más de treinta de sus hijos. Quedó ahí la radiografía de quien le hace falta cinco centavos para el peso, para poder comer con su familia.

El hambre campea en Tasajera, muchos pueblos y barrios en Colombia sufren por igual. Hay una gran brecha. Los salarios de $30 y 40 millones para una minoría y de $980.657 para la gran mayoría de colombianos.  Obras contratadas en $20 mil millones y solo invierten $10 mil. A los médicos del hospital les deben 11 meses de salarios y los niños no tienen internet ni computadores para las clases. Se siguen robando la plata que se destina para alimentar a los niños. ¡Por Dios!

Una inmensa mayoría tiene hambre, pero es fácil decirles: “Quédense en casa”. Una sociedad que está muriendo, de hambre, pero no se decide.    

Tengo dolor ajeno, ahora me retumba la frase del sociólogo francés Alain Touraine, “…Veo el signo de una sociedad en descomposición, incapaz de pensar en sí misma. Sociedad – avestruz, con la cabeza en la arena y el culo al aire. Sociedad des-realizada, con sobre producción de principios, ideas, símbolos, barreras…” (Touraine;1977). Hasta la próxima semana.