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Columnista - 2 junio, 2021

Una profecía autocumplida

Se entiende por profecía autocumplida la previsión o predicción que termina por convertirse por sí misma en la causa eficiente de su materialización. En ello juega un papel de la mayor importancia la percepción de los agentes de la economía, que es la que en última instancia determina su comportamiento. Traemos a colación este concepto […]

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Se entiende por profecía autocumplida la previsión o predicción que termina por convertirse por sí misma en la causa eficiente de su materialización. En ello juega un papel de la mayor importancia la percepción de los agentes de la economía, que es la que en última instancia determina su comportamiento. Traemos a colación este concepto a propósito de la pérdida reciente de la calificación inversionista de la deuda soberana de Colombia.  

Como antecedente es importante advertir que la calificación de la deuda se venía degradando mucho antes de que la economía y las finanzas del Estado entraran en barrena a consecuencia de la crisis pandémica que se desató, la cual no da trazas de amainar. La recesión económica de 1999 se tradujo en una contracción de la economía de 4.5 %. Ello le valió la pérdida de la calificación inversionista de su deuda, que solo pudo recuperar 12 años después en 2011. 

Ya en marzo de 2020 Standard & Poor´s (S & P), aunque mantuvo la calificación anterior varió la perspectiva desde estable hasta negativa, advirtiendo que “la perspectiva negativa indica nuestra visión de los riesgos a la baja para las métricas fiscales y externas de Colombia durante los próximos 18 meses”. Fitch también bajó su calificación debido a la “recesión económica causada por una combinación de conmociones derivadas de la fuerte caída en el precio del petróleo y los esfuerzos para combatir la pandemia de coronavirus”. Estábamos, entonces, advertidos de factores estructurales de vulnerabilidad ligados a la excesiva dependencia de la economía de la actividad extractiva del petróleo y el carbón, los cuales conspiran contra la sostenibilidad fiscal. 

Desde luego, a consecuencia de la pandemia y la virtual parálisis de la actividad económica a consecuencia de las medidas de prevención, contención y mitigación, el déficit fiscal pasó del 2.5 % en 2019 al 7.8 % en 2020 y se proyecta en 8.1 % para el 2021. El exministro, en su afán de forzar el trámite por parte del Congreso de la República del fallido proyecto de reforma tributaria, a riesgo de perder la calificación inversionista si no la aprobaban, fue más lejos al afirmar que el Gobierno solo tenía caja “para unas seis o siete semanas”. 

Según él “lo peor que nos podría pasar como país sería una segunda oleada” de la pandemia y estamos en la meseta de la tercera. Así las cosas no era de extrañar que las firmas calificadoras de riesgo revisaran a la baja dicha calificación, como lo acaba de hacer S & P. Esta redujo la calificación desde BBB- con perspectiva negativa a BB+ con perspectiva estable. Según esta agencia, “la pandemia de covid-19 exacerbó la debilidad del perfil fiscal de Colombia, aunque la tendencia al empeoramiento estuvo presente durante la mayor parte de la última década”. ¡Utilizando el argot futbolístico, ello es tanto como si un equipo profesional descendiera de la categoría A a la B!

www.amylkaracosta.net

Columnista
2 junio, 2021

Una profecía autocumplida

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Amylkar D. Acosta

Se entiende por profecía autocumplida la previsión o predicción que termina por convertirse por sí misma en la causa eficiente de su materialización. En ello juega un papel de la mayor importancia la percepción de los agentes de la economía, que es la que en última instancia determina su comportamiento. Traemos a colación este concepto […]


Se entiende por profecía autocumplida la previsión o predicción que termina por convertirse por sí misma en la causa eficiente de su materialización. En ello juega un papel de la mayor importancia la percepción de los agentes de la economía, que es la que en última instancia determina su comportamiento. Traemos a colación este concepto a propósito de la pérdida reciente de la calificación inversionista de la deuda soberana de Colombia.  

Como antecedente es importante advertir que la calificación de la deuda se venía degradando mucho antes de que la economía y las finanzas del Estado entraran en barrena a consecuencia de la crisis pandémica que se desató, la cual no da trazas de amainar. La recesión económica de 1999 se tradujo en una contracción de la economía de 4.5 %. Ello le valió la pérdida de la calificación inversionista de su deuda, que solo pudo recuperar 12 años después en 2011. 

Ya en marzo de 2020 Standard & Poor´s (S & P), aunque mantuvo la calificación anterior varió la perspectiva desde estable hasta negativa, advirtiendo que “la perspectiva negativa indica nuestra visión de los riesgos a la baja para las métricas fiscales y externas de Colombia durante los próximos 18 meses”. Fitch también bajó su calificación debido a la “recesión económica causada por una combinación de conmociones derivadas de la fuerte caída en el precio del petróleo y los esfuerzos para combatir la pandemia de coronavirus”. Estábamos, entonces, advertidos de factores estructurales de vulnerabilidad ligados a la excesiva dependencia de la economía de la actividad extractiva del petróleo y el carbón, los cuales conspiran contra la sostenibilidad fiscal. 

Desde luego, a consecuencia de la pandemia y la virtual parálisis de la actividad económica a consecuencia de las medidas de prevención, contención y mitigación, el déficit fiscal pasó del 2.5 % en 2019 al 7.8 % en 2020 y se proyecta en 8.1 % para el 2021. El exministro, en su afán de forzar el trámite por parte del Congreso de la República del fallido proyecto de reforma tributaria, a riesgo de perder la calificación inversionista si no la aprobaban, fue más lejos al afirmar que el Gobierno solo tenía caja “para unas seis o siete semanas”. 

Según él “lo peor que nos podría pasar como país sería una segunda oleada” de la pandemia y estamos en la meseta de la tercera. Así las cosas no era de extrañar que las firmas calificadoras de riesgo revisaran a la baja dicha calificación, como lo acaba de hacer S & P. Esta redujo la calificación desde BBB- con perspectiva negativa a BB+ con perspectiva estable. Según esta agencia, “la pandemia de covid-19 exacerbó la debilidad del perfil fiscal de Colombia, aunque la tendencia al empeoramiento estuvo presente durante la mayor parte de la última década”. ¡Utilizando el argot futbolístico, ello es tanto como si un equipo profesional descendiera de la categoría A a la B!

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