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Editorial - 19 noviembre, 2012

Una oportunidad para la paz

Aunque con un poco de retraso, llegó el día esperado por Colombia: el momento de unos nuevos diálogos de paz entre el Estado colombiano y las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La cita es en La Habana, Cuba, y se constituye esta en una nueva oportunidad para la paz, para la salida negociada […]

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Aunque con un poco de retraso, llegó el día esperado por Colombia: el momento de unos nuevos diálogos de paz entre el Estado colombiano y las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La cita es en La Habana, Cuba, y se constituye esta en una nueva oportunidad para la paz, para la salida negociada al conflicto armado que sufre el país hace décadas.
Es un momento de mucha esperanza para el país, de un optimismo moderado pero realista y ante el cual no es bueno llamarse a engaños. Es una segunda etapa de un proceso complejo y difícil, pero, al fin y al cabo, una oportunidad para la paz, ante la cual el gobierno nacional, pero principalmente las FARC, tienen la responsabilidad histórica y el deber de demostrar que hay sincera voluntad de diálogo, de avanzar en la negociación y dejar, al final del proceso, las armas como método de lucha.
Ahí está la agenda pactada inicialmente, las comisiones negociadoras, la del Estado bajo la dirección de Humberto de la Calle Lombana, abogado, ex ministro y ex vicepresidente de la República; y la de las FARC, bajo el liderazgo de alias Iván Márquez, veterano líder político y militar de esa organización.
Hemos dicho que si fructifica este proceso de negociación y se logra el ingreso de las FARC a la vida civil; Colombia ganaría mucho en materia de tranquilidad, desarrollo económico y dispondría el Estado de más recursos para la política social.
Es el momento de apostarle a la paz, insistimos, con esperanza, con fe, con mucho optimismo pero también con realismo. Las FARC deben respetar la agenda acordada y los términos de lo pactado desde febrero de este año, de manera discreta, entre el gobierno del presidente Santo y esa organización.
Hemos dicho también que, al término de esas negociaciones, el país debe buscar instrumentos para construir un modelo económico más incluyente e igualitario, más oportunidades para todos, distribuyendo mejor el Presupuesto Público, con políticas fiscales redistributivas, gasto social más eficiente y efectivo, mejores políticas sociales etc.
Y también hemos reiterado que, precisamente, para lograr todo lo anterior se requiere capital y este lo generan las empresas, y la realidad empírica, en cualquier lugar del mundo, ha demostrado que las empresas eficientes son las privadas y no las públicas, y que para formar empresas se requieren inversionistas que arriesguen su capital, para buscar producir, generar empleo y pagar impuestos, como lo hacen hoy países como la misma Cuba, que a pesar de su modelo socialista busca la inversión privada, en determinados sectores y la estimula y la protege.

Si se impone la sensatez y la buena voluntad, es posible lograr llegar a buen puerto. Se pudo lograr con el M-19 y otras agrupaciones subversivas, otros países lo han logrado, nos preguntamos: porqué Colombia no va a poder?.
La sociedad colombiana tiene que digerir bien la trascendencia que tiene el inicio de los diálogos entre el gobierno nacional y las FARC. Hay que tratar de comprender los antecedentes y la perspectiva histórica de cada una de las partes, la gravedad y la complejidad de un conflicto que lleva más de cincuenta años.
En ese orden de ideas, insistimos en  que ambas partes, gobierno y FARC, sólo tengan un vocero cada uno y que los comunicados con los resultados y avances de las negociaciones sean conjuntos, bien racionales y lejos de la emotividad de medios calientes como la televisión.
El Congreso de la República, los partidos políticos, los gremios y sindicatos, entre otras organizaciones, harían bien en guardar una actitud de bajo perfil y de respeto frente a los negociadores y canalizar de manera privada, por medio del Presidente, sus ministros y asesores, sus inquietudes para evitar la proliferación de mensajes, algunos de ellos contradictorios, en un proceso en el cual las comunicaciones sociales van a ser determinantes.
Finalmente, insistimos también en que la paz bien merece una actitud prudente de los periodistas y los medios, que podrían abstenerse, así sea por unos días o semanas, del síndrome de la chiva. En este sentido, los medios de comunicación y los periodistas tenemos una gran responsabilidad histórica frente al país de informar con mayor objetividad posible, con mucha responsabilidad y sentido de patria. Por lo menos esa será la política del diario EL PILÓN que confía en estos diálogos y en que los mismos son beneficiosos para el país en su conjunto.

Editorial
19 noviembre, 2012

Una oportunidad para la paz

Aunque con un poco de retraso, llegó el día esperado por Colombia: el momento de unos nuevos diálogos de paz entre el Estado colombiano y las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La cita es en La Habana, Cuba, y se constituye esta en una nueva oportunidad para la paz, para la salida negociada […]


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Aunque con un poco de retraso, llegó el día esperado por Colombia: el momento de unos nuevos diálogos de paz entre el Estado colombiano y las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La cita es en La Habana, Cuba, y se constituye esta en una nueva oportunidad para la paz, para la salida negociada al conflicto armado que sufre el país hace décadas.
Es un momento de mucha esperanza para el país, de un optimismo moderado pero realista y ante el cual no es bueno llamarse a engaños. Es una segunda etapa de un proceso complejo y difícil, pero, al fin y al cabo, una oportunidad para la paz, ante la cual el gobierno nacional, pero principalmente las FARC, tienen la responsabilidad histórica y el deber de demostrar que hay sincera voluntad de diálogo, de avanzar en la negociación y dejar, al final del proceso, las armas como método de lucha.
Ahí está la agenda pactada inicialmente, las comisiones negociadoras, la del Estado bajo la dirección de Humberto de la Calle Lombana, abogado, ex ministro y ex vicepresidente de la República; y la de las FARC, bajo el liderazgo de alias Iván Márquez, veterano líder político y militar de esa organización.
Hemos dicho que si fructifica este proceso de negociación y se logra el ingreso de las FARC a la vida civil; Colombia ganaría mucho en materia de tranquilidad, desarrollo económico y dispondría el Estado de más recursos para la política social.
Es el momento de apostarle a la paz, insistimos, con esperanza, con fe, con mucho optimismo pero también con realismo. Las FARC deben respetar la agenda acordada y los términos de lo pactado desde febrero de este año, de manera discreta, entre el gobierno del presidente Santo y esa organización.
Hemos dicho también que, al término de esas negociaciones, el país debe buscar instrumentos para construir un modelo económico más incluyente e igualitario, más oportunidades para todos, distribuyendo mejor el Presupuesto Público, con políticas fiscales redistributivas, gasto social más eficiente y efectivo, mejores políticas sociales etc.
Y también hemos reiterado que, precisamente, para lograr todo lo anterior se requiere capital y este lo generan las empresas, y la realidad empírica, en cualquier lugar del mundo, ha demostrado que las empresas eficientes son las privadas y no las públicas, y que para formar empresas se requieren inversionistas que arriesguen su capital, para buscar producir, generar empleo y pagar impuestos, como lo hacen hoy países como la misma Cuba, que a pesar de su modelo socialista busca la inversión privada, en determinados sectores y la estimula y la protege.

Si se impone la sensatez y la buena voluntad, es posible lograr llegar a buen puerto. Se pudo lograr con el M-19 y otras agrupaciones subversivas, otros países lo han logrado, nos preguntamos: porqué Colombia no va a poder?.
La sociedad colombiana tiene que digerir bien la trascendencia que tiene el inicio de los diálogos entre el gobierno nacional y las FARC. Hay que tratar de comprender los antecedentes y la perspectiva histórica de cada una de las partes, la gravedad y la complejidad de un conflicto que lleva más de cincuenta años.
En ese orden de ideas, insistimos en  que ambas partes, gobierno y FARC, sólo tengan un vocero cada uno y que los comunicados con los resultados y avances de las negociaciones sean conjuntos, bien racionales y lejos de la emotividad de medios calientes como la televisión.
El Congreso de la República, los partidos políticos, los gremios y sindicatos, entre otras organizaciones, harían bien en guardar una actitud de bajo perfil y de respeto frente a los negociadores y canalizar de manera privada, por medio del Presidente, sus ministros y asesores, sus inquietudes para evitar la proliferación de mensajes, algunos de ellos contradictorios, en un proceso en el cual las comunicaciones sociales van a ser determinantes.
Finalmente, insistimos también en que la paz bien merece una actitud prudente de los periodistas y los medios, que podrían abstenerse, así sea por unos días o semanas, del síndrome de la chiva. En este sentido, los medios de comunicación y los periodistas tenemos una gran responsabilidad histórica frente al país de informar con mayor objetividad posible, con mucha responsabilidad y sentido de patria. Por lo menos esa será la política del diario EL PILÓN que confía en estos diálogos y en que los mismos son beneficiosos para el país en su conjunto.