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Columnista - 23 febrero, 2010

UNA NUEVA REALIDAD

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres ¿Venturoso el giro en la  Universidad Popular del Cesar?. Quién lo creyera. Luego de interinidades en su rectoría que sobrepasaron los 12 meses, un breve destello celestial como que iluminó a los sabios deliberantes del paraninfo, y zas, humo blanco: se aclamó a un nuevo rector, y por si […]

ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

¿Venturoso el giro en la  Universidad Popular del Cesar?. Quién lo creyera. Luego de interinidades en su rectoría que sobrepasaron los 12 meses, un breve destello celestial como que iluminó a los sabios deliberantes del paraninfo, y zas, humo blanco: se aclamó a un nuevo rector, y por si las moscas, lo posesionaron de una para evitar la tentación del arrepentimiento.

Fácil es colegir que la cuestión no fue tan intempestiva. Hasta la escasa correntía de Hurtado, testigo y cómplice de tantas cuitas, anunciaba lo que sobrevendría. Quizás la lucha tenaz del río por sobrevivir en medio de tanta indolencia gubernamental y ciudadana hizo ininteligible su lenguaje, no descifrado por los émulos del designado.

Después de ojo afuera no hay santa Lucía que valga… A estas alturas, ¿qué peso específico tienen las observaciones críticas formuladas contra la designación? Todo lo que se diga ya es vana palabrería, así fuesen alentadas por una innecesaria y provocadora urdimbre, de esas que suelen ensombrecer muchas decisiones acertadas, que se desdibujan en la manigua de las suspicacias por un cierto tufillo de ‘negociación’ que transpiran.

Cocinada, o bien por arte de birlibirloque, la luz fue hecha, alumbrando otra realidad en la UPC, la cual debe aceptarse con optimismo por varias razones: además de la terminación de la interinidad, ha de celebrarse la circunstancia del cuasi consenso habido entre los consejeros, algo insólito y exótico por vivir ellos usualmente encarnizados entre bandos prevenidos, excluyentes y antagónicos.

El momento no está para apostarle, cual anarquista, a la profundización de la crisis de la UPC. Más bien, de la mano del nuevo rector, siempre que comparta la existencia del problema, debe procurarse ayuda especializada para precisar etiología, magnitud, efectos y modus de  superar la crisis para encarrilar a la UPC en su transcendente rol misional.

Lo primero, por supuesto, es reconocer la autoridad recién investida, y aprestarse todos, sin prevención, a engrosar la cruzada de salvamento. Habrá desconfianza al principio, lógico, pero he ahí el más importante y urgente desafío del rector Maya para honrar su asunción: recuperar la confianza interna y externa de la UPC, hoy hecha añicos. El rector debe ser, por imperativo ético, el máximo educador: educar con el verbo, educar sobre todo con el ejemplo. Debe el rector ganar en autoridad, basada en el respeto y el reconocimiento social, y así precaverse del poder y del autoritarismo.

Como aporte axiomático del ciudadano común podrían aventurarse unas líneas gruesas problemáticas de la UPC, las que aluden al (I) desenfreno ético, (II) la baja calidad y (III) la nula pertinencia de sus programas con el territorio, cánceres que exigen procedimientos extraordinarios para su extirpación.

Pero antes se impone una catarsis para ‘disponer’ al paciente combatiéndole una infección que horada su interrelación con el mundo externo. Es un problema de introversión, una especie de xenofobia, de enconchamiento, por el cual percibe al mundo externo como enemigo usurpador.

Craso error, aunque explicable por los antecedentes. Una universidad pública está en función de su territorio, para desarrollarlo abrevando en sus canteras. Es retroalimentación necesaria e imprescindible. Los estamentos externos son tan o más importantes que los internos, pues de ellos se recibe la materia prima y hacía ellos deben retornar los productos procesados y acabados (ciudadanos – profesionales, investigaciones, en fin, la munificencia  de la madre nutricia). Ganado un reconocimiento, ese ultra mundo podría ser inclusive su gestor, benefactor o mecenas. Además, la UPC sola no puede desatollarse de su propio pandemónium: necesita apelar a la inclusión externa representativa e incontaminada, que también le aporta gobernabilidad.

En ese contexto, la inclusión debería propiciar un acuerdo contentivo de por lo menos tres puntos básicos: (i) aceptación de todos de que la universidad es de todos, reconociéndose lazos interdependientes de derechos y deberes; (ii) aceptar y propender todos, estamentos internos y externos, por la erradicación de la politiquería, y (iii) emprender entre todos la reingeniería de la UPC.

[email protected]

Columnista
23 febrero, 2010

UNA NUEVA REALIDAD

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dickson E. Quiroz Torres

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres ¿Venturoso el giro en la  Universidad Popular del Cesar?. Quién lo creyera. Luego de interinidades en su rectoría que sobrepasaron los 12 meses, un breve destello celestial como que iluminó a los sabios deliberantes del paraninfo, y zas, humo blanco: se aclamó a un nuevo rector, y por si […]


ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

¿Venturoso el giro en la  Universidad Popular del Cesar?. Quién lo creyera. Luego de interinidades en su rectoría que sobrepasaron los 12 meses, un breve destello celestial como que iluminó a los sabios deliberantes del paraninfo, y zas, humo blanco: se aclamó a un nuevo rector, y por si las moscas, lo posesionaron de una para evitar la tentación del arrepentimiento.

Fácil es colegir que la cuestión no fue tan intempestiva. Hasta la escasa correntía de Hurtado, testigo y cómplice de tantas cuitas, anunciaba lo que sobrevendría. Quizás la lucha tenaz del río por sobrevivir en medio de tanta indolencia gubernamental y ciudadana hizo ininteligible su lenguaje, no descifrado por los émulos del designado.

Después de ojo afuera no hay santa Lucía que valga… A estas alturas, ¿qué peso específico tienen las observaciones críticas formuladas contra la designación? Todo lo que se diga ya es vana palabrería, así fuesen alentadas por una innecesaria y provocadora urdimbre, de esas que suelen ensombrecer muchas decisiones acertadas, que se desdibujan en la manigua de las suspicacias por un cierto tufillo de ‘negociación’ que transpiran.

Cocinada, o bien por arte de birlibirloque, la luz fue hecha, alumbrando otra realidad en la UPC, la cual debe aceptarse con optimismo por varias razones: además de la terminación de la interinidad, ha de celebrarse la circunstancia del cuasi consenso habido entre los consejeros, algo insólito y exótico por vivir ellos usualmente encarnizados entre bandos prevenidos, excluyentes y antagónicos.

El momento no está para apostarle, cual anarquista, a la profundización de la crisis de la UPC. Más bien, de la mano del nuevo rector, siempre que comparta la existencia del problema, debe procurarse ayuda especializada para precisar etiología, magnitud, efectos y modus de  superar la crisis para encarrilar a la UPC en su transcendente rol misional.

Lo primero, por supuesto, es reconocer la autoridad recién investida, y aprestarse todos, sin prevención, a engrosar la cruzada de salvamento. Habrá desconfianza al principio, lógico, pero he ahí el más importante y urgente desafío del rector Maya para honrar su asunción: recuperar la confianza interna y externa de la UPC, hoy hecha añicos. El rector debe ser, por imperativo ético, el máximo educador: educar con el verbo, educar sobre todo con el ejemplo. Debe el rector ganar en autoridad, basada en el respeto y el reconocimiento social, y así precaverse del poder y del autoritarismo.

Como aporte axiomático del ciudadano común podrían aventurarse unas líneas gruesas problemáticas de la UPC, las que aluden al (I) desenfreno ético, (II) la baja calidad y (III) la nula pertinencia de sus programas con el territorio, cánceres que exigen procedimientos extraordinarios para su extirpación.

Pero antes se impone una catarsis para ‘disponer’ al paciente combatiéndole una infección que horada su interrelación con el mundo externo. Es un problema de introversión, una especie de xenofobia, de enconchamiento, por el cual percibe al mundo externo como enemigo usurpador.

Craso error, aunque explicable por los antecedentes. Una universidad pública está en función de su territorio, para desarrollarlo abrevando en sus canteras. Es retroalimentación necesaria e imprescindible. Los estamentos externos son tan o más importantes que los internos, pues de ellos se recibe la materia prima y hacía ellos deben retornar los productos procesados y acabados (ciudadanos – profesionales, investigaciones, en fin, la munificencia  de la madre nutricia). Ganado un reconocimiento, ese ultra mundo podría ser inclusive su gestor, benefactor o mecenas. Además, la UPC sola no puede desatollarse de su propio pandemónium: necesita apelar a la inclusión externa representativa e incontaminada, que también le aporta gobernabilidad.

En ese contexto, la inclusión debería propiciar un acuerdo contentivo de por lo menos tres puntos básicos: (i) aceptación de todos de que la universidad es de todos, reconociéndose lazos interdependientes de derechos y deberes; (ii) aceptar y propender todos, estamentos internos y externos, por la erradicación de la politiquería, y (iii) emprender entre todos la reingeniería de la UPC.

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