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Columnista - 13 julio, 2016

Una mirada al Eln, la silla rota

El Eln sigue sin sumarse al actual proceso de paz y en este momento las negociaciones con este grupo insurgente, están estancadas. Sus dirigentes, guerreristas y supuestamente intelectuales, no creen en la paz negociada. Este posible acuerdo no debe ser el precio que se tiene que pagar para acabar con la guerra, sino como una […]

El Eln sigue sin sumarse al actual proceso de paz y en este momento las negociaciones con este grupo insurgente, están estancadas. Sus dirigentes, guerreristas y supuestamente intelectuales, no creen en la paz negociada. Este posible acuerdo no debe ser el precio que se tiene que pagar para acabar con la guerra, sino como una oportunidad para realizar las reformas sociales que sean necesarias.

Hay que parar esta confrontación absurda para mirarla como una oportunidad única de mejorar los argumentos para construir una Colombia nueva que corrija los graves errores del pasado que dieron origen al conflicto armado más viejo de este hemisferio. Hoy logran sonrojamos cuando nos señalan con el dedo inquisidor de la vergüenza. El gobierno tiene la certeza que no lograremos una paz perfecta, pero este escenario es mucho mejor que una guerra perfecta. No podemos esperar condiciones ideales porque nunca se darán.

La reconciliación, el perdón y la tolerancia es la clave para construir la Colombia que soñamos, pero tenemos que despejar bien la cabeza y planchar el corazón para aprender a vivir, a perdonar y a compartir. El reto ahora es desarmar los espíritus y despolitizar la paz para apuntarle al emprendimiento, a la inversión y al desarrollo de los sectores productivos, lo cual tendrá un efecto social.

El Eln cuenta en sus filas con unos 2.800 y es una organización violenta, incierta y llena de mañas que está aprovechando la coyuntura actual de las negociaciones de paz con las Farc para fortalecerse militarmente arreciando sus ataques y aprovechando la indecisión que tienen algunos guerrilleros de regresar a la vida democrática. Confiamos que estos esperados acuerdos no se conviertan en una esperanza muerta.

Al dilatar y condicionar los diálogos de paz con el Gobierno pueden estar cometiendo un grave error porque el entendimiento es el único camino que les queda, o serán sometidos por las fuerzas del Estado. Las actuaciones del Eln son caóticas y pasadas de moda. Dicen ser el ejército del pueblo, pero en la práctica es su verdadero enemigo.

Los “elenos” tienen que dejar de ser los socios de la minería ilegal, del narcotráfico, de los cultivos de coca y de la práctica miserable del secuestro como parte de sus negocios cínicos y escandalosos.

Los dirigentes de esa organización deben entender que les llegó la hora de las decisiones trascendentales, o toman el camino del entendimiento o desaparecen como organización criminal. El Gobierno no puede permitir que tomen un segundo aire y lleguen a ocupar las zonas de negocios dejadas por las Farc. Sería un error absurdo que la historia no nos perdonaría.

¡El Eln se ha convertido en la piedra incómoda en el zapato y en la melancolía que representa una silla rota!

Columnista
13 julio, 2016

Una mirada al Eln, la silla rota

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

El Eln sigue sin sumarse al actual proceso de paz y en este momento las negociaciones con este grupo insurgente, están estancadas. Sus dirigentes, guerreristas y supuestamente intelectuales, no creen en la paz negociada. Este posible acuerdo no debe ser el precio que se tiene que pagar para acabar con la guerra, sino como una […]


El Eln sigue sin sumarse al actual proceso de paz y en este momento las negociaciones con este grupo insurgente, están estancadas. Sus dirigentes, guerreristas y supuestamente intelectuales, no creen en la paz negociada. Este posible acuerdo no debe ser el precio que se tiene que pagar para acabar con la guerra, sino como una oportunidad para realizar las reformas sociales que sean necesarias.

Hay que parar esta confrontación absurda para mirarla como una oportunidad única de mejorar los argumentos para construir una Colombia nueva que corrija los graves errores del pasado que dieron origen al conflicto armado más viejo de este hemisferio. Hoy logran sonrojamos cuando nos señalan con el dedo inquisidor de la vergüenza. El gobierno tiene la certeza que no lograremos una paz perfecta, pero este escenario es mucho mejor que una guerra perfecta. No podemos esperar condiciones ideales porque nunca se darán.

La reconciliación, el perdón y la tolerancia es la clave para construir la Colombia que soñamos, pero tenemos que despejar bien la cabeza y planchar el corazón para aprender a vivir, a perdonar y a compartir. El reto ahora es desarmar los espíritus y despolitizar la paz para apuntarle al emprendimiento, a la inversión y al desarrollo de los sectores productivos, lo cual tendrá un efecto social.

El Eln cuenta en sus filas con unos 2.800 y es una organización violenta, incierta y llena de mañas que está aprovechando la coyuntura actual de las negociaciones de paz con las Farc para fortalecerse militarmente arreciando sus ataques y aprovechando la indecisión que tienen algunos guerrilleros de regresar a la vida democrática. Confiamos que estos esperados acuerdos no se conviertan en una esperanza muerta.

Al dilatar y condicionar los diálogos de paz con el Gobierno pueden estar cometiendo un grave error porque el entendimiento es el único camino que les queda, o serán sometidos por las fuerzas del Estado. Las actuaciones del Eln son caóticas y pasadas de moda. Dicen ser el ejército del pueblo, pero en la práctica es su verdadero enemigo.

Los “elenos” tienen que dejar de ser los socios de la minería ilegal, del narcotráfico, de los cultivos de coca y de la práctica miserable del secuestro como parte de sus negocios cínicos y escandalosos.

Los dirigentes de esa organización deben entender que les llegó la hora de las decisiones trascendentales, o toman el camino del entendimiento o desaparecen como organización criminal. El Gobierno no puede permitir que tomen un segundo aire y lleguen a ocupar las zonas de negocios dejadas por las Farc. Sería un error absurdo que la historia no nos perdonaría.

¡El Eln se ha convertido en la piedra incómoda en el zapato y en la melancolía que representa una silla rota!