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Columnista - 25 octubre, 2022

Una historia de progreso regional (Primer parte)

Parece que a los cien años las historias se develan en mejor forma y sin los misterios sociales amparados por resentimientos, pero si examinados por la realidad, sin omitir detalles, pues la sabiduría y el perdón dominan los momentos de la plenitud de la vida que inducen a expresar la verdad, bondades y acciones de […]

Parece que a los cien años las historias se develan en mejor forma y sin los misterios sociales amparados por resentimientos, pero si examinados por la realidad, sin omitir detalles, pues la sabiduría y el perdón dominan los momentos de la plenitud de la vida que inducen a expresar la verdad, bondades y acciones de los seres humanos que no se pueden esconder a los ojos de una comunidad por lo cual se realizaron esfuerzos para un mejor bienestar de sus ciudadanos. 

Y voy a referirme a un ciudadano ilustre que sin ambages ni mentiras fue apreciado por su entorno que siempre admiró sus virtudes, su capacidad de acción y su entereza por el progreso regional, antes que sus defectos; me refiero a don Jorge Dangond Daza, hijo de Villanueva, La Guajira, quien bajo sus primeras letras dirigidas en el famoso colegio de entonces Rafael A. Amaya y un bachillerato alcanzado en el Colegio San Bartolomé de Bogotá y bajo una escasa preparación profesional, pues hizo un primer año de derecho y ciencias Políticas, que fueron suficientes para que escalara a nivel regional y nacional en las direcciones políticas y administrativas como alcalde de Valledupar, gobernador del Cesar, representante a la Cámara y senador de la República en representación del Partido Conservador. No entiendo por qué en otros tiempos, algunas personas y grupos sociales subestimaron la actitud progresista de este político eminente que forjó la historia en parte del Partido Conservador del Cesar y de la provincia.

¡Ah si!, los manejos mediocres de un celo político y social desmedido, pues estaban al frente de un hombre emprendedor que imponía respeto, quien siempre me decía: la gente acá habla mal de los demás solo por hablar, pues no tiene más nada que hacer. Eso sí, nunca renunció a su felicidad y la de su familia por comentarios desfasados de sus opositores, que al final comprendieron su grandeza.

— La gente siempre tendrá de que hablar mientras no logre la educación suficiente para vivir en paz—, … me comentaba como para nivelar el ánimo, pero con la mentalidad del progreso en su mente y en esta forma expresaba que, el éxito en cualquier camino, está en levantarse por las mañanas temprano para hacer lo que se debe hacer y lo que te gusta hacer. Eso te hace sentir feliz con lo que se hace, con lo que se tiene y con lo que se logra. Con esta filosofía levantó una historia de progreso para su región y su provincia y en esta ultima su sentido altruista se prestó para promulgar y practicar el bienestar social.

Don Jorge apareció en el camino como bien ligado a la familia por la amistad con mis padres y además había contraído matrimonio Elisa Castro Palmera, mujer de trabajo y servicio social permanente, quien con mi madre existían lazos fuertes de familiaridad. Cuando don Jorge supo de mi estadía en Valledupar ya como profesional me invitó para hacer parte de su equipo de trabajo en los temas de las construcciones, dando paso a las primeras urbanizaciones y viviendas de tipo popular.

Recién posesionado como gobernador, entre muchas de los cargos que ocupó, encontró en las gavetas del despacho de su predecesor, varias medallas al mérito para imponer a personalidades y así llamó a algunos amigos apreciados: Santos y ‘Rafita’ Giovannetti, Rodrigo Lacouture, Silvestre Dangond, Alvarito Orozco, ‘Poncho’ Cotes, Andrés Becerra y les dijo: “ustedes todos y cada uno en su oficio, han hecho mucho más por esta región que aquellos que vociferan servicios para ostentar posiciones públicas y engañar al pueblo; para que estas medallas no se pierdan quiero colocárselas a todos ustedes”.

Columnista
25 octubre, 2022

Una historia de progreso regional (Primer parte)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Parece que a los cien años las historias se develan en mejor forma y sin los misterios sociales amparados por resentimientos, pero si examinados por la realidad, sin omitir detalles, pues la sabiduría y el perdón dominan los momentos de la plenitud de la vida que inducen a expresar la verdad, bondades y acciones de […]


Parece que a los cien años las historias se develan en mejor forma y sin los misterios sociales amparados por resentimientos, pero si examinados por la realidad, sin omitir detalles, pues la sabiduría y el perdón dominan los momentos de la plenitud de la vida que inducen a expresar la verdad, bondades y acciones de los seres humanos que no se pueden esconder a los ojos de una comunidad por lo cual se realizaron esfuerzos para un mejor bienestar de sus ciudadanos. 

Y voy a referirme a un ciudadano ilustre que sin ambages ni mentiras fue apreciado por su entorno que siempre admiró sus virtudes, su capacidad de acción y su entereza por el progreso regional, antes que sus defectos; me refiero a don Jorge Dangond Daza, hijo de Villanueva, La Guajira, quien bajo sus primeras letras dirigidas en el famoso colegio de entonces Rafael A. Amaya y un bachillerato alcanzado en el Colegio San Bartolomé de Bogotá y bajo una escasa preparación profesional, pues hizo un primer año de derecho y ciencias Políticas, que fueron suficientes para que escalara a nivel regional y nacional en las direcciones políticas y administrativas como alcalde de Valledupar, gobernador del Cesar, representante a la Cámara y senador de la República en representación del Partido Conservador. No entiendo por qué en otros tiempos, algunas personas y grupos sociales subestimaron la actitud progresista de este político eminente que forjó la historia en parte del Partido Conservador del Cesar y de la provincia.

¡Ah si!, los manejos mediocres de un celo político y social desmedido, pues estaban al frente de un hombre emprendedor que imponía respeto, quien siempre me decía: la gente acá habla mal de los demás solo por hablar, pues no tiene más nada que hacer. Eso sí, nunca renunció a su felicidad y la de su familia por comentarios desfasados de sus opositores, que al final comprendieron su grandeza.

— La gente siempre tendrá de que hablar mientras no logre la educación suficiente para vivir en paz—, … me comentaba como para nivelar el ánimo, pero con la mentalidad del progreso en su mente y en esta forma expresaba que, el éxito en cualquier camino, está en levantarse por las mañanas temprano para hacer lo que se debe hacer y lo que te gusta hacer. Eso te hace sentir feliz con lo que se hace, con lo que se tiene y con lo que se logra. Con esta filosofía levantó una historia de progreso para su región y su provincia y en esta ultima su sentido altruista se prestó para promulgar y practicar el bienestar social.

Don Jorge apareció en el camino como bien ligado a la familia por la amistad con mis padres y además había contraído matrimonio Elisa Castro Palmera, mujer de trabajo y servicio social permanente, quien con mi madre existían lazos fuertes de familiaridad. Cuando don Jorge supo de mi estadía en Valledupar ya como profesional me invitó para hacer parte de su equipo de trabajo en los temas de las construcciones, dando paso a las primeras urbanizaciones y viviendas de tipo popular.

Recién posesionado como gobernador, entre muchas de los cargos que ocupó, encontró en las gavetas del despacho de su predecesor, varias medallas al mérito para imponer a personalidades y así llamó a algunos amigos apreciados: Santos y ‘Rafita’ Giovannetti, Rodrigo Lacouture, Silvestre Dangond, Alvarito Orozco, ‘Poncho’ Cotes, Andrés Becerra y les dijo: “ustedes todos y cada uno en su oficio, han hecho mucho más por esta región que aquellos que vociferan servicios para ostentar posiciones públicas y engañar al pueblo; para que estas medallas no se pierdan quiero colocárselas a todos ustedes”.