El proyecto de la construcción de la sede bioclimática de la Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, es un ejemplo de lo que no debe ocurrir en el sector público. No se justifica que hayan transcurrido ocho años y la obra siga sin terminarse, a pesar de la millonaria inversión hecha con recursos de regalías. […]
El proyecto de la construcción de la sede bioclimática de la Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, es un ejemplo de lo que no debe ocurrir en el sector público.
No se justifica que hayan transcurrido ocho años y la obra siga sin terminarse, a pesar de la millonaria inversión hecha con recursos de regalías. Las razones son técnicas y diversas, según la entidad ambiental, y las irregularidades de acuerdo con la Contraloría General de la República son numerosas. Las partes tienen razón en sus argumentos, pero más allá de que existan justificaciones, fallas e inconsistencias en la ejecución del proyecto, lo que se espera y se exige es que las inversiones con dineros públicos se hagan bien y en los tiempos que son.
La primera etapa de la sede bioclimática fue contratada en el año 2009 y tuvo una ejecución hasta el 2011, con un avance del 42 %, y una segunda fase que fue contratada años después porque la obra fue suspendida por inconsistencias en la aplicación de la norma sismorresistente.
En un informe publicado en este diario en el 9 de marzo de 2016, afirmaron fuentes de Corpocesar que esa segunda etapa estaba en proceso de ejecución, con un avance de 18 %, en la cual reprogramaron las actividades de obras y esperaban culminar en el mes de agosto (es decir, hace un año). Sin embargo, este plazo tampoco se cumplió y hoy la construcción está en manos de un nuevo contratista (Consorcio Biocesar), que tiene plazo hasta el 18 de febrero del 2018, con el que reprogramaron la entrega de la obra.
A fecha de hoy la obra sigue sin concluir y la Contraloría General de la República hizo público que esta obra era un “elefante blanco” más, de los tantos que existen en Colombia y específicamente en el Cesar. En esta sede invirtieron inicialmente 3.900 millones de pesos con recursos de compensación del carbón del antiguo Sistema General de Regalías, después en la segunda fase la inversión fue de 6.600 millones de pesos a través del nuevo Sistema General de Regalías con recursos del OCAD, al que además le hicieron una adición de 2.570 millones, con lo que esperaban terminar la obra.
Después de estos largos ocho años de espera, de obstáculos, de padecimientos, lo único que se espera es que terminen el proyecto, que entre otras cosas es un piloto demostrativa de la construcción bioclimática, por lo menos ese fue el sentido inicial del mismo. Son más de 12 mil millones de pesos los que están en juego.
Así como la construcción de la Universidad Nacional y la vía Zanjón-Pueblo Bello tienen veedurías ciudadanas, pendientes de su buena ejecución, la sede bioclimática también debería tenerla, porque si la tiene, no se ve ni se oye.
El proyecto de la construcción de la sede bioclimática de la Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, es un ejemplo de lo que no debe ocurrir en el sector público. No se justifica que hayan transcurrido ocho años y la obra siga sin terminarse, a pesar de la millonaria inversión hecha con recursos de regalías. […]
El proyecto de la construcción de la sede bioclimática de la Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, es un ejemplo de lo que no debe ocurrir en el sector público.
No se justifica que hayan transcurrido ocho años y la obra siga sin terminarse, a pesar de la millonaria inversión hecha con recursos de regalías. Las razones son técnicas y diversas, según la entidad ambiental, y las irregularidades de acuerdo con la Contraloría General de la República son numerosas. Las partes tienen razón en sus argumentos, pero más allá de que existan justificaciones, fallas e inconsistencias en la ejecución del proyecto, lo que se espera y se exige es que las inversiones con dineros públicos se hagan bien y en los tiempos que son.
La primera etapa de la sede bioclimática fue contratada en el año 2009 y tuvo una ejecución hasta el 2011, con un avance del 42 %, y una segunda fase que fue contratada años después porque la obra fue suspendida por inconsistencias en la aplicación de la norma sismorresistente.
En un informe publicado en este diario en el 9 de marzo de 2016, afirmaron fuentes de Corpocesar que esa segunda etapa estaba en proceso de ejecución, con un avance de 18 %, en la cual reprogramaron las actividades de obras y esperaban culminar en el mes de agosto (es decir, hace un año). Sin embargo, este plazo tampoco se cumplió y hoy la construcción está en manos de un nuevo contratista (Consorcio Biocesar), que tiene plazo hasta el 18 de febrero del 2018, con el que reprogramaron la entrega de la obra.
A fecha de hoy la obra sigue sin concluir y la Contraloría General de la República hizo público que esta obra era un “elefante blanco” más, de los tantos que existen en Colombia y específicamente en el Cesar. En esta sede invirtieron inicialmente 3.900 millones de pesos con recursos de compensación del carbón del antiguo Sistema General de Regalías, después en la segunda fase la inversión fue de 6.600 millones de pesos a través del nuevo Sistema General de Regalías con recursos del OCAD, al que además le hicieron una adición de 2.570 millones, con lo que esperaban terminar la obra.
Después de estos largos ocho años de espera, de obstáculos, de padecimientos, lo único que se espera es que terminen el proyecto, que entre otras cosas es un piloto demostrativa de la construcción bioclimática, por lo menos ese fue el sentido inicial del mismo. Son más de 12 mil millones de pesos los que están en juego.
Así como la construcción de la Universidad Nacional y la vía Zanjón-Pueblo Bello tienen veedurías ciudadanas, pendientes de su buena ejecución, la sede bioclimática también debería tenerla, porque si la tiene, no se ve ni se oye.