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Columnista - 10 mayo, 2011

Una conducta despreciable

BITÁCORA Por: Oscar Ariza En los últimos meses la tendencia al suicidio en el Cesar y Valledupar ha venido incrementándose especialmente en la población infantil y juvenil. Niños y jóvenes se auto eliminan por decepciones amorosas, problemas en los estudios y por depresiones, entre otros factores. En los titulares del día de ayer, EL PILÓN […]

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BITÁCORA

Por: Oscar Ariza

En los últimos meses la tendencia al suicidio en el Cesar y Valledupar ha venido incrementándose especialmente en la población infantil y juvenil. Niños y jóvenes se auto eliminan por decepciones amorosas, problemas en los estudios y por depresiones, entre otros factores.

En los titulares del día de ayer, EL PILÓN informó el suicidio de un joven cesarense de  veintitrés años, el de una adolescente de quince y el intento de autoeliminación de su amiga de veinticuatro años de edad. Estos dos casos hacen parte de más de una decena de sucesos fatales y trágicos en lo que va corrido del año, que atentan contra la población juvenil, sin que aún se tomen medidas por controlar este tipo de conducta de exterminio.

Preocupa la excesiva tolerancia de las instituciones sociales con respecto a este problema que en lugar de condenarlo, parecieran anunciarlo en cifras estadísticas que más allá de indicar una lista de fatalidades, muestran cierto morbo en su tratamiento.

Sería interesante analizar y evaluar qué está haciendo la familia como institución social para evitar que sus miembros queden  aislados de su roll colectivo y como tal recurriendo al suicidio  cuando se sienten solos y desamparados ante los problemas o crisis.

La desnuclearización de la familia ha llevado a fomentar la cultura del individualismo y como tal, las soluciones fáciles en las que cada ser, sin tener en cuenta su articulación con un núcleo social, vuelve inevitable que todo problema le sirva de pretexto para desembarazarse de su misma vida. Es dentro del núcleo familiar donde se debe condenar y recalcar con rigor el desprecio por el suicidio, mostrándolo como algo deplorable e indigno, para evitar que siga creciendo.

¿Qué está haciendo la religión y su institucionalidad para evitar que flagelos como éste crezcan?, pues la misión de la iglesia es fomentar el principio de la colectividad alrededor de la espiritualidad y el respeto por la vida como mandamiento que viene desde la trascendencia. ¿Qué está haciendo la escuela por fomentar una cultura del rechazo radical al suicidio, para que sea condenado socialmente en lugar de  mostrarlo como el producto de desequilibrios emocionales y psicológicos que merecen mirarse con lástima? ¿Qué hace el  Estado desde los gobiernos municipal y departamental por hacer acompañamiento a las familias, escuelas y otras instancias sociales para la prevención del suicidio? ¿Hay un plan eficaz y continuo para instituir el reproche por este tipo de conducta?

Cada instancia de la sociedad tiene la obligación de esforzarse por formar en cada uno de sus integrantes valores de respeto por la vida, pero sobre todo por mostrar el suicidio o autoeliminación como un delito contra el ser humano y no como una opción válida al creer que por ser producto de la voluntad propia tiene que volverse tolerable.

Si queremos detener este tipo de conductas que ofenden la moral, en la medida que se menosprecia la vida, banalizándola hasta el punto de atentar contra ella ante cualquier dificultad, debemos rechazar con más energía este auto atentado contra la vida, pues hoy somos dados a mirar a quien se ha provocado  la muerte con demasiada  compasión, en lugar de censurarlo con rigor, para que esto no se convierta en un modelo a seguir para quienes sufren un estado de crisis y perturbación que los lleva a cometer estos errores condenables. No podemos seguir permitiendo que estas inclinaciones a la tristeza se vuelvan mecanismos colectivos para evadir los problemas a través de la autoeliminación.

Es necesario que se empiece a mostrar en las diferentes instancias sociales cómo el suicidio lastima la conciencia ética, por lo que debe ser mostrado como una conducta criminal que afecta no sólo a nivel individual, sino a toda una estructura social que se perturba a partir de la forma violenta como se interrumpe la vida.

Así las cosas, el suicidio debe empezar a verse como un fenómeno de patología social que debe atacarse con rigor y eficacia, pues a pesar de ser producto de las pasiones individuales no pueden quedarse sin normas sociales que  regulen y limiten nuestros deseos individuales, por lo que desde todos los frentes sociales se debe rechazar tajantemente y sin contemplación alguna.

[email protected]

Columnista
10 mayo, 2011

Una conducta despreciable

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

BITÁCORA Por: Oscar Ariza En los últimos meses la tendencia al suicidio en el Cesar y Valledupar ha venido incrementándose especialmente en la población infantil y juvenil. Niños y jóvenes se auto eliminan por decepciones amorosas, problemas en los estudios y por depresiones, entre otros factores. En los titulares del día de ayer, EL PILÓN […]


BITÁCORA

Por: Oscar Ariza

En los últimos meses la tendencia al suicidio en el Cesar y Valledupar ha venido incrementándose especialmente en la población infantil y juvenil. Niños y jóvenes se auto eliminan por decepciones amorosas, problemas en los estudios y por depresiones, entre otros factores.

En los titulares del día de ayer, EL PILÓN informó el suicidio de un joven cesarense de  veintitrés años, el de una adolescente de quince y el intento de autoeliminación de su amiga de veinticuatro años de edad. Estos dos casos hacen parte de más de una decena de sucesos fatales y trágicos en lo que va corrido del año, que atentan contra la población juvenil, sin que aún se tomen medidas por controlar este tipo de conducta de exterminio.

Preocupa la excesiva tolerancia de las instituciones sociales con respecto a este problema que en lugar de condenarlo, parecieran anunciarlo en cifras estadísticas que más allá de indicar una lista de fatalidades, muestran cierto morbo en su tratamiento.

Sería interesante analizar y evaluar qué está haciendo la familia como institución social para evitar que sus miembros queden  aislados de su roll colectivo y como tal recurriendo al suicidio  cuando se sienten solos y desamparados ante los problemas o crisis.

La desnuclearización de la familia ha llevado a fomentar la cultura del individualismo y como tal, las soluciones fáciles en las que cada ser, sin tener en cuenta su articulación con un núcleo social, vuelve inevitable que todo problema le sirva de pretexto para desembarazarse de su misma vida. Es dentro del núcleo familiar donde se debe condenar y recalcar con rigor el desprecio por el suicidio, mostrándolo como algo deplorable e indigno, para evitar que siga creciendo.

¿Qué está haciendo la religión y su institucionalidad para evitar que flagelos como éste crezcan?, pues la misión de la iglesia es fomentar el principio de la colectividad alrededor de la espiritualidad y el respeto por la vida como mandamiento que viene desde la trascendencia. ¿Qué está haciendo la escuela por fomentar una cultura del rechazo radical al suicidio, para que sea condenado socialmente en lugar de  mostrarlo como el producto de desequilibrios emocionales y psicológicos que merecen mirarse con lástima? ¿Qué hace el  Estado desde los gobiernos municipal y departamental por hacer acompañamiento a las familias, escuelas y otras instancias sociales para la prevención del suicidio? ¿Hay un plan eficaz y continuo para instituir el reproche por este tipo de conducta?

Cada instancia de la sociedad tiene la obligación de esforzarse por formar en cada uno de sus integrantes valores de respeto por la vida, pero sobre todo por mostrar el suicidio o autoeliminación como un delito contra el ser humano y no como una opción válida al creer que por ser producto de la voluntad propia tiene que volverse tolerable.

Si queremos detener este tipo de conductas que ofenden la moral, en la medida que se menosprecia la vida, banalizándola hasta el punto de atentar contra ella ante cualquier dificultad, debemos rechazar con más energía este auto atentado contra la vida, pues hoy somos dados a mirar a quien se ha provocado  la muerte con demasiada  compasión, en lugar de censurarlo con rigor, para que esto no se convierta en un modelo a seguir para quienes sufren un estado de crisis y perturbación que los lleva a cometer estos errores condenables. No podemos seguir permitiendo que estas inclinaciones a la tristeza se vuelvan mecanismos colectivos para evadir los problemas a través de la autoeliminación.

Es necesario que se empiece a mostrar en las diferentes instancias sociales cómo el suicidio lastima la conciencia ética, por lo que debe ser mostrado como una conducta criminal que afecta no sólo a nivel individual, sino a toda una estructura social que se perturba a partir de la forma violenta como se interrumpe la vida.

Así las cosas, el suicidio debe empezar a verse como un fenómeno de patología social que debe atacarse con rigor y eficacia, pues a pesar de ser producto de las pasiones individuales no pueden quedarse sin normas sociales que  regulen y limiten nuestros deseos individuales, por lo que desde todos los frentes sociales se debe rechazar tajantemente y sin contemplación alguna.

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