Nos vemos instados a replantear el problema del desarrollo rechazando la concepción (tan burda y tan bárbara, y tanto tiempo imperante), según la cual la tasa de crecimiento industrial significaba el desarrollo económico y el desarrollo económico significaba el desarrollo humano, mental, cultural, entre otros, mientras que en nuestras civilizaciones, llamadas desarrollo, existe un atroz […]
Nos vemos instados a replantear el problema del desarrollo rechazando la concepción (tan burda y tan bárbara, y tanto tiempo imperante), según la cual la tasa de crecimiento industrial significaba el desarrollo económico y el desarrollo económico significaba el desarrollo humano, mental, cultural, entre otros, mientras que en nuestras civilizaciones, llamadas desarrollo, existe un atroz subdesarrollo cultural, mental, y humano. Consideramos que debemos repensar por completo la palabra desarrollo en toda su complejidad. Estamos en un momento en el que el problema ecológico se suma al problema del desarrollo de las sociedades y de la humanidad entera.
La humanidad está en la biosfera, de la que forma parte; la biosfera está alrededor del planeta Tierra, del que forma parte. En años recientes, James Lovelock ha propuesto la hipótesis Gaia: La Tierra y la Biosfera constituyen un conjunto regulador que lucha y resiste por sí mismo contra los excesos que amenazan con degradarlo. Lovelock piensa que Gaia (Tierra) dispone de regulaciones naturales contra el crecimiento del óxido de Carbono en la atmosfera, y encontraría por si misma medios naturales para luchar contra los agujeros de ozono aparecidos en los polos. Sin embargo, ningún sistema es inmortal, ni siquiera el mejor regulado, y un organismo, incluso autoreparador y autoregenerador, muere si un veneno le toca en su punto débil. Es el problema del talón de Aquiles. También la biosfera, ser vivo, aunque no sea tan frágil como se pudo haber creído, puede ser herida de muerte por la acción humana.
La idea de Gaia repersonaliza la Tierra, en un momento en que, desde hace 20 años, es todo el planeta Tierra, en sus profundidades y su existencia física, el que ha entrado en la era de las ciencias sistémica: Las ciencias de la Tierra se unieron en la década de 1960. Estas múltiples ciencias (climatología, meteorología, volcanología, sismología, geología, entre otras) no se comunicaban entre sí. Ahora bien, las exploraciones de la tectónica de las placas submarinas han resucitado la idea de la deriva de los continentes, lanzada por el meteorólogo y geofísico alemán considerado como uno de los padres de la geología moderna Alfred Wegener a comienzos del siglo XX, y han revelado que el conjunto de la Tierra constituye un sistema complejo, animado por movimientos y transformaciones múltiples; desde entonces, puede concebirse la Tierra como un ser vivo no en el sentido biológico con un ADN (Ácidos Desoxirribonucleicos), un ARN (Ácidos Ribonucleicos), entre otros, sino en el sentido autorganizador y autoregulador de un ser que tiene su historia, es decir, que se forma y se transforma manteniendo su identidad.
NOTA: Ojalá con prioridad se retome lo del proyecto del Embalse de Besotes, ya que para este se han realizado todo tipo de estudios, entre otros, agrología, cartografía, topografía, geología, sismología, hidrología, cuenca hidrográfica, aspectos socioeconómicos, aspectos ambientales y otras factibilidad, como quien dice, solo haría falta la consulta previa con los indígenas y la sustracción de la zona de reserva (Ley 2ª de 1959) ante Minambiente. De esta gestión se deben aprestar las administraciones departamental y municipal así como los representantes a la cámara y senador del Cesar.
Nos vemos instados a replantear el problema del desarrollo rechazando la concepción (tan burda y tan bárbara, y tanto tiempo imperante), según la cual la tasa de crecimiento industrial significaba el desarrollo económico y el desarrollo económico significaba el desarrollo humano, mental, cultural, entre otros, mientras que en nuestras civilizaciones, llamadas desarrollo, existe un atroz […]
Nos vemos instados a replantear el problema del desarrollo rechazando la concepción (tan burda y tan bárbara, y tanto tiempo imperante), según la cual la tasa de crecimiento industrial significaba el desarrollo económico y el desarrollo económico significaba el desarrollo humano, mental, cultural, entre otros, mientras que en nuestras civilizaciones, llamadas desarrollo, existe un atroz subdesarrollo cultural, mental, y humano. Consideramos que debemos repensar por completo la palabra desarrollo en toda su complejidad. Estamos en un momento en el que el problema ecológico se suma al problema del desarrollo de las sociedades y de la humanidad entera.
La humanidad está en la biosfera, de la que forma parte; la biosfera está alrededor del planeta Tierra, del que forma parte. En años recientes, James Lovelock ha propuesto la hipótesis Gaia: La Tierra y la Biosfera constituyen un conjunto regulador que lucha y resiste por sí mismo contra los excesos que amenazan con degradarlo. Lovelock piensa que Gaia (Tierra) dispone de regulaciones naturales contra el crecimiento del óxido de Carbono en la atmosfera, y encontraría por si misma medios naturales para luchar contra los agujeros de ozono aparecidos en los polos. Sin embargo, ningún sistema es inmortal, ni siquiera el mejor regulado, y un organismo, incluso autoreparador y autoregenerador, muere si un veneno le toca en su punto débil. Es el problema del talón de Aquiles. También la biosfera, ser vivo, aunque no sea tan frágil como se pudo haber creído, puede ser herida de muerte por la acción humana.
La idea de Gaia repersonaliza la Tierra, en un momento en que, desde hace 20 años, es todo el planeta Tierra, en sus profundidades y su existencia física, el que ha entrado en la era de las ciencias sistémica: Las ciencias de la Tierra se unieron en la década de 1960. Estas múltiples ciencias (climatología, meteorología, volcanología, sismología, geología, entre otras) no se comunicaban entre sí. Ahora bien, las exploraciones de la tectónica de las placas submarinas han resucitado la idea de la deriva de los continentes, lanzada por el meteorólogo y geofísico alemán considerado como uno de los padres de la geología moderna Alfred Wegener a comienzos del siglo XX, y han revelado que el conjunto de la Tierra constituye un sistema complejo, animado por movimientos y transformaciones múltiples; desde entonces, puede concebirse la Tierra como un ser vivo no en el sentido biológico con un ADN (Ácidos Desoxirribonucleicos), un ARN (Ácidos Ribonucleicos), entre otros, sino en el sentido autorganizador y autoregulador de un ser que tiene su historia, es decir, que se forma y se transforma manteniendo su identidad.
NOTA: Ojalá con prioridad se retome lo del proyecto del Embalse de Besotes, ya que para este se han realizado todo tipo de estudios, entre otros, agrología, cartografía, topografía, geología, sismología, hidrología, cuenca hidrográfica, aspectos socioeconómicos, aspectos ambientales y otras factibilidad, como quien dice, solo haría falta la consulta previa con los indígenas y la sustracción de la zona de reserva (Ley 2ª de 1959) ante Minambiente. De esta gestión se deben aprestar las administraciones departamental y municipal así como los representantes a la cámara y senador del Cesar.