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Columnista - 22 septiembre, 2023

Una carta por la paz

En Timba, corregimiento de Buenos Aires, Cauca, murió Luz Stella, una sencilla profesora que iba a su trabajo, cuando explotó un carro-bomba destinado a matar policías. Días atrás, en Guachené, otro municipio caucano, murió Laura Zineth, de 14 años, en medio del fuego entre policías y delincuentes al mando de ‘El Gomelo’, muerto también en […]

En Timba, corregimiento de Buenos Aires, Cauca, murió Luz Stella, una sencilla profesora que iba a su trabajo, cuando explotó un carro-bomba destinado a matar policías. Días atrás, en Guachené, otro municipio caucano, murió Laura Zineth, de 14 años, en medio del fuego entre policías y delincuentes al mando de ‘El Gomelo’, muerto también en el enfrentamiento. Días después, decenas de jóvenes disparaban energúmenos despidiendo a su líder, en medio de una población acostumbrada a la violencia. 

En Cauca, Nariño, Arauca, Sur de Bolívar, Catatumbo, como en todas las regiones azotadas por la coca y otras actividades ilícitas, se libra una guerra sin cuartel entre actores armados ilegales por el control territorial; guerra que afecta a las comunidades y de la cual hacen parte el ELN y el autodenominado Estado Mayor Central de las Farc, EMC, el primero con un acuerdo de cese al fuego firmado y el segundo con uno por firmar el 8 de octubre, por lo que deberían empezar a ser parte de la solución y no del problema. 

Por ello, en un país donde ponerse de acuerdo parece imposible, fue fácil para mí hacerlo con Fabio Valencia Cossio; con quien hemos compartido militancia política y, sobre todo, porque creemos en el derecho de la gente a vivir en paz. Nos pusimos de acuerdo porque, además, hacemos parte de las delegaciones del Gobierno en las negociaciones, él con el EMC, y yo con el ELN, procesos que, uno empezando y el otro avanzado, persiguen el mismo objetivo: la paz 

A partir de esa premisa, acordamos enviar una carta dirigida al Gobierno, a través del Comisionado de Paz, y a los jefes de las delegaciones de los dos grupos ilegales, cuyo propósito es invitar a que, al margen del acuerdo de cese al fuego con el Gobierno, se llegue también a un acuerdo entre los dos grupos. Las razones son de bulto: 

Primero: la gente que sufre en los territorios. El presidente Petro ha dejado claro que no basta con el cese al fuego, sino que toda negociación debe incluir cese de hostilidades a la población. Los dos grupos ilegales, por su parte, aceptaron como marco de referencia el Derecho Internacional Humanitario en lo referido a la protección de la población civil. 

Segundo:  la confrontación entre los dos grupos, al afectar a las comunidades, exige la intervención de la Fuerza Pública, obligada constitucionalmente a proteger a la población, lo cual deriva en eventuales “incidentes” que entorpecen ambos procesos.   

Tercero: El enfrentamiento entre grupos que, al mismo tiempo, adelantan conversaciones de paz, es inconsecuente y les resta credibilidad a los procesos.

Por José Félix Lafaurie Rivera 

El país, que se debate entre el escepticismo y la desesperanza, necesita volver a creer. Con Fabio Valencia hemos enviado una carta por la paz, para proteger a millones de colombianos atrapados por la violencia, mientras llega esa paz de verdad, que solo será posible cuando se callen los fusiles.

Columnista
22 septiembre, 2023

Una carta por la paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

En Timba, corregimiento de Buenos Aires, Cauca, murió Luz Stella, una sencilla profesora que iba a su trabajo, cuando explotó un carro-bomba destinado a matar policías. Días atrás, en Guachené, otro municipio caucano, murió Laura Zineth, de 14 años, en medio del fuego entre policías y delincuentes al mando de ‘El Gomelo’, muerto también en […]


En Timba, corregimiento de Buenos Aires, Cauca, murió Luz Stella, una sencilla profesora que iba a su trabajo, cuando explotó un carro-bomba destinado a matar policías. Días atrás, en Guachené, otro municipio caucano, murió Laura Zineth, de 14 años, en medio del fuego entre policías y delincuentes al mando de ‘El Gomelo’, muerto también en el enfrentamiento. Días después, decenas de jóvenes disparaban energúmenos despidiendo a su líder, en medio de una población acostumbrada a la violencia. 

En Cauca, Nariño, Arauca, Sur de Bolívar, Catatumbo, como en todas las regiones azotadas por la coca y otras actividades ilícitas, se libra una guerra sin cuartel entre actores armados ilegales por el control territorial; guerra que afecta a las comunidades y de la cual hacen parte el ELN y el autodenominado Estado Mayor Central de las Farc, EMC, el primero con un acuerdo de cese al fuego firmado y el segundo con uno por firmar el 8 de octubre, por lo que deberían empezar a ser parte de la solución y no del problema. 

Por ello, en un país donde ponerse de acuerdo parece imposible, fue fácil para mí hacerlo con Fabio Valencia Cossio; con quien hemos compartido militancia política y, sobre todo, porque creemos en el derecho de la gente a vivir en paz. Nos pusimos de acuerdo porque, además, hacemos parte de las delegaciones del Gobierno en las negociaciones, él con el EMC, y yo con el ELN, procesos que, uno empezando y el otro avanzado, persiguen el mismo objetivo: la paz 

A partir de esa premisa, acordamos enviar una carta dirigida al Gobierno, a través del Comisionado de Paz, y a los jefes de las delegaciones de los dos grupos ilegales, cuyo propósito es invitar a que, al margen del acuerdo de cese al fuego con el Gobierno, se llegue también a un acuerdo entre los dos grupos. Las razones son de bulto: 

Primero: la gente que sufre en los territorios. El presidente Petro ha dejado claro que no basta con el cese al fuego, sino que toda negociación debe incluir cese de hostilidades a la población. Los dos grupos ilegales, por su parte, aceptaron como marco de referencia el Derecho Internacional Humanitario en lo referido a la protección de la población civil. 

Segundo:  la confrontación entre los dos grupos, al afectar a las comunidades, exige la intervención de la Fuerza Pública, obligada constitucionalmente a proteger a la población, lo cual deriva en eventuales “incidentes” que entorpecen ambos procesos.   

Tercero: El enfrentamiento entre grupos que, al mismo tiempo, adelantan conversaciones de paz, es inconsecuente y les resta credibilidad a los procesos.

Por José Félix Lafaurie Rivera 

El país, que se debate entre el escepticismo y la desesperanza, necesita volver a creer. Con Fabio Valencia hemos enviado una carta por la paz, para proteger a millones de colombianos atrapados por la violencia, mientras llega esa paz de verdad, que solo será posible cuando se callen los fusiles.