En medio de una reunión de negocios, se encontraban las emociones, los conocimientos y los talentos, tratando de averiguar cuál era el verdadero secreto de la productividad.
En medio de una reunión de negocios, se encontraban las emociones, los conocimientos y los talentos, tratando de averiguar cuál era el verdadero secreto de la productividad.
El conocimiento organizacional hacía énfasis en la importancia de conocer la empresa, y el conocimiento específico, en que las metas se alcanzaban, si cada quien conocía bien su rol en el cargo; por otro lado, se encontraban las habilidades debatiendo sobre la importancia, de contar con destrezas para realizar actividades técnicas, operativas y ejecutivas. Mientras tanto, las emociones se encontraban apartadas, ya que no les interesaba participar; la alegría estaba cantando, la ira se contenía e ignoraba a todos, y el amor, se encontraba durmiendo en un sillón.
Los conocimientos y los talentos consideraban las emociones inútiles, por eso, seguían debatiendo haciendo caso omiso de si estas participaban, o no. Al ver que las horas transcurrían y no se llegaba a ninguna solución, la ira estalló en cólera y afirmó que los conocimientos son inútiles ya que no siempre tienen la razón, y que los talentos, son ineficaces, ya que dependen de una instrucción y buen ejecutor. Todos empezaron a discutir, los conocimientos se consideraban los más importantes, y el talento, no dejaba de alardear sobre sus destrezas.
Con tanto ruido, el amor despertó e invitó a todos a valorar el aporte de cada uno a la organización; aprovechó el momento para incluir a la alegría, y así todos lograron ver con optimismo, la importancia de cada uno en la productividad. Finalizando la reunión, dice la habilidad técnica: “Como conclusión, la productividad es sinónimo de la sinergia entre los conocimientos, los talentos y las emociones, excluyendo las negativas, toda vez que ellas, generan caos en la empresa”, pero el amor, tomó la palabra e hizo la siguiente reflexión: “Todas las emociones son necesarias, ya que sin la presencia de las negativas, la empresa estaría bajo el dominio del conocimiento y los talentos, y es gracias a las emociones negativas, que las positivas logran participar, para recordarle a la empresa, que el saber y el hacer, no concluyen nada, sin las emociones positivas del ser”.
El exceso de saber y hacer, deshumaniza, hace que las empresas se olviden del bienestar y la salud mental de sus colaboradores. Es por lo anterior que las emociones negativas vienen a ser un detonante, una alarma, que suena cuando hay exceso de razón y lógica en las áreas de trabajo.
Las emociones positivas son aquellas que nos invitan a colaborar, participar, escuchar, ser respetuosos y tolerantes en medio de las diferencias y dificultades, a salirnos del molde en pro del bien común y el buen desarrollo de las relaciones interpersonales a largo plazo, con clientes internos y externos.
Esta batalla, no sólo tiene lugar en las empresas, también se gestan en los hogares, cuando los padres tienden a valorar más las habilidades y los conocimientos de sus hijos, pero ignoran los valores, los sentimientos y el manejo de las emociones en su diario vivir.
Por: Angélica Vega Aroca.
En medio de una reunión de negocios, se encontraban las emociones, los conocimientos y los talentos, tratando de averiguar cuál era el verdadero secreto de la productividad.
En medio de una reunión de negocios, se encontraban las emociones, los conocimientos y los talentos, tratando de averiguar cuál era el verdadero secreto de la productividad.
El conocimiento organizacional hacía énfasis en la importancia de conocer la empresa, y el conocimiento específico, en que las metas se alcanzaban, si cada quien conocía bien su rol en el cargo; por otro lado, se encontraban las habilidades debatiendo sobre la importancia, de contar con destrezas para realizar actividades técnicas, operativas y ejecutivas. Mientras tanto, las emociones se encontraban apartadas, ya que no les interesaba participar; la alegría estaba cantando, la ira se contenía e ignoraba a todos, y el amor, se encontraba durmiendo en un sillón.
Los conocimientos y los talentos consideraban las emociones inútiles, por eso, seguían debatiendo haciendo caso omiso de si estas participaban, o no. Al ver que las horas transcurrían y no se llegaba a ninguna solución, la ira estalló en cólera y afirmó que los conocimientos son inútiles ya que no siempre tienen la razón, y que los talentos, son ineficaces, ya que dependen de una instrucción y buen ejecutor. Todos empezaron a discutir, los conocimientos se consideraban los más importantes, y el talento, no dejaba de alardear sobre sus destrezas.
Con tanto ruido, el amor despertó e invitó a todos a valorar el aporte de cada uno a la organización; aprovechó el momento para incluir a la alegría, y así todos lograron ver con optimismo, la importancia de cada uno en la productividad. Finalizando la reunión, dice la habilidad técnica: “Como conclusión, la productividad es sinónimo de la sinergia entre los conocimientos, los talentos y las emociones, excluyendo las negativas, toda vez que ellas, generan caos en la empresa”, pero el amor, tomó la palabra e hizo la siguiente reflexión: “Todas las emociones son necesarias, ya que sin la presencia de las negativas, la empresa estaría bajo el dominio del conocimiento y los talentos, y es gracias a las emociones negativas, que las positivas logran participar, para recordarle a la empresa, que el saber y el hacer, no concluyen nada, sin las emociones positivas del ser”.
El exceso de saber y hacer, deshumaniza, hace que las empresas se olviden del bienestar y la salud mental de sus colaboradores. Es por lo anterior que las emociones negativas vienen a ser un detonante, una alarma, que suena cuando hay exceso de razón y lógica en las áreas de trabajo.
Las emociones positivas son aquellas que nos invitan a colaborar, participar, escuchar, ser respetuosos y tolerantes en medio de las diferencias y dificultades, a salirnos del molde en pro del bien común y el buen desarrollo de las relaciones interpersonales a largo plazo, con clientes internos y externos.
Esta batalla, no sólo tiene lugar en las empresas, también se gestan en los hogares, cuando los padres tienden a valorar más las habilidades y los conocimientos de sus hijos, pero ignoran los valores, los sentimientos y el manejo de las emociones en su diario vivir.
Por: Angélica Vega Aroca.