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Columnista - 8 mayo, 2019

Un valioso familiar menos

En términos coloquiales podríamos decir que mi sobrino José Guillermo Hernández Aponte murió anticipadamente. En el plenilunio de su periplo vital. Vivía con contagiosa alegría con apertura total a los demás. De allí nacen sus muy numerosas amistades de todas las edades de todos los ámbitos sociales, como ampliamente quedó demostrado durante los días de […]

En términos coloquiales podríamos decir que mi sobrino José Guillermo Hernández Aponte murió anticipadamente. En el plenilunio de su periplo vital. Vivía con contagiosa alegría con apertura total a los demás. De allí nacen sus muy numerosas amistades de todas las edades de todos los ámbitos sociales, como ampliamente quedó demostrado durante los días de su velación y el de su sepultura. No recuerdo una multitud tan numerosa de asistencia a sus honras fúnebres para acompañar a su familia y acompañarse recíprocamente y lamentar la pérdida irreparable de su don de familiaridad y amistad.

Como se sabe, lo alcanzó la muerte en el vecino país del Brasil adonde había ido en su condición de reconocido ganadero a la Feria Uberaba. Dos bandidos lo atracaron para despojarlo de un reloj de marca a quienes no dejándolos satisfechos el robo también eligieron arrebatarle la vida de manera aviesa. Tanto quejarnos de nuestra inseguridad en Colombia para ir a encontrar la muerte violenta fuera de nuestra frontera.

El mundo está inseguro por todo el territorio del planeta. ¿Qué nos habrá ocurrido sobre todo últimamente a los habitantes de este rincón del universo? Hace algún tiempo venimos en una degradación de las buenas costumbres y atacando vilmente nuestro hábitat natural. Actualmente tenemos más ciencia en todas las áreas del conocimiento y no se diga de las tecnologías aplicadas que nunca jamás y sin embargo nuestro grado de agresividad hacia el planeta y entre nosotros mismos los seres humanos no tiene parangón alguno.

¿En qué hemos fallado, nos podemos preguntar y enseguida podemos contestarnos: porque por educación hemos impartido a la humanidad una mera y sola información científica con el único objeto, aun cuando esto se calle, de elevar la capacidad individual y asociada de aumentar la acumulación de riqueza material y suntuaria – que está siendo violentamente disputada en todos los lugares — y a esta no se le ha acompañado con una esmerada enseñanza ética que impida el desbordamiento de sólo lo material. De modo que ha resultado un enriquecimiento generalizado huérfano de los condignos frenos éticos. De tal manera es que a la población desde la más “culta” hasta la más “analfabeta” lo que le interesa es poseer cosas. Porque se vale es por el número de bienes acumulados que tengamos. Los valores sociales están invertidos.

Así lo puso de presente en la acertada homilía que en la misa exequial pronunció el sacerdote Enrique Izeda de la Parroquia Nuestra señora Reina de la Paz, en la que llamó a una juiciosa reflexión en el sentido de que para salvarnos como familia y como sociedad es necesario que repensemos nuestras vidas y nos convirtamos a la senda de responsable convivencia que dejamos atrás ya hace mucho tiempo y por fin aprendamos a vivir en paz como debe ser, borrando de la estadística mundial y local ese horrendo pecado y delito de asesinato.

Paz en la tumba de Ñeñe Hernández. Paz en el alma de su querida y devota madre la Cacha Aponte, sus hermanos José Gregorio y Rosalía, sus hijos José Miguel, Juan David; y Lina, María Mónica, demás familiares y amigos suyos.
[email protected]

Columnista
8 mayo, 2019

Un valioso familiar menos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

En términos coloquiales podríamos decir que mi sobrino José Guillermo Hernández Aponte murió anticipadamente. En el plenilunio de su periplo vital. Vivía con contagiosa alegría con apertura total a los demás. De allí nacen sus muy numerosas amistades de todas las edades de todos los ámbitos sociales, como ampliamente quedó demostrado durante los días de […]


En términos coloquiales podríamos decir que mi sobrino José Guillermo Hernández Aponte murió anticipadamente. En el plenilunio de su periplo vital. Vivía con contagiosa alegría con apertura total a los demás. De allí nacen sus muy numerosas amistades de todas las edades de todos los ámbitos sociales, como ampliamente quedó demostrado durante los días de su velación y el de su sepultura. No recuerdo una multitud tan numerosa de asistencia a sus honras fúnebres para acompañar a su familia y acompañarse recíprocamente y lamentar la pérdida irreparable de su don de familiaridad y amistad.

Como se sabe, lo alcanzó la muerte en el vecino país del Brasil adonde había ido en su condición de reconocido ganadero a la Feria Uberaba. Dos bandidos lo atracaron para despojarlo de un reloj de marca a quienes no dejándolos satisfechos el robo también eligieron arrebatarle la vida de manera aviesa. Tanto quejarnos de nuestra inseguridad en Colombia para ir a encontrar la muerte violenta fuera de nuestra frontera.

El mundo está inseguro por todo el territorio del planeta. ¿Qué nos habrá ocurrido sobre todo últimamente a los habitantes de este rincón del universo? Hace algún tiempo venimos en una degradación de las buenas costumbres y atacando vilmente nuestro hábitat natural. Actualmente tenemos más ciencia en todas las áreas del conocimiento y no se diga de las tecnologías aplicadas que nunca jamás y sin embargo nuestro grado de agresividad hacia el planeta y entre nosotros mismos los seres humanos no tiene parangón alguno.

¿En qué hemos fallado, nos podemos preguntar y enseguida podemos contestarnos: porque por educación hemos impartido a la humanidad una mera y sola información científica con el único objeto, aun cuando esto se calle, de elevar la capacidad individual y asociada de aumentar la acumulación de riqueza material y suntuaria – que está siendo violentamente disputada en todos los lugares — y a esta no se le ha acompañado con una esmerada enseñanza ética que impida el desbordamiento de sólo lo material. De modo que ha resultado un enriquecimiento generalizado huérfano de los condignos frenos éticos. De tal manera es que a la población desde la más “culta” hasta la más “analfabeta” lo que le interesa es poseer cosas. Porque se vale es por el número de bienes acumulados que tengamos. Los valores sociales están invertidos.

Así lo puso de presente en la acertada homilía que en la misa exequial pronunció el sacerdote Enrique Izeda de la Parroquia Nuestra señora Reina de la Paz, en la que llamó a una juiciosa reflexión en el sentido de que para salvarnos como familia y como sociedad es necesario que repensemos nuestras vidas y nos convirtamos a la senda de responsable convivencia que dejamos atrás ya hace mucho tiempo y por fin aprendamos a vivir en paz como debe ser, borrando de la estadística mundial y local ese horrendo pecado y delito de asesinato.

Paz en la tumba de Ñeñe Hernández. Paz en el alma de su querida y devota madre la Cacha Aponte, sus hermanos José Gregorio y Rosalía, sus hijos José Miguel, Juan David; y Lina, María Mónica, demás familiares y amigos suyos.
[email protected]