Hace muchos años mi padre todos los sábados, después de trabajar toda la semana aquí en el Valle, se iba para Manaure y lo esperábamos con alegría, tanta que parecía una fiesta. Mi madre sonreída, mi hermano y yo, con preguntas infinitas sobre todo lo que se nos ocurría, pero cuando pasaba el calor del semanal encuentro había dos preguntas que no faltaban: ¡Qué nos trajiste? Era la de mi hermano y la mía. ¿Me trajiste el cruci-mes? Era la de mi madre.
Por Mary Daza Orozco
Hace muchos años mi padre todos los sábados, después de trabajar toda la semana aquí en el Valle, se iba para Manaure y lo esperábamos con alegría, tanta que parecía una fiesta. Mi madre sonreída, mi hermano y yo, con preguntas infinitas sobre todo lo que se nos ocurría, pero cuando pasaba el calor del semanal encuentro había dos preguntas que no faltaban: ¡Qué nos trajiste? Era la de mi hermano y la mía. ¿Me trajiste el cruci-mes? Era la de mi madre.
Ellos, los adorables seres inolvidables, eran unos crucigramistas empedernidos, lo que hizo que yo me aficionara también, me volví una adicta a las palabras cruzadas, luego con mi trabajo, la lectura y la escritura, se me volvió un pasatiempo para de vez en cuando.
Cuento esto porque se me hizo muy claro en la memoria al leer que el veintiuno de diciembre del dos mil trece, hace solo unos días, el crucigrama cumplió un siglo de existencia y sigue tan campante…
El diario New York World, publicó lo que llamaron un ‘puzzle de palabra cruzadas’, llamó la atención de los lectores y se extendió por todo el mundo; su autor fue el periodista Arthur Wynne que no patentó su invento, por lo tanto no recibió ni un peso, mejor dicho, ni un dólar; sin embargo, los periódicos dominicales, porque el crucigrama era dominical, se vendían más; tiempo después la editorial Simon&Shuster hicieron una compilación de crucigramas y aparecieron las revistas solo dedicadas a ese entretenimiento.
El primer crucigrama que se publicó tenía la forma de un diamante, con el tiempo se les han dado distintas formas y variantes, aunque predomina el cuadrado.
Hubo un temor entre el extenso universo de los crucigramistas: que con la llegada de internet y la tan mencionada desaparición de los periódicos en físicos, los crucigramas fueran a desparecer también, pero no, al parecer se volvió eterno, se puede seguir la afición en la web, en los teléfonos celulares y han tomado mucha fuerza los concursos internacionales entre los expertos.
Qué bueno es cumplir un siglo haciendo el bien, el crucigrama ha logrado que el Alzheimer le tenga miedo, que se usen los diccionarios, que se acuda a personas con una considerable cultura general para resolver dudas, que se maten horas libres en algo de provecho intelectual, porque está claro que en un crucigrama se tratan todos los temas.
Por ese mal que padezco de nacimiento: la nostalgia a flor de piel, el cumpleaños número cien del crucigrama me ha llevado a recordar la mesita en la que estaban los lápices con sus puntas afiladitas y los cruci-mes en pilas ordenadas, o tal vez la voz de mi padre que peguntaba a mi madre: ¿Cómo era que se llamaba el tercer hijo de Adán y Eva, de tres letras?
Hace muchos años mi padre todos los sábados, después de trabajar toda la semana aquí en el Valle, se iba para Manaure y lo esperábamos con alegría, tanta que parecía una fiesta. Mi madre sonreída, mi hermano y yo, con preguntas infinitas sobre todo lo que se nos ocurría, pero cuando pasaba el calor del semanal encuentro había dos preguntas que no faltaban: ¡Qué nos trajiste? Era la de mi hermano y la mía. ¿Me trajiste el cruci-mes? Era la de mi madre.
Por Mary Daza Orozco
Hace muchos años mi padre todos los sábados, después de trabajar toda la semana aquí en el Valle, se iba para Manaure y lo esperábamos con alegría, tanta que parecía una fiesta. Mi madre sonreída, mi hermano y yo, con preguntas infinitas sobre todo lo que se nos ocurría, pero cuando pasaba el calor del semanal encuentro había dos preguntas que no faltaban: ¡Qué nos trajiste? Era la de mi hermano y la mía. ¿Me trajiste el cruci-mes? Era la de mi madre.
Ellos, los adorables seres inolvidables, eran unos crucigramistas empedernidos, lo que hizo que yo me aficionara también, me volví una adicta a las palabras cruzadas, luego con mi trabajo, la lectura y la escritura, se me volvió un pasatiempo para de vez en cuando.
Cuento esto porque se me hizo muy claro en la memoria al leer que el veintiuno de diciembre del dos mil trece, hace solo unos días, el crucigrama cumplió un siglo de existencia y sigue tan campante…
El diario New York World, publicó lo que llamaron un ‘puzzle de palabra cruzadas’, llamó la atención de los lectores y se extendió por todo el mundo; su autor fue el periodista Arthur Wynne que no patentó su invento, por lo tanto no recibió ni un peso, mejor dicho, ni un dólar; sin embargo, los periódicos dominicales, porque el crucigrama era dominical, se vendían más; tiempo después la editorial Simon&Shuster hicieron una compilación de crucigramas y aparecieron las revistas solo dedicadas a ese entretenimiento.
El primer crucigrama que se publicó tenía la forma de un diamante, con el tiempo se les han dado distintas formas y variantes, aunque predomina el cuadrado.
Hubo un temor entre el extenso universo de los crucigramistas: que con la llegada de internet y la tan mencionada desaparición de los periódicos en físicos, los crucigramas fueran a desparecer también, pero no, al parecer se volvió eterno, se puede seguir la afición en la web, en los teléfonos celulares y han tomado mucha fuerza los concursos internacionales entre los expertos.
Qué bueno es cumplir un siglo haciendo el bien, el crucigrama ha logrado que el Alzheimer le tenga miedo, que se usen los diccionarios, que se acuda a personas con una considerable cultura general para resolver dudas, que se maten horas libres en algo de provecho intelectual, porque está claro que en un crucigrama se tratan todos los temas.
Por ese mal que padezco de nacimiento: la nostalgia a flor de piel, el cumpleaños número cien del crucigrama me ha llevado a recordar la mesita en la que estaban los lápices con sus puntas afiladitas y los cruci-mes en pilas ordenadas, o tal vez la voz de mi padre que peguntaba a mi madre: ¿Cómo era que se llamaba el tercer hijo de Adán y Eva, de tres letras?