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Columnista - 28 junio, 2010

Un monstruo paradigmático

Visión Universal Por: Luis Mendoza Sierra Alguien tendrá que hacerle entender  a Silvestre Dangond, si es que ya no lo tiene claro, que su misión en esta sociedad de jóvenes rebeldes, desconcertantemente agresivos y díscolos, con las excepciones propias para confirmar la regla, trasciende su rol como cantautor. Silvestre es muchísimo más que el artista […]

Visión Universal

Por: Luis Mendoza Sierra

Alguien tendrá que hacerle entender  a Silvestre Dangond, si es que ya no lo tiene claro, que su misión en esta sociedad de jóvenes rebeldes, desconcertantemente agresivos y díscolos, con las excepciones propias para confirmar la regla, trasciende su rol como cantautor.

Silvestre es muchísimo más que el artista exitoso, carismático e ingenioso que la hermosa escuela de Diomedes Díaz ha venido donándole a nuestro folclor, engrandeciendo esta tierra y extendiendo la fama de la música vallenata a todos los rincones de Colombia, de algunos países lationamericanos, Europa y Estados Unidos.

Más que cantante con acertados amagos como compositor, este joven guajiro, urumitero para más señas, hijo de ‘El Palomo’, como se le conoce a su padre William Dangond, y  la noble y tierna Dellys Corrales; nieto de Héctor y Ana Teresa, abuelos maternos; es un ídolo de masas con un estilo que contagia a la juventud en general, pero que de paso, se extiende a niños y adultos, con entusiasmo visceral.

La responsabilidad de este joven cantante rompe los linderos del artista y se encamina por el escenario de la responsabilidad social y personal. Antes, debo decir que Silvestre es un ser humano extraordinario: trabajador, generoso, comprensivo, creativo, dinámico. Con sus compañeros de trabajo es un excelente patrón, y de su familia, como me dijo una tía suya a quien aprecio mucho, cuyo nombre reservo, es un Ángel de la Guarda.

Es un padre amoroso y tierno. Sus pequeños hijos constituyen un gran estímulo para su vida y su trabajo. Adora a sus abuelos maternos: Héctor, padre de su mamá, es como su segundo papá. Al lado de ‘Chiche’, como le dice, pasó parte de su niñez, incluso en ocasiones lo acompañaba, machete al cinto, a Las Murallas, su finca, incrustada en el alma de la Sierra del Perijá.  De él y de los Corrales principalmente, que osadía decirlo, hereda la música, como de su padre ‘El Palomo’, cuya incursión como cantante sin dudas ha repercutido en sus hijos: ‘Cayito’, como se conoce al hermano, quien también canta y Silvestre. Cuando digo hereda, quiero significar el impacto genético, muy profundo del gen Corrales en la vena musical de los hermanos Dangond. He ahí la afirmación osada, frente a lo que, supongo, representa la incursión de William Dangond, su padre, en el canto.

Héctor, redoblantero de talla mundial, cantante de bandas de los más afamados de la región, habría delineado el camino para sus herederos musicales. Hoy aún, cuando le sobra el gusto, pues ya es un octogenario, toma el redoblante y lo suena con la misma energía de su adolescencia. En cambio, dejó de cantar, pero encontró una manera de suplir el canto: silva como los dioses.

En ‘Silvestrón’, como a veces le decimos para magnificarlo, tenemos a un ser humano extraordinario y a un artista fantástico. La juventud, especialmente la juventud, lo ha ungido como su ídolo. El frenesí con que le siguen despierta en ellos una pasión casi delirante. Aún nosotros, no tan jóvenes como aquellos, adultos mayores, para no darle vuelta a los años, nos contagia la emoción, mucho más explicable entre quienes vemos en la música nuestra propia pasión.

Del ‘silvestrismo’ apasionante escapan muy pocos y qué bien que ocurra en esta sociedad cansada de violencia, temor y dificultades de todo tipo. Ese espiral de ímpetu y delirio tiene que ser canalizado para que la juventud ingrese a un escenario de vida ordenada, productiva y exitosa.

Silvestre tendrá que ser por siempre y para siempre, por sus hijos, su familia en general, y por esta sociedad, un hombre juicioso, disciplinado, amoroso, organizado, generoso y humilde. Solidario con los pobres, promotor de soluciones para la educación, impulsando el arte y la cultura. Promoviendo el progreso y el desarrollo regional. Alejado de vicios, mejor artista, mejor ciudadano y gran empresario.

El impacto de su presencia en el mundo de la música vallenata como paradigma para las generaciones presentes y futuras es y será tan fuerte, que siendo bueno, como esperamos que sea, se convertirá en una gran cuota para la recomposición de esta juventud desordenada, a veces irresponsable, agresiva, capturada por la holgazanería y los vicios y, para colmo, sin aspiraciones.

Si ocurre lo contrario, Dios no lo quiera, esta juventud ‘silvestrista’ de hoy, que es casi toda, y los niños que lo quieren y reconocen como su ídolo, fracasarán como él y así esta sociedad seguirá colapsada y Silvestre, acusado como responsable por su mal ejemplo. Gracias a Dios y a él, estamos asistiendo a un extraordinario momento en el que su buen ejemplo cunde en todos los escenarios.

SABLAZO

Siempre faltarán tiempo y palabras para exaltar a grandes artistas de  nuestra música como Jorge Oñate, un ejemplo de organización, disciplina y jefe de hogar. Los seres humanos tienen la natura inclinación a ser buenos ciudadanos, pero la formación en familia, la gente que nos rodean y asesoran, la clase de personas con las que se rozamos, son fundamentales para consolidar o desvirtuar esa inclinación.

[email protected]

Columnista
28 junio, 2010

Un monstruo paradigmático

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Mendoza S.

Visión Universal Por: Luis Mendoza Sierra Alguien tendrá que hacerle entender  a Silvestre Dangond, si es que ya no lo tiene claro, que su misión en esta sociedad de jóvenes rebeldes, desconcertantemente agresivos y díscolos, con las excepciones propias para confirmar la regla, trasciende su rol como cantautor. Silvestre es muchísimo más que el artista […]


Visión Universal

Por: Luis Mendoza Sierra

Alguien tendrá que hacerle entender  a Silvestre Dangond, si es que ya no lo tiene claro, que su misión en esta sociedad de jóvenes rebeldes, desconcertantemente agresivos y díscolos, con las excepciones propias para confirmar la regla, trasciende su rol como cantautor.

Silvestre es muchísimo más que el artista exitoso, carismático e ingenioso que la hermosa escuela de Diomedes Díaz ha venido donándole a nuestro folclor, engrandeciendo esta tierra y extendiendo la fama de la música vallenata a todos los rincones de Colombia, de algunos países lationamericanos, Europa y Estados Unidos.

Más que cantante con acertados amagos como compositor, este joven guajiro, urumitero para más señas, hijo de ‘El Palomo’, como se le conoce a su padre William Dangond, y  la noble y tierna Dellys Corrales; nieto de Héctor y Ana Teresa, abuelos maternos; es un ídolo de masas con un estilo que contagia a la juventud en general, pero que de paso, se extiende a niños y adultos, con entusiasmo visceral.

La responsabilidad de este joven cantante rompe los linderos del artista y se encamina por el escenario de la responsabilidad social y personal. Antes, debo decir que Silvestre es un ser humano extraordinario: trabajador, generoso, comprensivo, creativo, dinámico. Con sus compañeros de trabajo es un excelente patrón, y de su familia, como me dijo una tía suya a quien aprecio mucho, cuyo nombre reservo, es un Ángel de la Guarda.

Es un padre amoroso y tierno. Sus pequeños hijos constituyen un gran estímulo para su vida y su trabajo. Adora a sus abuelos maternos: Héctor, padre de su mamá, es como su segundo papá. Al lado de ‘Chiche’, como le dice, pasó parte de su niñez, incluso en ocasiones lo acompañaba, machete al cinto, a Las Murallas, su finca, incrustada en el alma de la Sierra del Perijá.  De él y de los Corrales principalmente, que osadía decirlo, hereda la música, como de su padre ‘El Palomo’, cuya incursión como cantante sin dudas ha repercutido en sus hijos: ‘Cayito’, como se conoce al hermano, quien también canta y Silvestre. Cuando digo hereda, quiero significar el impacto genético, muy profundo del gen Corrales en la vena musical de los hermanos Dangond. He ahí la afirmación osada, frente a lo que, supongo, representa la incursión de William Dangond, su padre, en el canto.

Héctor, redoblantero de talla mundial, cantante de bandas de los más afamados de la región, habría delineado el camino para sus herederos musicales. Hoy aún, cuando le sobra el gusto, pues ya es un octogenario, toma el redoblante y lo suena con la misma energía de su adolescencia. En cambio, dejó de cantar, pero encontró una manera de suplir el canto: silva como los dioses.

En ‘Silvestrón’, como a veces le decimos para magnificarlo, tenemos a un ser humano extraordinario y a un artista fantástico. La juventud, especialmente la juventud, lo ha ungido como su ídolo. El frenesí con que le siguen despierta en ellos una pasión casi delirante. Aún nosotros, no tan jóvenes como aquellos, adultos mayores, para no darle vuelta a los años, nos contagia la emoción, mucho más explicable entre quienes vemos en la música nuestra propia pasión.

Del ‘silvestrismo’ apasionante escapan muy pocos y qué bien que ocurra en esta sociedad cansada de violencia, temor y dificultades de todo tipo. Ese espiral de ímpetu y delirio tiene que ser canalizado para que la juventud ingrese a un escenario de vida ordenada, productiva y exitosa.

Silvestre tendrá que ser por siempre y para siempre, por sus hijos, su familia en general, y por esta sociedad, un hombre juicioso, disciplinado, amoroso, organizado, generoso y humilde. Solidario con los pobres, promotor de soluciones para la educación, impulsando el arte y la cultura. Promoviendo el progreso y el desarrollo regional. Alejado de vicios, mejor artista, mejor ciudadano y gran empresario.

El impacto de su presencia en el mundo de la música vallenata como paradigma para las generaciones presentes y futuras es y será tan fuerte, que siendo bueno, como esperamos que sea, se convertirá en una gran cuota para la recomposición de esta juventud desordenada, a veces irresponsable, agresiva, capturada por la holgazanería y los vicios y, para colmo, sin aspiraciones.

Si ocurre lo contrario, Dios no lo quiera, esta juventud ‘silvestrista’ de hoy, que es casi toda, y los niños que lo quieren y reconocen como su ídolo, fracasarán como él y así esta sociedad seguirá colapsada y Silvestre, acusado como responsable por su mal ejemplo. Gracias a Dios y a él, estamos asistiendo a un extraordinario momento en el que su buen ejemplo cunde en todos los escenarios.

SABLAZO

Siempre faltarán tiempo y palabras para exaltar a grandes artistas de  nuestra música como Jorge Oñate, un ejemplo de organización, disciplina y jefe de hogar. Los seres humanos tienen la natura inclinación a ser buenos ciudadanos, pero la formación en familia, la gente que nos rodean y asesoran, la clase de personas con las que se rozamos, son fundamentales para consolidar o desvirtuar esa inclinación.

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