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Columnista - 23 enero, 2023

Un modelo de protección por el río 

La semana anterior, llegaron unos amigos de Montería y los llevé a conocer al Guatapurí; el río de los amores de Valledupar que brota de la Sierra-Madre, y en su recorrido se van sumando arroyos hasta convertirse en el gran río, que trae en su cauce el perfume de granizos y la magia de los carrizos con su leyenda ancestral.

La semana anterior, llegaron unos amigos de Montería y los llevé a conocer al Guatapurí; el río de los amores de Valledupar que brota de la Sierra-Madre, y en su recorrido se van sumando arroyos hasta convertirse en el gran río, que trae en su cauce el perfume de granizos y la magia de los carrizos con su leyenda ancestral.

Ellos en Montería tienen y aman al río Sinú, saben que su corriente es frescura, catarsis, vitalidad y recreación. Ellos deseaban caminar descalzos sobre la arena y percibir la aguas mágicas y heladas del Guatapurí; pero quedaron sorprendidos porque son tantos los vendedores que con sus carpas y enseres impiden a los visitantes disfrutar de la agradable sensación de caminar por las orillas del río y zambullirse libremente en la corriente.

Aquí en Valledupar se ha perdido la cultura de amor y protección por el río. Existe un afán destructor: talan los árboles de las riberas, destruyen los barrancos, arrojan basuras y ubican mesas y sillas en el agua. La tranquilidad deseada para escuchar la música del río y la sinfonía de los pájaros es imposible por la estridencia del volumen babélico de los equipos de sonidos.

En Valledupar tenemos que aprender de Montería. La administración Municipal y Corposinú hicieron un ecoparque en el río Sinú, una obra de dimensiones ecológicas incalculables que produce fascinación al contemplar tres kilómetros de bosques en la ribera. Es un modelo de recreación familiar, protección del río y de respeto por la flora y la fauna. Un escenario perfecto de armonía natural, limpio y atractivo para los visitantes.

Las iguanas caminan por los pies de las personas, los micos y los pájaros se pasean felices sin el temor de que alguien va a lanzarles piedras. Existe un espacio abierto donde en ciertas horas se presentan actos culturales y ejercicios recreativos, los vendedores organizados en quioscos, no venden bebidas alcohólicas, y los agentes de seguridad brindan confianza.

Sueño que, en un tiempo no muy lejano, en el río Guatapurí logremos disfrutar algo similar: los pájaros tenga frondosa vegetación para regalarle al viento los colores de su canto, los niños al lado de sus padres disfruten la música del río, los adultos regodeándose en las aguas sin tomar licor y que nadie se lance ebrio desafiando el peligro de la creciente. Que sea un lugar de encuentro y recreación familiar enalteciendo los valores de la cultura ciudadana y ecológica.

Es cierto, hay unas ventas de comidas, artesanías y bebidas que están en sus locales a distancias prudentes de la corriente; pero es necesario que la administración Municipal se reúna con el gremio de vendedores para reglamentar el orden: que la ubicación de algunas carpas y mesas no impidan a los visitantes caminar por la arena a orilla del río. El sitio frente al monumento de La Sirena debe estar libre de vendedores porque es la zona de aguas tranquilas y amplia para nadar, y es el lugar preferido para las fotos de los turistas.

Por José Atuesta Mindiola

Columnista
23 enero, 2023

Un modelo de protección por el río 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

La semana anterior, llegaron unos amigos de Montería y los llevé a conocer al Guatapurí; el río de los amores de Valledupar que brota de la Sierra-Madre, y en su recorrido se van sumando arroyos hasta convertirse en el gran río, que trae en su cauce el perfume de granizos y la magia de los carrizos con su leyenda ancestral.


La semana anterior, llegaron unos amigos de Montería y los llevé a conocer al Guatapurí; el río de los amores de Valledupar que brota de la Sierra-Madre, y en su recorrido se van sumando arroyos hasta convertirse en el gran río, que trae en su cauce el perfume de granizos y la magia de los carrizos con su leyenda ancestral.

Ellos en Montería tienen y aman al río Sinú, saben que su corriente es frescura, catarsis, vitalidad y recreación. Ellos deseaban caminar descalzos sobre la arena y percibir la aguas mágicas y heladas del Guatapurí; pero quedaron sorprendidos porque son tantos los vendedores que con sus carpas y enseres impiden a los visitantes disfrutar de la agradable sensación de caminar por las orillas del río y zambullirse libremente en la corriente.

Aquí en Valledupar se ha perdido la cultura de amor y protección por el río. Existe un afán destructor: talan los árboles de las riberas, destruyen los barrancos, arrojan basuras y ubican mesas y sillas en el agua. La tranquilidad deseada para escuchar la música del río y la sinfonía de los pájaros es imposible por la estridencia del volumen babélico de los equipos de sonidos.

En Valledupar tenemos que aprender de Montería. La administración Municipal y Corposinú hicieron un ecoparque en el río Sinú, una obra de dimensiones ecológicas incalculables que produce fascinación al contemplar tres kilómetros de bosques en la ribera. Es un modelo de recreación familiar, protección del río y de respeto por la flora y la fauna. Un escenario perfecto de armonía natural, limpio y atractivo para los visitantes.

Las iguanas caminan por los pies de las personas, los micos y los pájaros se pasean felices sin el temor de que alguien va a lanzarles piedras. Existe un espacio abierto donde en ciertas horas se presentan actos culturales y ejercicios recreativos, los vendedores organizados en quioscos, no venden bebidas alcohólicas, y los agentes de seguridad brindan confianza.

Sueño que, en un tiempo no muy lejano, en el río Guatapurí logremos disfrutar algo similar: los pájaros tenga frondosa vegetación para regalarle al viento los colores de su canto, los niños al lado de sus padres disfruten la música del río, los adultos regodeándose en las aguas sin tomar licor y que nadie se lance ebrio desafiando el peligro de la creciente. Que sea un lugar de encuentro y recreación familiar enalteciendo los valores de la cultura ciudadana y ecológica.

Es cierto, hay unas ventas de comidas, artesanías y bebidas que están en sus locales a distancias prudentes de la corriente; pero es necesario que la administración Municipal se reúna con el gremio de vendedores para reglamentar el orden: que la ubicación de algunas carpas y mesas no impidan a los visitantes caminar por la arena a orilla del río. El sitio frente al monumento de La Sirena debe estar libre de vendedores porque es la zona de aguas tranquilas y amplia para nadar, y es el lugar preferido para las fotos de los turistas.

Por José Atuesta Mindiola