-->
Las guerras, se producen por lo general, cuando se cierra la puerta del diálogo, dando lugar a la soberbia y la arrogancia.
Vivimos tiempos de crisis: migratoria, de valores tales como la corrupción, ambiental: como la crisis climática, y crisis como consecuencia de la guerra, que amenazan con una tercera confrontación orbital. La autobiografía de Francisco, en su libro: Esperanza, nos invita a la reflexión sobre estos temas que ha tenido que abordar en su pontificado que inició un 13 de marzo de 2013. Nos recuerda que su familia, los Bergolio, oriundos de Italia, tuvieron que deshacerse de sus pertenencias, para emprender un viaje hacia lo desconocido, hacia el nuevo mundo, hacia tierras americanas, huyendo de los horrores de la guerra, pero sin perder la esperanza. Al respecto afirma: “La mayor fábrica de emigrantes es la guerra”. Pero antes de continuar, quisiera manifestar que la idea de escribir este artículo, hoy Lunes Santo, es hacer una muy breve sinopsis de la autobiografía de Francisco, cuidándonos de no entrar en demasiados detalles, precisamente para no romper el encanto, que pueda experimentarse con su lectura.
La corrupción es la nueva pandemia, y se da por el afán egoísta de enriquecerse a como dé lugar. Expresa Francisco: “El corrupto no se reconoce pecador, carece de la humildad necesaria, nunca ha sido él, no siente la culpa. Ser incapaz de sentirse culpable es una enfermedad grave y común, sobre todo en nuestra época”. Ciertamente, desde los tiempos de Adán, la culpa siempre ha sido endosable: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí”. Génesis 3:12.
Las guerras, se producen por lo general, cuando se cierra la puerta del diálogo, dando lugar a la soberbia y la arrogancia. Tampoco podemos separar lo social de lo ambiental, pues las confrontaciones bélicas involucran necesariamente estos dos aspectos, y si no recordemos cómo el presidente de una potencia está exigiendo, a un país devastado por la guerra, el pago de su “cooperación” con la extracción de minerales raros tales como el torio, el uranio, titanio entre otros, en un conflicto que aún no termina.
“La fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la paz es más fuerte que la guerra, la esperanza es más fuerte que la guerra”. Con esta frase esperanzadora Francisco nos señala el camino, un camino difícil de transitar, pero en el que es necesario insistir, en la búsqueda de una salida que ponga fin al derramamiento de sangre. Es el camino del diálogo, de la inteligencia y de la racionalidad, donde se deshecha toda expresión de fuerza bruta e instintiva, que nos aleja de la civilidad.
La invitación pues, en esta Semana Santa, es a degustar este libro que no es más que una luz de esperanza en medio de tantas tribulaciones.
Nota de cierre: “La economía que mata, que excluye, que hace pasar hambre, que concentra enormes riquezas en manos de pocos, en perjuicio de la mayoría, que multiplica a los pobres y pulveriza los sueldos, que contamina, que produce guerras, no es economía: es solo un vacío, una ausencia, una enfermedad. Es una perversión de la propia economía y de su vocación”. Francisco. La Esperanza. Página 244.
Por: Darío Arregocés Baute/ darioarregoces2308@hotmail.com
Las guerras, se producen por lo general, cuando se cierra la puerta del diálogo, dando lugar a la soberbia y la arrogancia.
Vivimos tiempos de crisis: migratoria, de valores tales como la corrupción, ambiental: como la crisis climática, y crisis como consecuencia de la guerra, que amenazan con una tercera confrontación orbital. La autobiografía de Francisco, en su libro: Esperanza, nos invita a la reflexión sobre estos temas que ha tenido que abordar en su pontificado que inició un 13 de marzo de 2013. Nos recuerda que su familia, los Bergolio, oriundos de Italia, tuvieron que deshacerse de sus pertenencias, para emprender un viaje hacia lo desconocido, hacia el nuevo mundo, hacia tierras americanas, huyendo de los horrores de la guerra, pero sin perder la esperanza. Al respecto afirma: “La mayor fábrica de emigrantes es la guerra”. Pero antes de continuar, quisiera manifestar que la idea de escribir este artículo, hoy Lunes Santo, es hacer una muy breve sinopsis de la autobiografía de Francisco, cuidándonos de no entrar en demasiados detalles, precisamente para no romper el encanto, que pueda experimentarse con su lectura.
La corrupción es la nueva pandemia, y se da por el afán egoísta de enriquecerse a como dé lugar. Expresa Francisco: “El corrupto no se reconoce pecador, carece de la humildad necesaria, nunca ha sido él, no siente la culpa. Ser incapaz de sentirse culpable es una enfermedad grave y común, sobre todo en nuestra época”. Ciertamente, desde los tiempos de Adán, la culpa siempre ha sido endosable: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí”. Génesis 3:12.
Las guerras, se producen por lo general, cuando se cierra la puerta del diálogo, dando lugar a la soberbia y la arrogancia. Tampoco podemos separar lo social de lo ambiental, pues las confrontaciones bélicas involucran necesariamente estos dos aspectos, y si no recordemos cómo el presidente de una potencia está exigiendo, a un país devastado por la guerra, el pago de su “cooperación” con la extracción de minerales raros tales como el torio, el uranio, titanio entre otros, en un conflicto que aún no termina.
“La fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la paz es más fuerte que la guerra, la esperanza es más fuerte que la guerra”. Con esta frase esperanzadora Francisco nos señala el camino, un camino difícil de transitar, pero en el que es necesario insistir, en la búsqueda de una salida que ponga fin al derramamiento de sangre. Es el camino del diálogo, de la inteligencia y de la racionalidad, donde se deshecha toda expresión de fuerza bruta e instintiva, que nos aleja de la civilidad.
La invitación pues, en esta Semana Santa, es a degustar este libro que no es más que una luz de esperanza en medio de tantas tribulaciones.
Nota de cierre: “La economía que mata, que excluye, que hace pasar hambre, que concentra enormes riquezas en manos de pocos, en perjuicio de la mayoría, que multiplica a los pobres y pulveriza los sueldos, que contamina, que produce guerras, no es economía: es solo un vacío, una ausencia, una enfermedad. Es una perversión de la propia economía y de su vocación”. Francisco. La Esperanza. Página 244.
Por: Darío Arregocés Baute/ darioarregoces2308@hotmail.com