BITÁCORA Por: Oscar Andres Ariza Desde hace más de dos décadas el Cesar ha permanecido en el atraso económico y social debido a múltiples factores que intervinieron en su crisis. De la bonanza blanca; la algodonera, heredamos unas tierras agotadas, improductivas y enfermedades que sobrevinieron a las poblaciones por los venenos y químicos para el […]
BITÁCORA
Por: Oscar Andres Ariza
Desde hace más de dos décadas el Cesar ha permanecido en el atraso económico y social debido a múltiples factores que intervinieron en su crisis. De la bonanza blanca; la algodonera, heredamos unas tierras agotadas, improductivas y enfermedades que sobrevinieron a las poblaciones por los venenos y químicos para el cultivo, que aún producen efectos catastróficos en la gente. La élite agraria del Cesar, encargada de devolverle la productividad a la tierra, se vio acorralada por el accionar de la guerrilla que terminó por llevarlos a la quiebra y a la desesperación de conformar grupos de autodefensas ante la incapacidad del Estado. Muchos de esos grupos terminaron por desbordar su poder en acciones delincuenciales que terminaron por hacer del remedio algo peor que la enfermedad.
La otra bonanza, la negra, con un carbón que prometía beneficios económicos, laborales y sociales que dibujaban el porvenir del Cesar, trajo consigo un rosario de maldiciones cuando las multinacionales plantaron sus empresas a costa del medio ambiente, de los ríos que sacaron de sus cauces, de las tierras que compraron a campesinos, obligándolos a desplazarse a los centros urbano. Con la explotación llegó el polvillo del carbón que terminó por generar enfermedades respiratorias, redes de prostitución infantil en los centros mineros y alianzas entre paramilitarismo y servidores públicos para apropiarse de las regalías, derrochando las oportunidades que tenían nuestros pueblos de alcanzar la modernidad y el derecho a tener una vida digna. El saqueo terminó por dañar al departamento, afectando la inversión a que tienen derecho los pueblos; lo que hoy el gobierno nacional pretende tomar como chivo expiatorio para quitar las regalías que pudieran servir de paliativo para resarcir el daño irreparable que la explotación minera viene haciendo al Cesar.
Consecuencia de estos excesos, hubo acciones terribles como persecuciones, desplazamientos, masacres e intervención de grupos armados ilegales en la administración pública que produjeron mayor atraso. Los dineros destinados a suplir esas carencias en servicios básicos y vitales que en otros países y regiones habían quedado satisfechas desde finales del siglo XIX, fueron puestos al servicio de la guerra. La corrupción del aparato estatal en todos sus niveles dejó sin acueducto, alcantarillado, electrificación rural, cobertura en salud y servicios hospitalarios y educativos a toda la población, desde su capital hasta las subregiones y provincias donde el conflicto era más profundo.
En el Cesar necesitábamos planificar con base en errores y fortalezas de otros gobiernos, con base en críticas, en quejas del pueblo, necesitábamos diseñar la hoja de ruta con los retrovisores puestos y con linternas poderosas que alumbraran el camino a recorrer, para estar seguros de que el sendero estaba libre y apto para cruzarlo, porque lo que estaba en juego era el destino de los cesarenses que anhelan y merecen vivir mejor, vivir en paz y sin temores, pues no están dispuestos a ser sometidos a más barbaries, ni atrocidades de quienes abusaron del poder, pero tampoco a improvisaciones ni imprudencias de quienes se han sentido salvadores.
Hoy el Cesar es un departamento que inicia un nuevo tránsito hacia el progreso social e institucional; necesitábamos un gobierno nuevo, con una perspectiva nueva, necesitábamos opositores para vigilarnos y enseñarnos con sus críticas a buscar un nuevo orden social, necesitábamos del acompañamiento internacional para apoyarnos, para mostrar que queríamos cambiar, necesitábamos de la integración de todos los municipios, necesitábamos sobre todo de hombres y mujeres con fe en el cambio, necesitábamos de gobernantes que pudieran planear con lentitud, pero con eficacia el futuro del Cesar, para poder soñar con una inversión clara y transparente en infraestructura educativa como la que hoy está asegurada, necesitábamos una universidad como la Nacional en el municipio de la Paz, acreditada con alta calidad, que cubriera la enorme de manda educativa para el Cesar, necesitábamos andar con paciencia para poder mostrarle al país que tenemos el mejor compromiso con la niñez, cobertura total en vacunación y un eficaz plan de restitución de los derechos a los vulnerados, necesitábamos demorarnos para planificar con calidad y transparencia el sistema estratégico de transporte, la construcción de calles y avenidas como la 44 para Valledupar, necesitábamos integrar al centro y al sur con el desarrollo de la capital como un ejercicio de justicia y equidad con las poblaciones que históricamente fueron apartadas, necesitábamos de tiempo para mostrar que el desarrollo del departamento es un deber estatal y no un favor del administrador de turno; necesitamos de dificultades, de críticas y de fe para demostrar que tenemos el mejor plan de desarrollo del país no sólo en el papel sino en la real, firme y clara intención de poner el progreso al alcance de todos.
[email protected]
BITÁCORA Por: Oscar Andres Ariza Desde hace más de dos décadas el Cesar ha permanecido en el atraso económico y social debido a múltiples factores que intervinieron en su crisis. De la bonanza blanca; la algodonera, heredamos unas tierras agotadas, improductivas y enfermedades que sobrevinieron a las poblaciones por los venenos y químicos para el […]
BITÁCORA
Por: Oscar Andres Ariza
Desde hace más de dos décadas el Cesar ha permanecido en el atraso económico y social debido a múltiples factores que intervinieron en su crisis. De la bonanza blanca; la algodonera, heredamos unas tierras agotadas, improductivas y enfermedades que sobrevinieron a las poblaciones por los venenos y químicos para el cultivo, que aún producen efectos catastróficos en la gente. La élite agraria del Cesar, encargada de devolverle la productividad a la tierra, se vio acorralada por el accionar de la guerrilla que terminó por llevarlos a la quiebra y a la desesperación de conformar grupos de autodefensas ante la incapacidad del Estado. Muchos de esos grupos terminaron por desbordar su poder en acciones delincuenciales que terminaron por hacer del remedio algo peor que la enfermedad.
La otra bonanza, la negra, con un carbón que prometía beneficios económicos, laborales y sociales que dibujaban el porvenir del Cesar, trajo consigo un rosario de maldiciones cuando las multinacionales plantaron sus empresas a costa del medio ambiente, de los ríos que sacaron de sus cauces, de las tierras que compraron a campesinos, obligándolos a desplazarse a los centros urbano. Con la explotación llegó el polvillo del carbón que terminó por generar enfermedades respiratorias, redes de prostitución infantil en los centros mineros y alianzas entre paramilitarismo y servidores públicos para apropiarse de las regalías, derrochando las oportunidades que tenían nuestros pueblos de alcanzar la modernidad y el derecho a tener una vida digna. El saqueo terminó por dañar al departamento, afectando la inversión a que tienen derecho los pueblos; lo que hoy el gobierno nacional pretende tomar como chivo expiatorio para quitar las regalías que pudieran servir de paliativo para resarcir el daño irreparable que la explotación minera viene haciendo al Cesar.
Consecuencia de estos excesos, hubo acciones terribles como persecuciones, desplazamientos, masacres e intervención de grupos armados ilegales en la administración pública que produjeron mayor atraso. Los dineros destinados a suplir esas carencias en servicios básicos y vitales que en otros países y regiones habían quedado satisfechas desde finales del siglo XIX, fueron puestos al servicio de la guerra. La corrupción del aparato estatal en todos sus niveles dejó sin acueducto, alcantarillado, electrificación rural, cobertura en salud y servicios hospitalarios y educativos a toda la población, desde su capital hasta las subregiones y provincias donde el conflicto era más profundo.
En el Cesar necesitábamos planificar con base en errores y fortalezas de otros gobiernos, con base en críticas, en quejas del pueblo, necesitábamos diseñar la hoja de ruta con los retrovisores puestos y con linternas poderosas que alumbraran el camino a recorrer, para estar seguros de que el sendero estaba libre y apto para cruzarlo, porque lo que estaba en juego era el destino de los cesarenses que anhelan y merecen vivir mejor, vivir en paz y sin temores, pues no están dispuestos a ser sometidos a más barbaries, ni atrocidades de quienes abusaron del poder, pero tampoco a improvisaciones ni imprudencias de quienes se han sentido salvadores.
Hoy el Cesar es un departamento que inicia un nuevo tránsito hacia el progreso social e institucional; necesitábamos un gobierno nuevo, con una perspectiva nueva, necesitábamos opositores para vigilarnos y enseñarnos con sus críticas a buscar un nuevo orden social, necesitábamos del acompañamiento internacional para apoyarnos, para mostrar que queríamos cambiar, necesitábamos de la integración de todos los municipios, necesitábamos sobre todo de hombres y mujeres con fe en el cambio, necesitábamos de gobernantes que pudieran planear con lentitud, pero con eficacia el futuro del Cesar, para poder soñar con una inversión clara y transparente en infraestructura educativa como la que hoy está asegurada, necesitábamos una universidad como la Nacional en el municipio de la Paz, acreditada con alta calidad, que cubriera la enorme de manda educativa para el Cesar, necesitábamos andar con paciencia para poder mostrarle al país que tenemos el mejor compromiso con la niñez, cobertura total en vacunación y un eficaz plan de restitución de los derechos a los vulnerados, necesitábamos demorarnos para planificar con calidad y transparencia el sistema estratégico de transporte, la construcción de calles y avenidas como la 44 para Valledupar, necesitábamos integrar al centro y al sur con el desarrollo de la capital como un ejercicio de justicia y equidad con las poblaciones que históricamente fueron apartadas, necesitábamos de tiempo para mostrar que el desarrollo del departamento es un deber estatal y no un favor del administrador de turno; necesitamos de dificultades, de críticas y de fe para demostrar que tenemos el mejor plan de desarrollo del país no sólo en el papel sino en la real, firme y clara intención de poner el progreso al alcance de todos.
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