Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 29 abril, 2014

Un gobernador amigo de los libros

En Colombia, poder comprar un libro es casi un lujo que pocos se pueden dar por los precios tan altos que hoy manejan las editoriales. Así las cosas, la única posibilidad de leer serían las bibliotecas municipales, departamentales y de los colegios, que cada día son menos, más obsoletas y con poca infraestructura para ofrecer […]

En Colombia, poder comprar un libro es casi un lujo que pocos se pueden dar por los precios tan altos que hoy manejan las editoriales. Así las cosas, la única posibilidad de leer serían las bibliotecas municipales, departamentales y de los colegios, que cada día son menos, más obsoletas y con poca infraestructura para ofrecer un buen servicio.

Los gobiernos municipales y departamentales en Colombia, con contadas excepciones, están más preocupados en desarrollar proyectos de vías,viviendas y agua potable entre otros, ante las deficiencias que nuestros pueblos padecen, que en fortalecer la educación y con ella los niveles de lecturabilidad.

Es lógico atender estas necesidades en forma urgente, pues la gente sufre porque a pesar de haberse destinado recursos para optimizar los servicios básicos desde hace muchas décadas, los acueductos y alcantarillados aún no se terminan, porque la corrupción cada día es mayor, debido a la poca educación de sus líderes; me refiero a una educación que apunte a un proceso de formación y transformación que vaya mucho más allá de la instrucción, para que no se siga cumpliendo el dicho popular que plantea que muchos pasan por las escuelas y las universidades, pero éstas no pasan por ellos. Hay tantos políticos con sendos títulos, pero con poca formación en valores, que no entienden que en la educación está la única posibilidad de avanzar hacia una modernidad real.

Cuando uno lee en los periódicos que hay un gobernador que se da a la tarea de convocar a todos los sectores de la sociedad para desarrollar una campaña que conduzca a incentivar la lectura en el hogar y con ello a mejorar los niveles de lecturabilidad en el Cesar, entiende quehay un deseo de mejorar, pero cuando uno experimenta directamente la satisfacción de la población al poder leer lo que había deseado, pero que a falta de plata era imposible antes, se siente en la obligación de reconocer que Luis Alberto Monsalvo le está dando un giro a la forma de administar y una lección a muchos gobernadores del país que aún no entienden que mejorar los niveles de lecturabilidad debe ser una política institucional.

Iba subiendo las escaleras de la universidad para ir a clases cuando una joven estudiante se me acercó y me expresó su felicidad porque la Gobernación del Cesar pasó por su casa y le regaló varios libros, entre ellos algunos de García Márquez. Por fin voy a poder leerlos, pues nunca hay plata para fotocopiarlos, mucho menos para comprarlos, me dijo. Sentir esa felicidad de nuestros jóvenes nos obliga a reconocer la excelente intención del gobernador de hacer que el derecho a leer llegue a la población que menos recursos tiene para comprar libros.

Mi barrio es una biblioteca, se convierte en un hecho sin precedentes para que la gente pueda leer, no solo en su casa, sino para que pueda llegar a cualquier biblioteca de colegio y encuentre allí colecciones de libros que le ayuden a mejorar su nivel de conocimiento y producción, pues de una lectura disciplinada se desprende un buen proceso de escritura.

Los planes por sí solos no garantizan su efectividad sino hay voluntad de cumplir con su propósito, por eso este esfuerzo institucional de la Gobernación del Cesar debe estar secundado por los profesores y padres de familia para que fomenten la lectura, para que la obtención de los libros y su lectura, pase de ser moda, a volverse un hábito cotidiano, para que el conocimiento no lo sigan volviendo novelería, sino una necesidad para avanzar y mantenernos a salvo de la ignorancia.

Columnista
29 abril, 2014

Un gobernador amigo de los libros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

En Colombia, poder comprar un libro es casi un lujo que pocos se pueden dar por los precios tan altos que hoy manejan las editoriales. Así las cosas, la única posibilidad de leer serían las bibliotecas municipales, departamentales y de los colegios, que cada día son menos, más obsoletas y con poca infraestructura para ofrecer […]


En Colombia, poder comprar un libro es casi un lujo que pocos se pueden dar por los precios tan altos que hoy manejan las editoriales. Así las cosas, la única posibilidad de leer serían las bibliotecas municipales, departamentales y de los colegios, que cada día son menos, más obsoletas y con poca infraestructura para ofrecer un buen servicio.

Los gobiernos municipales y departamentales en Colombia, con contadas excepciones, están más preocupados en desarrollar proyectos de vías,viviendas y agua potable entre otros, ante las deficiencias que nuestros pueblos padecen, que en fortalecer la educación y con ella los niveles de lecturabilidad.

Es lógico atender estas necesidades en forma urgente, pues la gente sufre porque a pesar de haberse destinado recursos para optimizar los servicios básicos desde hace muchas décadas, los acueductos y alcantarillados aún no se terminan, porque la corrupción cada día es mayor, debido a la poca educación de sus líderes; me refiero a una educación que apunte a un proceso de formación y transformación que vaya mucho más allá de la instrucción, para que no se siga cumpliendo el dicho popular que plantea que muchos pasan por las escuelas y las universidades, pero éstas no pasan por ellos. Hay tantos políticos con sendos títulos, pero con poca formación en valores, que no entienden que en la educación está la única posibilidad de avanzar hacia una modernidad real.

Cuando uno lee en los periódicos que hay un gobernador que se da a la tarea de convocar a todos los sectores de la sociedad para desarrollar una campaña que conduzca a incentivar la lectura en el hogar y con ello a mejorar los niveles de lecturabilidad en el Cesar, entiende quehay un deseo de mejorar, pero cuando uno experimenta directamente la satisfacción de la población al poder leer lo que había deseado, pero que a falta de plata era imposible antes, se siente en la obligación de reconocer que Luis Alberto Monsalvo le está dando un giro a la forma de administar y una lección a muchos gobernadores del país que aún no entienden que mejorar los niveles de lecturabilidad debe ser una política institucional.

Iba subiendo las escaleras de la universidad para ir a clases cuando una joven estudiante se me acercó y me expresó su felicidad porque la Gobernación del Cesar pasó por su casa y le regaló varios libros, entre ellos algunos de García Márquez. Por fin voy a poder leerlos, pues nunca hay plata para fotocopiarlos, mucho menos para comprarlos, me dijo. Sentir esa felicidad de nuestros jóvenes nos obliga a reconocer la excelente intención del gobernador de hacer que el derecho a leer llegue a la población que menos recursos tiene para comprar libros.

Mi barrio es una biblioteca, se convierte en un hecho sin precedentes para que la gente pueda leer, no solo en su casa, sino para que pueda llegar a cualquier biblioteca de colegio y encuentre allí colecciones de libros que le ayuden a mejorar su nivel de conocimiento y producción, pues de una lectura disciplinada se desprende un buen proceso de escritura.

Los planes por sí solos no garantizan su efectividad sino hay voluntad de cumplir con su propósito, por eso este esfuerzo institucional de la Gobernación del Cesar debe estar secundado por los profesores y padres de familia para que fomenten la lectura, para que la obtención de los libros y su lectura, pase de ser moda, a volverse un hábito cotidiano, para que el conocimiento no lo sigan volviendo novelería, sino una necesidad para avanzar y mantenernos a salvo de la ignorancia.