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Editorial - 27 junio, 2018

Un ‘elefante’ menos

La Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la República define el término ‘elefante blanco’ (ese que tanto que se utiliza en los medios de comunicación) como una obra pública de construcción, mantenimiento o instalación de un bien inmueble, la cual tiene un impacto negativo para la comunidad debido a que ha sido abandonada o […]

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La Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la República define el término ‘elefante blanco’ (ese que tanto que se utiliza en los medios de comunicación) como una obra pública de construcción, mantenimiento o instalación de un bien inmueble, la cual tiene un impacto negativo para la comunidad debido a que ha sido abandonada o está  inconclusa,  sus costos superan los beneficios de su funcionamiento, no es utilizada, o su uso es diferente para aquel que fue creada.
En el país estamos invadidos de ese tipo proyectos paquidérmicos, especialmente en el departamento del Cesar, donde todo indicaba que el edificio bioclimático de la Corporación Autónoma Regional iba a quedarse en la lista de obras inconclusas, pero luego de nueve años de retrasos y adiciones presupuestales pudo ser concluido.
El proyecto se desarrolló en dos etapas: la primera que incluyó diseños y construcción hasta su etapa de estructuras (diseños), entre 2009 y 2011, con inversión de $5.768 millones; después vino una segunda con recursos de $6.682 millones, y una adición de $2.402 millones, pero por las demoras fueron necesarios cambios en los diseños que no contaban con las normas actualizadas de sismo resistencia, sumando un total de $15.000 millones. Finalmente, el edificio fue inaugurado el pasado lunes con la presencia del ministro de Medio Ambiente, Luis Gilberto Murillo, de la mano del director de Corpocesar, Kaleb Villalobos.
Lo anterior demuestra que los ‘elefantes blancos’ solo son el resultado de la corrupción y de la desidia de los administradores de lo público, de quienes no se preocupan por el despilfarro de los recursos que pagan los ciudadanos al Estado. En este proyecto quedó demostrado que cuando hay disposición las obras pueden llevarse a feliz término, al servicio de la sociedad, si quien las termina no se preocupa si otro las comenzó.
Lástima que no ocurrió lo mismo con la Plaza de Vendedores Ambulantes y Estacionarios en el barrio La Granja de Valledupar, obra contratada por la Alcaldía hace 11 años por $3.155.690.928 y que no se ha concretado. Cuatro años después, para la construcción de la segunda etapa del proyecto se hizo otro contrato de $4.771.934.422, para un total de 7.927.625.350, que hoy se pierden con hierros viejos entre la maleza del terreno que es utilizado como basurero. Actualmente hay otro proyecto con el Mercado Público y que abarcaría a los ilusionados vendedores inscritos en el programa de reubicación desde hace más de una década. Ojalá que esta vez sí les cumplan.
También recordamos el mirador del Santo Ecce Homo en el cerro Las Antenas, al norte de la capital del Cesar, obra que inició en el 2007, durante el gobierno de Ciro Pupo, en el proyecto del Parque Lineal del Balneario Hurtado, con una inversión de más de 9 mil millones de pesos, pero tampoco ha sido terminado pese al anunciado interés por parte de las administraciones de turno.  La lista es extensa, pero en este recuento podemos incluir el inconcluso Estadio Armando Maestre Pavajeau, que en su primera etapa tuvo una inversión de $59.000 millones, con varias irregularidades e incógnitas sobre el desarrollo de la segunda fase.
En conclusión, necesitamos más disposición de servicio de los funcionarios públicos, de los entes territoriales, de los organismos de control y compromiso de la ciudadanía para velar por la correcta inversión de los recursos públicos, y no sigamos rodeados de obras pendientes.

Editorial
27 junio, 2018

Un ‘elefante’ menos

La Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la República define el término ‘elefante blanco’ (ese que tanto que se utiliza en los medios de comunicación) como una obra pública de construcción, mantenimiento o instalación de un bien inmueble, la cual tiene un impacto negativo para la comunidad debido a que ha sido abandonada o […]


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La Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la República define el término ‘elefante blanco’ (ese que tanto que se utiliza en los medios de comunicación) como una obra pública de construcción, mantenimiento o instalación de un bien inmueble, la cual tiene un impacto negativo para la comunidad debido a que ha sido abandonada o está  inconclusa,  sus costos superan los beneficios de su funcionamiento, no es utilizada, o su uso es diferente para aquel que fue creada.
En el país estamos invadidos de ese tipo proyectos paquidérmicos, especialmente en el departamento del Cesar, donde todo indicaba que el edificio bioclimático de la Corporación Autónoma Regional iba a quedarse en la lista de obras inconclusas, pero luego de nueve años de retrasos y adiciones presupuestales pudo ser concluido.
El proyecto se desarrolló en dos etapas: la primera que incluyó diseños y construcción hasta su etapa de estructuras (diseños), entre 2009 y 2011, con inversión de $5.768 millones; después vino una segunda con recursos de $6.682 millones, y una adición de $2.402 millones, pero por las demoras fueron necesarios cambios en los diseños que no contaban con las normas actualizadas de sismo resistencia, sumando un total de $15.000 millones. Finalmente, el edificio fue inaugurado el pasado lunes con la presencia del ministro de Medio Ambiente, Luis Gilberto Murillo, de la mano del director de Corpocesar, Kaleb Villalobos.
Lo anterior demuestra que los ‘elefantes blancos’ solo son el resultado de la corrupción y de la desidia de los administradores de lo público, de quienes no se preocupan por el despilfarro de los recursos que pagan los ciudadanos al Estado. En este proyecto quedó demostrado que cuando hay disposición las obras pueden llevarse a feliz término, al servicio de la sociedad, si quien las termina no se preocupa si otro las comenzó.
Lástima que no ocurrió lo mismo con la Plaza de Vendedores Ambulantes y Estacionarios en el barrio La Granja de Valledupar, obra contratada por la Alcaldía hace 11 años por $3.155.690.928 y que no se ha concretado. Cuatro años después, para la construcción de la segunda etapa del proyecto se hizo otro contrato de $4.771.934.422, para un total de 7.927.625.350, que hoy se pierden con hierros viejos entre la maleza del terreno que es utilizado como basurero. Actualmente hay otro proyecto con el Mercado Público y que abarcaría a los ilusionados vendedores inscritos en el programa de reubicación desde hace más de una década. Ojalá que esta vez sí les cumplan.
También recordamos el mirador del Santo Ecce Homo en el cerro Las Antenas, al norte de la capital del Cesar, obra que inició en el 2007, durante el gobierno de Ciro Pupo, en el proyecto del Parque Lineal del Balneario Hurtado, con una inversión de más de 9 mil millones de pesos, pero tampoco ha sido terminado pese al anunciado interés por parte de las administraciones de turno.  La lista es extensa, pero en este recuento podemos incluir el inconcluso Estadio Armando Maestre Pavajeau, que en su primera etapa tuvo una inversión de $59.000 millones, con varias irregularidades e incógnitas sobre el desarrollo de la segunda fase.
En conclusión, necesitamos más disposición de servicio de los funcionarios públicos, de los entes territoriales, de los organismos de control y compromiso de la ciudadanía para velar por la correcta inversión de los recursos públicos, y no sigamos rodeados de obras pendientes.