Jaider Ramírez lleva 18 años dedicados a arreglar balones, oficio que conjuga diseñando estampados en una tienda de ropa deportiva.
El golpe que la vida le dio a sus tres años no fue inconveniente para demostrar que podía ser una persona útil y con fuerza de superación para soportar tropiezos de los que hoy se levantó sin temor alguno.
Su pasión por la pintura se refleja en cuadros colgados en su humilde hogar de Villa Miriam, sin embargo, el amor por los pinceles fue pasajero y posteriormente desplazado por agujas y náilones para ‘curar heridas’. ¿Heridas? Sí, heridas de balones como Jaider Ramírez Benítez llama a aquellas pelotas inservibles a punto de ser convertidas en desechos producto del deterioro.
Pero para él no hay trabajo imposible a la hora de ‘resucitar a los muertos’, tal como llama a los balones que prácticamente no tienen arreglo; un símil mediato a la hora de hace un diagnóstico de un ‘paciente moribundo’ para referirse al balón roto que necesita una cirugía.
Las herramientas
No tiene un sofisticado equipo de instrumentación quirúrgica pero sí las herramientas suficientes para suturar y componer balones rajados; un saca válvula, un líquido que sirve para aflojar el cuero y una bomba manual son los materiales con lo que el hombre de 40 años ejerce un oficio propio de su experiencia empírica.
“Yo aprendí a coser balones en un almacén deportivo del centro de Valledupar, allí trabajaba mi hermano Elkin y con él conocí los secretos de este oficio, uno no vive de ésto porque así como me llegan diez o cinco balones diarios, hay días o semanas que no llega nada”, aseguró Jaider Ramírez, mientras habla de las bondades de un oficio propio de su ingenio.
Cuando era niño fue víctima de una afección llamada poliomielitis, pero pudo más su fuerza de voluntad para superarla y sonreírle a la vida, como venganza a la batalla que le ganó a la perturbación física de tener una pierna prácticamente inútil.
Sus secretos para ejercer su oficio van más allá del simple convencimiento rutinario que utiliza para ganarse cinco mil pesos o más de acuerdo con el estado del balón.
“Yo también le cambio las vejigas a los balones, les quito y pongo cuchillas, siempre recibo trabajos de escuelas de fútbol como la del Real San Martín, Valledupar Fútbol Club y la de Checha Amaya, siempre hay algo que hacer”, aseguró el hombre que lo que la naturaleza le negó en estatura se lo dio en ganas para superar las adversidades que Dios le puso en su camino.
Ríe mientras explica las artimañas de su labor, pues asegura ser una persona que siente placer por lo que hace sin complejo alguno. “Yo disfruto lo que hago, mucha gente me dice que permanezco más contento en mi trabajo y eso es importante, al mal tiempo hay que ponerle buena cara, yo sufrí de poliomielitis cuando tenía tres años, eso no fue obstáculo para superarme y levantar a mi familia”.
Sustento de su familia
Su sonrisa nunca la deja. Pareciera que sus dientes blancos fueran cómplices del regocijo con que ve la vida. Jaider Ramírez asegura que “uno debe ser recursivo y tener ingresos alternos para sacar adelante a su familia.
Por eso habla sin ataduras y sin complejo alguno a la hora de desestimar tabúes plasmados en la cotidianidad social. “A mí no me da pena decir que parte de la educación de mis tres hijos la he sacado cosiendo y arreglando balones, de aquí saco para sus meriendas y para el transporte, es una ayuda importante porque lo que gano en una tienda de ropa deportiva estampando camisetas, no me alcanza para todo”, dijo el hombre cabeza de hogar, mientras saca carcajadas propias de su semblante natural.
El ‘cirujano’ del balón disfruta de su trabajo, también de las bondades de un oficio en donde la aguja y el nailon son sus herramientas artísticas para que un balón vuelva a una cancha, bien sea de voleibol, baloncesto o fútbol.
Por ahora, Jaider Ramírez no tiene un quirófano, tampoco una anestesia para amortiguar el dolor porque su cirugía no lo requiere, sin embargo, asegura que “hay que hacer las cosas con amor y dedicación, ser detallistas y dejar el trabajo bien hecho”.
Por Nibaldo Bustamante
Jaider Ramírez lleva 18 años dedicados a arreglar balones, oficio que conjuga diseñando estampados en una tienda de ropa deportiva.
El golpe que la vida le dio a sus tres años no fue inconveniente para demostrar que podía ser una persona útil y con fuerza de superación para soportar tropiezos de los que hoy se levantó sin temor alguno.
Su pasión por la pintura se refleja en cuadros colgados en su humilde hogar de Villa Miriam, sin embargo, el amor por los pinceles fue pasajero y posteriormente desplazado por agujas y náilones para ‘curar heridas’. ¿Heridas? Sí, heridas de balones como Jaider Ramírez Benítez llama a aquellas pelotas inservibles a punto de ser convertidas en desechos producto del deterioro.
Pero para él no hay trabajo imposible a la hora de ‘resucitar a los muertos’, tal como llama a los balones que prácticamente no tienen arreglo; un símil mediato a la hora de hace un diagnóstico de un ‘paciente moribundo’ para referirse al balón roto que necesita una cirugía.
Las herramientas
No tiene un sofisticado equipo de instrumentación quirúrgica pero sí las herramientas suficientes para suturar y componer balones rajados; un saca válvula, un líquido que sirve para aflojar el cuero y una bomba manual son los materiales con lo que el hombre de 40 años ejerce un oficio propio de su experiencia empírica.
“Yo aprendí a coser balones en un almacén deportivo del centro de Valledupar, allí trabajaba mi hermano Elkin y con él conocí los secretos de este oficio, uno no vive de ésto porque así como me llegan diez o cinco balones diarios, hay días o semanas que no llega nada”, aseguró Jaider Ramírez, mientras habla de las bondades de un oficio propio de su ingenio.
Cuando era niño fue víctima de una afección llamada poliomielitis, pero pudo más su fuerza de voluntad para superarla y sonreírle a la vida, como venganza a la batalla que le ganó a la perturbación física de tener una pierna prácticamente inútil.
Sus secretos para ejercer su oficio van más allá del simple convencimiento rutinario que utiliza para ganarse cinco mil pesos o más de acuerdo con el estado del balón.
“Yo también le cambio las vejigas a los balones, les quito y pongo cuchillas, siempre recibo trabajos de escuelas de fútbol como la del Real San Martín, Valledupar Fútbol Club y la de Checha Amaya, siempre hay algo que hacer”, aseguró el hombre que lo que la naturaleza le negó en estatura se lo dio en ganas para superar las adversidades que Dios le puso en su camino.
Ríe mientras explica las artimañas de su labor, pues asegura ser una persona que siente placer por lo que hace sin complejo alguno. “Yo disfruto lo que hago, mucha gente me dice que permanezco más contento en mi trabajo y eso es importante, al mal tiempo hay que ponerle buena cara, yo sufrí de poliomielitis cuando tenía tres años, eso no fue obstáculo para superarme y levantar a mi familia”.
Sustento de su familia
Su sonrisa nunca la deja. Pareciera que sus dientes blancos fueran cómplices del regocijo con que ve la vida. Jaider Ramírez asegura que “uno debe ser recursivo y tener ingresos alternos para sacar adelante a su familia.
Por eso habla sin ataduras y sin complejo alguno a la hora de desestimar tabúes plasmados en la cotidianidad social. “A mí no me da pena decir que parte de la educación de mis tres hijos la he sacado cosiendo y arreglando balones, de aquí saco para sus meriendas y para el transporte, es una ayuda importante porque lo que gano en una tienda de ropa deportiva estampando camisetas, no me alcanza para todo”, dijo el hombre cabeza de hogar, mientras saca carcajadas propias de su semblante natural.
El ‘cirujano’ del balón disfruta de su trabajo, también de las bondades de un oficio en donde la aguja y el nailon son sus herramientas artísticas para que un balón vuelva a una cancha, bien sea de voleibol, baloncesto o fútbol.
Por ahora, Jaider Ramírez no tiene un quirófano, tampoco una anestesia para amortiguar el dolor porque su cirugía no lo requiere, sin embargo, asegura que “hay que hacer las cosas con amor y dedicación, ser detallistas y dejar el trabajo bien hecho”.
Por Nibaldo Bustamante