"Es mejor malo conocido, que bueno por conocer".
La política es una ciencia y un arte; es una ciencia porque nos permite generar ideas que contribuyan con el bienestar de una sociedad y es un arte porque nos lleva a desarrollar planes que ayudan a convertir esas ideas en realidades tangibles, las cuales permiten satisfacer las necesidades sociológicas de acuerdo con un equilibrio religioso, étnico y ambiental de cada región en particular, a través de programas laborales, económicos, culturales y sociales.
La política es el arte de lo posible, frase universal, que ha sido interpretada de distintas formas en los diferentes entornos de la vida social.
El arte se muestra como un estado de vida aliándose al compromiso y misión política. Convirtiéndose en una estructura social, como el arte de gobernar, el arte de idear y planificar; el arte de bien gobernar, para la obtención de un bien común y no un bien personal, utilizando la habilidad para lograr o restaurar el vínculo social. Nos permite transformarnos en lo que realmente somos.
Es un arte, porque nos permite usar la verdad como un medio persuasivo para conquistar voluntades, sin someterlas al escarnio de la conciencia del injusto, que usa de la política para esclavizar y enfermar con su soberbia, poder dominante y demostraciones obsesivas que destruyen.
Es un arte porque no nos permite, cuando es bien entendida, disfrazar nuestras actitudes bajo el estigma de la honradez, para demostrar lo que no somos ni sentimos, y tampoco actuar como los más sensatos dentro de las sombras de la indignidad, como sucede con algunos candidatos que se muestran airosos en los medios de presentación de sus inquietudes, quienes, como candidatos, aún no han superado las certidumbres del medio y siguen siendo inferiores a éste.
Un arte, cuando es mal interpretado, a algunos le permiten asumir posiciones que pesan en sus conciencias y a su estilo de vida y entonces nace el engaño y la maldad; para estos, al confundirlo, lo convierten en la habilidad obsesiva de las mentes del odio.
La política es una ciencia, porque nos permite gobernar a través de normas que coincidan con las necesidades de los gobernados y un arte pues al aplicarlas deben generar beneficios y estabilidad social que despiertan el espíritu a través del bien común.
Por ello y en especial para ser un presidente de una nación, sobre todo en estos momentos, donde la sociedad se debate en una guerra mal entendida, no entre ricos y pobres como la quieran disfrazar, sino, entre posiciones extremas obsesivas, es bueno pensar en candidatos más políticos que técnicos, más emprendedores que ilustrados, más firmes que débiles, más abiertos que tímidos, más callados que locuaces, más empresarios que obreros, más obreros cuando de generar trabajo digno se trate, pero más honestos que su propia honradez y con corazones fuertes en la aplicación de la ley, así ésta, será respetada y la paz con tranquilidad asomará para quedarse en cualquier lugar.
Siempre he hablado de hombres sensatos para el manejo del poder, virtud que no veo en algunos de los actuales candidatos a la Presidencia de la República, entonces lo buscaré en la clase política, cuya debilidad radique en una honradez como principio básico de su programa de gobierno, pero con actitudes políticas, que maneje ésta como una ciencia y un arte, bajo los temas del equilibrio social que sólo brinda la sana democracia.
A nivel local, seguiré usando mi espíritu regionalista, y buenos o malos, votaré por los candidatos de esta tierra, quienes ya algunos, están aprendiendo que la permanencia en el estadio político depende de su capacidad de trabajo, de la constancia en la atención a la gente y en los procesos honestos como base para una buena gestión social, y aquí acudo al viejo proverbio popular: “Es mejor malo conocido, que bueno por conocer”.
Por Fausto Cotes Nuñez
"Es mejor malo conocido, que bueno por conocer".
La política es una ciencia y un arte; es una ciencia porque nos permite generar ideas que contribuyan con el bienestar de una sociedad y es un arte porque nos lleva a desarrollar planes que ayudan a convertir esas ideas en realidades tangibles, las cuales permiten satisfacer las necesidades sociológicas de acuerdo con un equilibrio religioso, étnico y ambiental de cada región en particular, a través de programas laborales, económicos, culturales y sociales.
La política es el arte de lo posible, frase universal, que ha sido interpretada de distintas formas en los diferentes entornos de la vida social.
El arte se muestra como un estado de vida aliándose al compromiso y misión política. Convirtiéndose en una estructura social, como el arte de gobernar, el arte de idear y planificar; el arte de bien gobernar, para la obtención de un bien común y no un bien personal, utilizando la habilidad para lograr o restaurar el vínculo social. Nos permite transformarnos en lo que realmente somos.
Es un arte, porque nos permite usar la verdad como un medio persuasivo para conquistar voluntades, sin someterlas al escarnio de la conciencia del injusto, que usa de la política para esclavizar y enfermar con su soberbia, poder dominante y demostraciones obsesivas que destruyen.
Es un arte porque no nos permite, cuando es bien entendida, disfrazar nuestras actitudes bajo el estigma de la honradez, para demostrar lo que no somos ni sentimos, y tampoco actuar como los más sensatos dentro de las sombras de la indignidad, como sucede con algunos candidatos que se muestran airosos en los medios de presentación de sus inquietudes, quienes, como candidatos, aún no han superado las certidumbres del medio y siguen siendo inferiores a éste.
Un arte, cuando es mal interpretado, a algunos le permiten asumir posiciones que pesan en sus conciencias y a su estilo de vida y entonces nace el engaño y la maldad; para estos, al confundirlo, lo convierten en la habilidad obsesiva de las mentes del odio.
La política es una ciencia, porque nos permite gobernar a través de normas que coincidan con las necesidades de los gobernados y un arte pues al aplicarlas deben generar beneficios y estabilidad social que despiertan el espíritu a través del bien común.
Por ello y en especial para ser un presidente de una nación, sobre todo en estos momentos, donde la sociedad se debate en una guerra mal entendida, no entre ricos y pobres como la quieran disfrazar, sino, entre posiciones extremas obsesivas, es bueno pensar en candidatos más políticos que técnicos, más emprendedores que ilustrados, más firmes que débiles, más abiertos que tímidos, más callados que locuaces, más empresarios que obreros, más obreros cuando de generar trabajo digno se trate, pero más honestos que su propia honradez y con corazones fuertes en la aplicación de la ley, así ésta, será respetada y la paz con tranquilidad asomará para quedarse en cualquier lugar.
Siempre he hablado de hombres sensatos para el manejo del poder, virtud que no veo en algunos de los actuales candidatos a la Presidencia de la República, entonces lo buscaré en la clase política, cuya debilidad radique en una honradez como principio básico de su programa de gobierno, pero con actitudes políticas, que maneje ésta como una ciencia y un arte, bajo los temas del equilibrio social que sólo brinda la sana democracia.
A nivel local, seguiré usando mi espíritu regionalista, y buenos o malos, votaré por los candidatos de esta tierra, quienes ya algunos, están aprendiendo que la permanencia en el estadio político depende de su capacidad de trabajo, de la constancia en la atención a la gente y en los procesos honestos como base para una buena gestión social, y aquí acudo al viejo proverbio popular: “Es mejor malo conocido, que bueno por conocer”.
Por Fausto Cotes Nuñez