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Columnista - 13 marzo, 2025

Tú estás aquí

Con bastante frecuencia, las apariencias y la sensibilidad, junto con la sagacidad y capacidad de liderar, son sustitutos de la fe.

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“Más, el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2,4)

Con bastante frecuencia, las apariencias y la sensibilidad, junto con la sagacidad y capacidad de liderar, son sustitutos de la fe. Las emociones agradables y las experiencias que nos satisfacen profundamente son parte de la vida, pero no lo son todo. También, los conflictos, sufrimientos, batallas y pruebas que se encuentran en el camino son otra parte importante de la disciplina que necesitamos para poder llevar una vida sana y estable. 

El pensamiento Paulino, sostiene que, hay dos maneras de vivir: confiando en lo que podemos ver y palpar a través de los sentidos o confiados en la fe. Entendida esta, como la capacidad de mantenernos adheridos y en obediencia a los principios gloriosos y sempiternos de Dios. En todas nuestras experiencias, debemos contar con la realidad de Cristo morando en nuestros corazones, sin basarnos en nuestro estado de ánimo, para caminar con obediencia y alegría delante de él. 

Es justamente aquí, en este punto, en donde muchos encontramos turbaciones, porque tratamos de andar confiados en lo que vemos y sentimos en vez de caminar por fe. Cuando caminamos por lo que vemos, nos enfrentamos con realidades que no podemos comprender. Pareciera como si Dios nos hubiera abandonado. Sentimos que su misericordia ha desaparecido. Creo que el error de método consiste en pretender encontrar a Dios fuera, en el mundo de los sentidos, cuando él ha permanecido esperándonos todo el tiempo en el interior, en nuestro espíritu. Porque es allí, en donde él está. 

Es menester distinguir entre el hecho de la presencia de Dios en el universo real y en mi vida y el hecho de las emociones. Así pues, cuando nuestra alma parezca estar abandonada y desierta, podemos desde el rincón de nuestra fe, decir con gozo: “No te veo, no te siento, pero ciertamente tú estás aquí, estás donde yo estoy, porque tú habitas en mi corazón. Tú estás aquí”. Aunque parezca que la zarza no se quema, es cierto que arde, él está aquí.  

Debemos creer más en la Palabra y el Poder de Dios que en nuestros propios sentimientos y experiencias. “No mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.  No podemos permanecer al abrigo de las circunstancias cambiantes de la desconfianza o en la inactividad pasiva, permitiendo que los sentimientos nos balanceen al vaivén de las olas de la moda. La vida cristiana extiende sus velas al viento y confía en aquel que gobierna la furia de los vientos y las olas, él tiene poder para decirles: ¡Calla enmudece! Y entonces sobrevendrá una gran calma. 

Aprendía que la salvación de los pájaros de colores está en la altura de sus vuelos. Si su nido está cerca del suelo y vuela bajo, se expone a ser cogido por el cazador y los depredadores. Igual nosotros, si permanecemos arrastrándonos por el terreno bajo del sentimiento y la emoción de lo que vemos solamente, nos encontraremos enmarcados dentro de las trampas del cazador, en dudas, desaliento, tentación e incredulidad. “Ciertamente en vano es tender una red ante los ojos del ave”.  Si vivimos apercibidos y confiados en la roca de los siglos, los brazos de la Cruz son lo suficiente fuertes como para soportar el peso de nuestra existencia; allí podemos colgar nuestros planes y proyectos para vivir una vida completa y con propósito, una vida abundante como Dios la prometió. ¡Confiemos en Dios! 

Un abrazo cargado de cariño.   

Por: Valerio Mejía.

Columnista
13 marzo, 2025

Tú estás aquí

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

Con bastante frecuencia, las apariencias y la sensibilidad, junto con la sagacidad y capacidad de liderar, son sustitutos de la fe.


“Más, el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2,4)

Con bastante frecuencia, las apariencias y la sensibilidad, junto con la sagacidad y capacidad de liderar, son sustitutos de la fe. Las emociones agradables y las experiencias que nos satisfacen profundamente son parte de la vida, pero no lo son todo. También, los conflictos, sufrimientos, batallas y pruebas que se encuentran en el camino son otra parte importante de la disciplina que necesitamos para poder llevar una vida sana y estable. 

El pensamiento Paulino, sostiene que, hay dos maneras de vivir: confiando en lo que podemos ver y palpar a través de los sentidos o confiados en la fe. Entendida esta, como la capacidad de mantenernos adheridos y en obediencia a los principios gloriosos y sempiternos de Dios. En todas nuestras experiencias, debemos contar con la realidad de Cristo morando en nuestros corazones, sin basarnos en nuestro estado de ánimo, para caminar con obediencia y alegría delante de él. 

Es justamente aquí, en este punto, en donde muchos encontramos turbaciones, porque tratamos de andar confiados en lo que vemos y sentimos en vez de caminar por fe. Cuando caminamos por lo que vemos, nos enfrentamos con realidades que no podemos comprender. Pareciera como si Dios nos hubiera abandonado. Sentimos que su misericordia ha desaparecido. Creo que el error de método consiste en pretender encontrar a Dios fuera, en el mundo de los sentidos, cuando él ha permanecido esperándonos todo el tiempo en el interior, en nuestro espíritu. Porque es allí, en donde él está. 

Es menester distinguir entre el hecho de la presencia de Dios en el universo real y en mi vida y el hecho de las emociones. Así pues, cuando nuestra alma parezca estar abandonada y desierta, podemos desde el rincón de nuestra fe, decir con gozo: “No te veo, no te siento, pero ciertamente tú estás aquí, estás donde yo estoy, porque tú habitas en mi corazón. Tú estás aquí”. Aunque parezca que la zarza no se quema, es cierto que arde, él está aquí.  

Debemos creer más en la Palabra y el Poder de Dios que en nuestros propios sentimientos y experiencias. “No mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.  No podemos permanecer al abrigo de las circunstancias cambiantes de la desconfianza o en la inactividad pasiva, permitiendo que los sentimientos nos balanceen al vaivén de las olas de la moda. La vida cristiana extiende sus velas al viento y confía en aquel que gobierna la furia de los vientos y las olas, él tiene poder para decirles: ¡Calla enmudece! Y entonces sobrevendrá una gran calma. 

Aprendía que la salvación de los pájaros de colores está en la altura de sus vuelos. Si su nido está cerca del suelo y vuela bajo, se expone a ser cogido por el cazador y los depredadores. Igual nosotros, si permanecemos arrastrándonos por el terreno bajo del sentimiento y la emoción de lo que vemos solamente, nos encontraremos enmarcados dentro de las trampas del cazador, en dudas, desaliento, tentación e incredulidad. “Ciertamente en vano es tender una red ante los ojos del ave”.  Si vivimos apercibidos y confiados en la roca de los siglos, los brazos de la Cruz son lo suficiente fuertes como para soportar el peso de nuestra existencia; allí podemos colgar nuestros planes y proyectos para vivir una vida completa y con propósito, una vida abundante como Dios la prometió. ¡Confiemos en Dios! 

Un abrazo cargado de cariño.   

Por: Valerio Mejía.