Muchas de las fiestas que celebramos no son autóctonas, frívolas algunas, bárbaras otras y las subliminales no faltan. El día de las brujitas es una de ellas, este año no se festejará, toneladas de azúcar dejarán de consumirse, pero las multinacionales de la diabetes se reinventarán. La feria de caramelos ofrece una aparente felicidad a […]
Muchas de las fiestas que celebramos no son autóctonas, frívolas algunas, bárbaras otras y las subliminales no faltan. El día de las brujitas es una de ellas, este año no se festejará, toneladas de azúcar dejarán de consumirse, pero las multinacionales de la diabetes se reinventarán. La feria de caramelos ofrece una aparente felicidad a los niños que compiten por alcanzar el mayor número de ellos.
El mensaje subliminal consiste en que basta obtener unos caramelos para ser felices y el niño, en su ingenuo mundo, aprende a mendigarlos escondiendo su personalidad detrás de un exótico disfraz que la sociedad de consumo les vende a sus padres. Es una lúdica contagiosa que empieza a formar al niño en lo superfluo y en los falsos objetivos al creer que la vida es folclórica, que todo es dulce, color de rosa, y que unos cuantos caramelos son suficientes para vivir, más esto es una ilusión de párvulos.
El “tricKle, tricke, halloween”, además de pedir el caramelo, tiene una connotación satánica que ayuda a borrar los límites entre lo fáctico y lo supersticioso. Un niño es como un molde elástico al cual se le llena con una fundición (colada) que ocupa todos sus espacios volviéndolos rígidos una vez solidificados. Muchos se preguntarán, ¿pero qué tiene que ver esta fugaz fiesta con la formación de un niño? ¡Sutilezas que la mayoría no alcanza a comprender!
La realidad es que este festejo sigue toda la vida, la promesa de recibir un caramelo nunca termina; esto lleva un mensaje económico de ablandamiento que se graba en las más profundas capas del cerebro para cuando sean adultos y es un limitante en las etapas cognitivas que conducirán al individuo a no mirar críticamente el mundo que le rodea, a no distinguir entre el bien y el mal, a vivir de la esperanza y de las promesas, y a no romper con sus propias cadenas mentales.
Nuestra estructura cultural ha sido permeada y carecemos de un sistema de educación que lo impida. Ahí radica el subdesarrollo. Por eso la humanidad es tan frágil, es como un rebaño cuidado y controlado por lobos en todos sus movimientos con el pretexto de protegerlo de los abigeos. El Trickle Down (efecto derrame o goteo) es una teoría económica consistente en que si a un empresario le va bien, le iría igual al resto de la sociedad; gráficamente, el dueño le dice a sus empleados: llenemos este tonel y cuando comience a derramarse, ustedes pueden aparar.
Pero cuando esto ocurre, el dueño decide llenar otro tonel y así sucesivamente; la teoría es falsa, y en la medida en que el capitalista acumula riquezas, estas se concentran en pocas manos, crece la brecha y la pobreza. Del Foro Económico supimos que el 1 % de los más ricos son dueños del 82 % de toda la riqueza mundial; en Colombia el 1 % de las personas concentra el 40 % de la riqueza; pero con la mitad de la concentración mundial ya somos un país de pobres; ya podrán imaginar cuán grande es la miseria en el mundo. El Halloween parece una inocente fiesta infantil pero es el primer capítulo de un hipotético libro que podríamos titular “Cómo resignarse sin darse cuenta del peligro”.
Muchas de las fiestas que celebramos no son autóctonas, frívolas algunas, bárbaras otras y las subliminales no faltan. El día de las brujitas es una de ellas, este año no se festejará, toneladas de azúcar dejarán de consumirse, pero las multinacionales de la diabetes se reinventarán. La feria de caramelos ofrece una aparente felicidad a […]
Muchas de las fiestas que celebramos no son autóctonas, frívolas algunas, bárbaras otras y las subliminales no faltan. El día de las brujitas es una de ellas, este año no se festejará, toneladas de azúcar dejarán de consumirse, pero las multinacionales de la diabetes se reinventarán. La feria de caramelos ofrece una aparente felicidad a los niños que compiten por alcanzar el mayor número de ellos.
El mensaje subliminal consiste en que basta obtener unos caramelos para ser felices y el niño, en su ingenuo mundo, aprende a mendigarlos escondiendo su personalidad detrás de un exótico disfraz que la sociedad de consumo les vende a sus padres. Es una lúdica contagiosa que empieza a formar al niño en lo superfluo y en los falsos objetivos al creer que la vida es folclórica, que todo es dulce, color de rosa, y que unos cuantos caramelos son suficientes para vivir, más esto es una ilusión de párvulos.
El “tricKle, tricke, halloween”, además de pedir el caramelo, tiene una connotación satánica que ayuda a borrar los límites entre lo fáctico y lo supersticioso. Un niño es como un molde elástico al cual se le llena con una fundición (colada) que ocupa todos sus espacios volviéndolos rígidos una vez solidificados. Muchos se preguntarán, ¿pero qué tiene que ver esta fugaz fiesta con la formación de un niño? ¡Sutilezas que la mayoría no alcanza a comprender!
La realidad es que este festejo sigue toda la vida, la promesa de recibir un caramelo nunca termina; esto lleva un mensaje económico de ablandamiento que se graba en las más profundas capas del cerebro para cuando sean adultos y es un limitante en las etapas cognitivas que conducirán al individuo a no mirar críticamente el mundo que le rodea, a no distinguir entre el bien y el mal, a vivir de la esperanza y de las promesas, y a no romper con sus propias cadenas mentales.
Nuestra estructura cultural ha sido permeada y carecemos de un sistema de educación que lo impida. Ahí radica el subdesarrollo. Por eso la humanidad es tan frágil, es como un rebaño cuidado y controlado por lobos en todos sus movimientos con el pretexto de protegerlo de los abigeos. El Trickle Down (efecto derrame o goteo) es una teoría económica consistente en que si a un empresario le va bien, le iría igual al resto de la sociedad; gráficamente, el dueño le dice a sus empleados: llenemos este tonel y cuando comience a derramarse, ustedes pueden aparar.
Pero cuando esto ocurre, el dueño decide llenar otro tonel y así sucesivamente; la teoría es falsa, y en la medida en que el capitalista acumula riquezas, estas se concentran en pocas manos, crece la brecha y la pobreza. Del Foro Económico supimos que el 1 % de los más ricos son dueños del 82 % de toda la riqueza mundial; en Colombia el 1 % de las personas concentra el 40 % de la riqueza; pero con la mitad de la concentración mundial ya somos un país de pobres; ya podrán imaginar cuán grande es la miseria en el mundo. El Halloween parece una inocente fiesta infantil pero es el primer capítulo de un hipotético libro que podríamos titular “Cómo resignarse sin darse cuenta del peligro”.