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Columnista - 30 junio, 2021

Treinta años de mentiras

Tenemos un Estado medroso derivado de un presidente que pareciera no importarle el prójimo. Sobre sus actuaciones se cierne una serie de dudas que desdicen de su investidura, este mal presidencialista dista de muchos años.  No tiene coherencia el Estado colombiano como organismo con las características que vivimos, importa más el poder económico y político […]

Tenemos un Estado medroso derivado de un presidente que pareciera no importarle el prójimo. Sobre sus actuaciones se cierne una serie de dudas que desdicen de su investidura, este mal presidencialista dista de muchos años. 

No tiene coherencia el Estado colombiano como organismo con las características que vivimos, importa más el poder económico y político que la vida en sociedad. Aquí no prima el bien común, solo la anarquía de unos cuantos. Incluso, la maldad se propaga tanto que muchos hasta pregonan que es mejor el mal que el bien. Los valores están invertidos. A veces creemos que una mentira es una verdad.

Cuando fui reportero de medios periodísticos nacionales me soslayaba de ser tan pragmático en mis informaciones a fin de evitar mentiras disfrazadas de verdades y viceversa.

Es que las huellas de lo que hemos vivido en las últimas décadas dejan irreversibles daños y muchos recuerdos. Cada presidente trae su afán, así como los años. Hago referencia al perverso Frente Nacional en donde liberales y conservadores se repartieron cada cuatro años el poder presidencial. 

López, Pastrana, Gaviria, Turbay, Barco, Uribe, Santos, Duque, por mencionar los que recuerdo; algunos de ellos usufructuaron de alguna manera el poder del narcotráfico, la corrupción, el amiguismo, la guerrilla, los paramilitares, etc. Todos caminan por las mismas huellas del insospechado trajín de la infamia. Pareciera que tenemos un país sumido a la perfección del bandido, del corrupto y del desalmado.  

Todos nos horrorizamos cada día y hasta sufrimos por el otro, ante el desamparo de un Estado hipócrita que le importa más condenar al ladrón de un pan que a quienes les roban los alimentos a los niños y ancianos. Tenemos un país en donde la clase política trabaja con quienes les hacen daño a los colombianos. 

Lo que vive Colombia no es nuevo. Nos han mantenido de mentiras, no solo a nivel presidencial, también hemos sufrido las mentiras en nuestras instituciones regionales. Ciudades sin hospitales porque no les pagan a los trabajadores. El miedo se riega entre la clase media, porque es ahí donde se sintoniza con mayor vigor.

Todos hemos vivido desde la República con miedo y entre las mentiras de quienes nos gobiernan. En cada hogar del país hay un resquemor, todos sufren la espeluznante realidad que vivimos. La gente común y corriente, los famosos, todos tenemos miedo.    

Les cuento una anécdota inédita: aproximadamente un año antes de ser asesinado a balazos, Rafael Orozco llegó con Israel Romero a Valledupar a una rueda de prensa, en el famoso estadero ‘Merendero’, carrera doce con calle catorce. Ese día conocí a Rafael Orozco, porque Israel lo llamó: “Rafa saluda a Aquilino”, recuerdo que le dijo. 

Yo quedé de una sola pieza, pero recibí el abrazo del famoso cantante como si fuéramos grandes amigos, recuerdo que me dijo: “Uy, Aquilino, siempre ruego para que no tomen represalias contra ti por la publicación de esos artículos de crímenes en el periódico”. Rafa tenía miedo.

Efectivamente, por esos días escribí para el periódico El Heraldo, en primera página, el crimen contra el capitán Fabián Henríquez Maceneth y el subteniente David Jesús Henríquez, hermanos, oriundos de Villanueva (La Guajira), que pertenecían al Grupo de Caballería Mecanizado Número 13, de Bogotá, en hechos ocurridos cerca de Chimichagua. 

Los militares fueron asesinados a balazos por el ELN, en medio de una masacre y una ola de secuestros de la subversión en el Cesar. Treinta años después vivimos lo mismo, siento que es un negocio de quienes dirigen el Estado, porque lo manipulan a su antojo. Hasta la próxima semana.

[email protected] 

@tiochiro

Columnista
30 junio, 2021

Treinta años de mentiras

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Tenemos un Estado medroso derivado de un presidente que pareciera no importarle el prójimo. Sobre sus actuaciones se cierne una serie de dudas que desdicen de su investidura, este mal presidencialista dista de muchos años.  No tiene coherencia el Estado colombiano como organismo con las características que vivimos, importa más el poder económico y político […]


Tenemos un Estado medroso derivado de un presidente que pareciera no importarle el prójimo. Sobre sus actuaciones se cierne una serie de dudas que desdicen de su investidura, este mal presidencialista dista de muchos años. 

No tiene coherencia el Estado colombiano como organismo con las características que vivimos, importa más el poder económico y político que la vida en sociedad. Aquí no prima el bien común, solo la anarquía de unos cuantos. Incluso, la maldad se propaga tanto que muchos hasta pregonan que es mejor el mal que el bien. Los valores están invertidos. A veces creemos que una mentira es una verdad.

Cuando fui reportero de medios periodísticos nacionales me soslayaba de ser tan pragmático en mis informaciones a fin de evitar mentiras disfrazadas de verdades y viceversa.

Es que las huellas de lo que hemos vivido en las últimas décadas dejan irreversibles daños y muchos recuerdos. Cada presidente trae su afán, así como los años. Hago referencia al perverso Frente Nacional en donde liberales y conservadores se repartieron cada cuatro años el poder presidencial. 

López, Pastrana, Gaviria, Turbay, Barco, Uribe, Santos, Duque, por mencionar los que recuerdo; algunos de ellos usufructuaron de alguna manera el poder del narcotráfico, la corrupción, el amiguismo, la guerrilla, los paramilitares, etc. Todos caminan por las mismas huellas del insospechado trajín de la infamia. Pareciera que tenemos un país sumido a la perfección del bandido, del corrupto y del desalmado.  

Todos nos horrorizamos cada día y hasta sufrimos por el otro, ante el desamparo de un Estado hipócrita que le importa más condenar al ladrón de un pan que a quienes les roban los alimentos a los niños y ancianos. Tenemos un país en donde la clase política trabaja con quienes les hacen daño a los colombianos. 

Lo que vive Colombia no es nuevo. Nos han mantenido de mentiras, no solo a nivel presidencial, también hemos sufrido las mentiras en nuestras instituciones regionales. Ciudades sin hospitales porque no les pagan a los trabajadores. El miedo se riega entre la clase media, porque es ahí donde se sintoniza con mayor vigor.

Todos hemos vivido desde la República con miedo y entre las mentiras de quienes nos gobiernan. En cada hogar del país hay un resquemor, todos sufren la espeluznante realidad que vivimos. La gente común y corriente, los famosos, todos tenemos miedo.    

Les cuento una anécdota inédita: aproximadamente un año antes de ser asesinado a balazos, Rafael Orozco llegó con Israel Romero a Valledupar a una rueda de prensa, en el famoso estadero ‘Merendero’, carrera doce con calle catorce. Ese día conocí a Rafael Orozco, porque Israel lo llamó: “Rafa saluda a Aquilino”, recuerdo que le dijo. 

Yo quedé de una sola pieza, pero recibí el abrazo del famoso cantante como si fuéramos grandes amigos, recuerdo que me dijo: “Uy, Aquilino, siempre ruego para que no tomen represalias contra ti por la publicación de esos artículos de crímenes en el periódico”. Rafa tenía miedo.

Efectivamente, por esos días escribí para el periódico El Heraldo, en primera página, el crimen contra el capitán Fabián Henríquez Maceneth y el subteniente David Jesús Henríquez, hermanos, oriundos de Villanueva (La Guajira), que pertenecían al Grupo de Caballería Mecanizado Número 13, de Bogotá, en hechos ocurridos cerca de Chimichagua. 

Los militares fueron asesinados a balazos por el ELN, en medio de una masacre y una ola de secuestros de la subversión en el Cesar. Treinta años después vivimos lo mismo, siento que es un negocio de quienes dirigen el Estado, porque lo manipulan a su antojo. Hasta la próxima semana.

[email protected] 

@tiochiro