En la Costa los burros ahora caminan por entre el monte casi que con la lápida puesta sobre el espinazo. Los animales que por siglos le han servido silenciosamente al hombre se convirtieron de un momento a otro en parias. En perseguidos.
Nota tomada de revista Semana
En la Costa los burros ahora caminan por entre el monte casi que con la lápida puesta sobre el espinazo. Los animales que por siglos le han servido silenciosamente al hombre se convirtieron de un momento a otro en parias. En perseguidos.
Este fin de semana corrió un rumor que llegó hasta una emisora a nivel nacional: 600 burros supuestamente se esfumaron sin dejar huella en el departamento del Atlántico.
El hecho, decía la noticia, estaría relacionado con la incautación en el municipio de Malambo hace pocos días de 120 pieles que, según las autoridades, iban a ser utilizadas para esconder droga.
Pero la historia era más honda. En la Policía del Atlántico descartan que haya una desbandada de desapariciones de asnos sin precedentes. Dicen que desconocen lo de los 600. Pero reconocen que los casos de burritos que luego aparecen muertos y despellejados en las veras de los caminos no son nuevos. Y que sí son recurrentes. El problema es que los dueños de los animales no hacen el trámite de la denuncia. En otras palabras, los sacrificios de burros se quedan impunes.
Pero, ¿qué hay detrás? En octubre del año pasado, a raíz de una investigación de El Heraldo de Barranquilla, el ICA lanzó una primera alerta que reveló el misterio. Entre 2015 y 2016 fueron exportadas a China desde Cartagena y Buenaventura 208 toneladas de piel de burro.
Una parte del embrollo era que las exportaciones, que estuvieron a cargo de las empresas Curtidos Leathercol S.A.S., Caribe S.A.S., Invermax del Caribe S.A.S. y Belen Leather S.A.S., no se hicieron con el lleno de los requisitos legales, según el ICA.
Los envíos al exterior se habían realizado sin la certificación sanitaria, lo que abría de entrada varias preguntas frente a la procedencia de las pieles.
En Colombia solo hay cuatro mataderos certificados en los que se sacrifican burros y equinos, procedimientos que están consignados en la ley 2278 de 2002, según se lo dijo a Semana.com una fuente del Invima. Estos establecimientos están en Nariño, Santander, Antioquia y Cundinamarca. Las sospechas se ciernen sobre que Colombia estaría exportando más piel de burro de la que produce legalmente.
Pero además, los casos que más preocupan son los de los delincuentes que han encontrado en estos animales una manera de enriquecerse, matándolos en condiciones degradantes y dejando sus cuerpos sin piel tirados en cualquier trocha.
Lo cierto es que los burros en la Costa hacen parte de la idiosincrasia. Son ellos los que le han permitido a los campesinos andar a través de parajes inaccesibles. Juliana Barberi, directora de la Corporación RAYA, una organización que ha hecho brigadas en pueblos olvidados del Caribe esterilizando animales, dice que por lo general los dueños no son conscientes del cuidado que necesitan.
Porque no solo es ponerlos a pastar y darles agua. A los burros, como a los gatos y a los perros, también hay que desparasitarlos y vacunarlos. Alinearles los cascos. Y quererlos. “Cuando estuvimos en Isla Fuerte no vimos maltratos crueles hacia los burros, pero sí mucho descuido. Algunos estaban en condiciones precarias”.
¿Para qué China está comprando piel de burro?
Hace poco más de un mes apareció un estudio en Inglaterra que decía que en el mundo miles de burros están siendo sacrificados ilegalmente para suplir la demanda de pieles en China.
Donkey Sanctuary* (en español ‘El Santuario del burro‘) se llama el centro que lanzó la advertencia. Resulta que en China hierven la piel del asno para sacar una especie de gelatina que, convertida en medicamento tradicional, sirve aparentemente para tratar enfermedades como la anemia o para controlar la tos severa.
Con ocasión del estudio, el periódico The Guardian entrevistó a Emra Farrant, directora de un centro de medicina tradicional china. La señora dijo que la gelatina que sale de la piel es clave para elaborar un componente llamado Ejiao, que se lo beben mezclado con otras hierbas. En Europa un kilo de Ejiao se consigue en algo más de 1 millón de pesos colombianos.
Pero hay quienes creen que estos productos de origen animal no son necesarios y no están del todo probados. Eso le dijo a The Guardian Philip Mansbridge, director del Fondo Internacional para el Bienestar Animal. Según Mansbridge, aunque las leyes internacionales han reducido la demanda de estos productos, comerciantes sin escrúpulos están lanzando afirmaciones falsas sobre sus poderes curativos, solo con el ánimo de vender. Y los burros terminan siendo las víctimas.
La demanda de piel de asno, en consecuencia, está superando la oferta. Alrededor de 1,8 millones de pieles de burro se comercializan por año, mientras que la demanda mundial está entre 4 a 10 millones de pieles, según el informe de El Santuario del burro. Y casi todos los pedidos vienen de China.
Y en este negocio global es que entra a jugar Colombia. Y México, Brasil y una buena cantidad de países africanos como Sudan, Etiopía, Kenia y Tanzania, donde es legal la exportación y donde también han comenzado a operar redes de tráfico de pieles.
Todo esto ha generado problemas impensados. Como el aumento del precio de los asnos. En Burkina Faso, por ejemplo, los burros se han vuelto inaccesibles para los labriegos que los necesitan para trasportar los productos que cultivan. En Egipto, Sudáfrica y Tanzania se han reportado matanzas de burros.
El gran problema es que en China la población de estos animales se redujo a la mitad, desde 1991 a la actualidad. Hay sequía de burros, mejor dicho. El director de El Santuario del burro, Mike Baker, le dijo a The Guardian que las comunidades rurales en todo el mundo están corriendo el riesgo de empobrecerse o de perder su independencia.
En la Costa colombiana la Policía está al tanto. En Atlántico se destinaron 20 policías en moto especializados en protección animal, que persiguen también delitos como el abigeato, que es el que se configura cuando se roban un burro. Si es que primero no corren con la mala suerte de morir impunemente a causa de sus cotizados lomos.
En la Costa los burros ahora caminan por entre el monte casi que con la lápida puesta sobre el espinazo. Los animales que por siglos le han servido silenciosamente al hombre se convirtieron de un momento a otro en parias. En perseguidos.
Nota tomada de revista Semana
En la Costa los burros ahora caminan por entre el monte casi que con la lápida puesta sobre el espinazo. Los animales que por siglos le han servido silenciosamente al hombre se convirtieron de un momento a otro en parias. En perseguidos.
Este fin de semana corrió un rumor que llegó hasta una emisora a nivel nacional: 600 burros supuestamente se esfumaron sin dejar huella en el departamento del Atlántico.
El hecho, decía la noticia, estaría relacionado con la incautación en el municipio de Malambo hace pocos días de 120 pieles que, según las autoridades, iban a ser utilizadas para esconder droga.
Pero la historia era más honda. En la Policía del Atlántico descartan que haya una desbandada de desapariciones de asnos sin precedentes. Dicen que desconocen lo de los 600. Pero reconocen que los casos de burritos que luego aparecen muertos y despellejados en las veras de los caminos no son nuevos. Y que sí son recurrentes. El problema es que los dueños de los animales no hacen el trámite de la denuncia. En otras palabras, los sacrificios de burros se quedan impunes.
Pero, ¿qué hay detrás? En octubre del año pasado, a raíz de una investigación de El Heraldo de Barranquilla, el ICA lanzó una primera alerta que reveló el misterio. Entre 2015 y 2016 fueron exportadas a China desde Cartagena y Buenaventura 208 toneladas de piel de burro.
Una parte del embrollo era que las exportaciones, que estuvieron a cargo de las empresas Curtidos Leathercol S.A.S., Caribe S.A.S., Invermax del Caribe S.A.S. y Belen Leather S.A.S., no se hicieron con el lleno de los requisitos legales, según el ICA.
Los envíos al exterior se habían realizado sin la certificación sanitaria, lo que abría de entrada varias preguntas frente a la procedencia de las pieles.
En Colombia solo hay cuatro mataderos certificados en los que se sacrifican burros y equinos, procedimientos que están consignados en la ley 2278 de 2002, según se lo dijo a Semana.com una fuente del Invima. Estos establecimientos están en Nariño, Santander, Antioquia y Cundinamarca. Las sospechas se ciernen sobre que Colombia estaría exportando más piel de burro de la que produce legalmente.
Pero además, los casos que más preocupan son los de los delincuentes que han encontrado en estos animales una manera de enriquecerse, matándolos en condiciones degradantes y dejando sus cuerpos sin piel tirados en cualquier trocha.
Lo cierto es que los burros en la Costa hacen parte de la idiosincrasia. Son ellos los que le han permitido a los campesinos andar a través de parajes inaccesibles. Juliana Barberi, directora de la Corporación RAYA, una organización que ha hecho brigadas en pueblos olvidados del Caribe esterilizando animales, dice que por lo general los dueños no son conscientes del cuidado que necesitan.
Porque no solo es ponerlos a pastar y darles agua. A los burros, como a los gatos y a los perros, también hay que desparasitarlos y vacunarlos. Alinearles los cascos. Y quererlos. “Cuando estuvimos en Isla Fuerte no vimos maltratos crueles hacia los burros, pero sí mucho descuido. Algunos estaban en condiciones precarias”.
¿Para qué China está comprando piel de burro?
Hace poco más de un mes apareció un estudio en Inglaterra que decía que en el mundo miles de burros están siendo sacrificados ilegalmente para suplir la demanda de pieles en China.
Donkey Sanctuary* (en español ‘El Santuario del burro‘) se llama el centro que lanzó la advertencia. Resulta que en China hierven la piel del asno para sacar una especie de gelatina que, convertida en medicamento tradicional, sirve aparentemente para tratar enfermedades como la anemia o para controlar la tos severa.
Con ocasión del estudio, el periódico The Guardian entrevistó a Emra Farrant, directora de un centro de medicina tradicional china. La señora dijo que la gelatina que sale de la piel es clave para elaborar un componente llamado Ejiao, que se lo beben mezclado con otras hierbas. En Europa un kilo de Ejiao se consigue en algo más de 1 millón de pesos colombianos.
Pero hay quienes creen que estos productos de origen animal no son necesarios y no están del todo probados. Eso le dijo a The Guardian Philip Mansbridge, director del Fondo Internacional para el Bienestar Animal. Según Mansbridge, aunque las leyes internacionales han reducido la demanda de estos productos, comerciantes sin escrúpulos están lanzando afirmaciones falsas sobre sus poderes curativos, solo con el ánimo de vender. Y los burros terminan siendo las víctimas.
La demanda de piel de asno, en consecuencia, está superando la oferta. Alrededor de 1,8 millones de pieles de burro se comercializan por año, mientras que la demanda mundial está entre 4 a 10 millones de pieles, según el informe de El Santuario del burro. Y casi todos los pedidos vienen de China.
Y en este negocio global es que entra a jugar Colombia. Y México, Brasil y una buena cantidad de países africanos como Sudan, Etiopía, Kenia y Tanzania, donde es legal la exportación y donde también han comenzado a operar redes de tráfico de pieles.
Todo esto ha generado problemas impensados. Como el aumento del precio de los asnos. En Burkina Faso, por ejemplo, los burros se han vuelto inaccesibles para los labriegos que los necesitan para trasportar los productos que cultivan. En Egipto, Sudáfrica y Tanzania se han reportado matanzas de burros.
El gran problema es que en China la población de estos animales se redujo a la mitad, desde 1991 a la actualidad. Hay sequía de burros, mejor dicho. El director de El Santuario del burro, Mike Baker, le dijo a The Guardian que las comunidades rurales en todo el mundo están corriendo el riesgo de empobrecerse o de perder su independencia.
En la Costa colombiana la Policía está al tanto. En Atlántico se destinaron 20 policías en moto especializados en protección animal, que persiguen también delitos como el abigeato, que es el que se configura cuando se roban un burro. Si es que primero no corren con la mala suerte de morir impunemente a causa de sus cotizados lomos.