Me gustó un trino de Vicky Dávila el día que clasificamos al campeonato mundial de Rusia. Cuando la incertidumbre rondaba cada corazón colombiano escribió: “Les propongo unión por lo menos durante el partido. Todos pensando en Colombia, que no importen diferencias ni ambiciones”, en clara alusión a los líderes que construyen la realidad nacional desde […]
Me gustó un trino de Vicky Dávila el día que clasificamos al campeonato mundial de Rusia. Cuando la incertidumbre rondaba cada corazón colombiano escribió: “Les propongo unión por lo menos durante el partido.
Todos pensando en Colombia, que no importen diferencias ni ambiciones”, en clara alusión a los líderes que construyen la realidad nacional desde diferentes tendencias políticas.
Ese día todos le hicimos fuerza a la selección patria. Poco importaron las limitaciones económicas, las tendencias sexuales, las creencias religiosas, los enfrentamientos políticos, las decepciones amorosas, las inequidades sociales o las trapisondas partidistas para que el sentimiento general se expresara en las redes sociales que anunciaban un boleto a la próxima cita mundialista.
En ese momento recordé cómo Nelson Mandela en los Juegos Olímpicos de Barcelona se dio cuenta de la importancia del rugby para penetrar la sociedad, independiente del estrato social, la tendencia política o la condición religiosa. Para esos días la selección nacional de Sudáfrica, era un símbolo del poder blanco. Éstos eran críticos de Mandela y los negros arengaban al país que fuera, con tal que el equipo de los blancos perdiera.
Insensato enfrentamiento que sensibilizó a Mandela acerca de la necesidad de unir a blancos y negros a través del deporte. Se reunió con el capitán de los ‘Sprinboks’, como llamaban a la selección nacional, y juntos emprendieron una cruzada que llegó hasta los más humildes rincones negros. Llovieron las críticas, su propio partido no entendía cómo se había convertido en el defensor del mismo equipo de blancos que atacaba mientras estuvo en la cárcel.
Cuando comenzó el campeonato mundial ya todo el país gravitaba en torno al seleccionado que contra todo pronóstico alcanzó el primer lugar. Los que nunca habían celebrado salieron a la calle a gritar de contento y los aficionados blancos que literalmente odiaban al líder negro, ondeaban orgullosos la bandera constitucional sudafricana. Triunfó la tesis de Mandela, el poder del deporte es capaz de convertir un país dividido en una nación unida en la alegría.
En Colombia hoy ya estamos unidos en torno a nuestro equipo de fútbol, o sea que tenemos una ligera ventaja a pesar de que los incendiarios mensajes de la derecha y la izquierda, con el apellido que le quieran poner, intentan convencernos de que la guerra es mejor que la paz, que la muerte es preferible a la vida, que el conflicto supera al trabajo armónico o que estamos condenados a bizantinas discusiones por egoístas intereses de momento.
Pero como tampoco se trata de que todos pensemos igual, entonces la idea es que en la diversidad de las diferencias, el liderazgo se construya sobre sinceras apuestas de bienestar para el ser humano, sin distingos, tal como sucede cuando apartamos los egoísmos, odios y resentimientos en torno a la tricolor nacional.
Y consecuente con ese deseo, reflexionemos acerca del mensaje de un cantante del grupo irlandés U2, recientemente presentado en Bogotá, “no nos detengamos en los horrores que nos hizo vivir la guerra, preocupémonos mejor porque esa barbarie no se vuelva a repetir”. Así sanamos nuestros corazones y podemos vivir en paz. Un abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón
[email protected]
@antoniomariaA
Me gustó un trino de Vicky Dávila el día que clasificamos al campeonato mundial de Rusia. Cuando la incertidumbre rondaba cada corazón colombiano escribió: “Les propongo unión por lo menos durante el partido. Todos pensando en Colombia, que no importen diferencias ni ambiciones”, en clara alusión a los líderes que construyen la realidad nacional desde […]
Me gustó un trino de Vicky Dávila el día que clasificamos al campeonato mundial de Rusia. Cuando la incertidumbre rondaba cada corazón colombiano escribió: “Les propongo unión por lo menos durante el partido.
Todos pensando en Colombia, que no importen diferencias ni ambiciones”, en clara alusión a los líderes que construyen la realidad nacional desde diferentes tendencias políticas.
Ese día todos le hicimos fuerza a la selección patria. Poco importaron las limitaciones económicas, las tendencias sexuales, las creencias religiosas, los enfrentamientos políticos, las decepciones amorosas, las inequidades sociales o las trapisondas partidistas para que el sentimiento general se expresara en las redes sociales que anunciaban un boleto a la próxima cita mundialista.
En ese momento recordé cómo Nelson Mandela en los Juegos Olímpicos de Barcelona se dio cuenta de la importancia del rugby para penetrar la sociedad, independiente del estrato social, la tendencia política o la condición religiosa. Para esos días la selección nacional de Sudáfrica, era un símbolo del poder blanco. Éstos eran críticos de Mandela y los negros arengaban al país que fuera, con tal que el equipo de los blancos perdiera.
Insensato enfrentamiento que sensibilizó a Mandela acerca de la necesidad de unir a blancos y negros a través del deporte. Se reunió con el capitán de los ‘Sprinboks’, como llamaban a la selección nacional, y juntos emprendieron una cruzada que llegó hasta los más humildes rincones negros. Llovieron las críticas, su propio partido no entendía cómo se había convertido en el defensor del mismo equipo de blancos que atacaba mientras estuvo en la cárcel.
Cuando comenzó el campeonato mundial ya todo el país gravitaba en torno al seleccionado que contra todo pronóstico alcanzó el primer lugar. Los que nunca habían celebrado salieron a la calle a gritar de contento y los aficionados blancos que literalmente odiaban al líder negro, ondeaban orgullosos la bandera constitucional sudafricana. Triunfó la tesis de Mandela, el poder del deporte es capaz de convertir un país dividido en una nación unida en la alegría.
En Colombia hoy ya estamos unidos en torno a nuestro equipo de fútbol, o sea que tenemos una ligera ventaja a pesar de que los incendiarios mensajes de la derecha y la izquierda, con el apellido que le quieran poner, intentan convencernos de que la guerra es mejor que la paz, que la muerte es preferible a la vida, que el conflicto supera al trabajo armónico o que estamos condenados a bizantinas discusiones por egoístas intereses de momento.
Pero como tampoco se trata de que todos pensemos igual, entonces la idea es que en la diversidad de las diferencias, el liderazgo se construya sobre sinceras apuestas de bienestar para el ser humano, sin distingos, tal como sucede cuando apartamos los egoísmos, odios y resentimientos en torno a la tricolor nacional.
Y consecuente con ese deseo, reflexionemos acerca del mensaje de un cantante del grupo irlandés U2, recientemente presentado en Bogotá, “no nos detengamos en los horrores que nos hizo vivir la guerra, preocupémonos mejor porque esa barbarie no se vuelva a repetir”. Así sanamos nuestros corazones y podemos vivir en paz. Un abrazo.
Por Antonio María Araújo Calderón
[email protected]
@antoniomariaA