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Columnista - 4 octubre, 2022

Todos no ponen

Todos conocemos el tradicional juego llamado “Toma todo” que consiste en un trompo con varias caras con una leyenda como: “Toma una” “toma dos”, “todos ponen” o “toma todo”, es un juego muy divertido y a la vez equitativo pues por ser de azar los jugadores tienen las mismas oportunidades de ganar o perder; si […]

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Todos conocemos el tradicional juego llamado “Toma todo” que consiste en un trompo con varias caras con una leyenda como: “Toma una” “toma dos”, “todos ponen” o “toma todo”, es un juego muy divertido y a la vez equitativo pues por ser de azar los jugadores tienen las mismas oportunidades de ganar o perder; si aplicáramos este símil con la recaudación de impuestos no solo fuese mayor sino que hubiese menos evasión y tuviésemos la misma oportunidad de tributar y de recibir los beneficios de los impuestos, pero la realidad es que muchos ponemos y pocos toman todo.

Según datos de la contraloría general de la república del año 2018, la corrupción se queda con $90 billones anualmente y por el lado de la evasión según Luis Carlos Reyes y José Antonio Ocampo, director de la DIAN y ministro de Hacienda, respectivamente, la cifra es de $65 billones que sumados dan $155 billones, es decir, el 44,2% del presupuesto general de la nación para el 2021, un escándalo que a nadie pareciera asombrarle.

Durante los últimos 30 años se han tramitado 21 reformas tributarias con un promedio de recaudo de $9 billones lo que supone un 6,3% de la corrupción y la evasión juntas pero lo peor es que nunca será suficiente y la forma más fácil es vía impuestos porque desde el 1991 hasta 2010 el país vendió todos sus activos teniendo como únicas fuentes de ingresos acudir a la deuda o aumentar los impuestos, ambas contraproducentes para el país.

El actual gobierno planteó inicialmente una reforma de $50 billones con unas propuestas que si bien sonaban muy populares y aparentemente realizables, los consensos políticos y los acuerdos de gobernabilidad que hizo con los partidos tradicionales que hacen lobby permanente a los grandes capitales en el Congreso de la República  y por supuesto la presión de los gremios económicos hizo que abandonara la idea y planteara una más aterrizada, en este caso la mitad $25 billones con la diferencia que la que planteó el gobierno anterior gravaba la canasta familiar y la del actual grava las grandes fortunas, en ambos casos a ninguno de los dos les gusta que le pongan más impuestos.

Así las cosas y con un hueco fiscal según datos más conservadores es de $38 billones es decir un 5,6% del PIB para el 2021 y con una apuesta de gasto social gigantesca para el siguiente cuatrienio, no podemos esperar nada diferente sino más impuestos; ahora, si nadie quiere pagarlos por razones obvias, entonces ¿De dónde sale la plata para financiar al estado? 

Si la propuesta no contempla un equilibrio entre controlar la evasión, castigar la corrupción y aplicar una regla que por un lado no frene la producción o asuste a los inversionistas y por otro no promueva la injusticia tributaria, las cosas se le pueden enredar al gobierno en su plan de financiación, o tal vez lo logre, pero las fisuras y el descontento reinará de lado y lado, tarea difícil de manejar.

Ahora bien, el problema es que mientras se le aumentan los impuestos a todos los sectores, hay uno que pasa de agache esté quien esté en el gobierno, irónicamente se pensó que este gobierno tocaría a las “vacas sagradas”, hablo del sector financiero que año tras año ininterrumpidamente recibe billones en utilidades y su nivel de tributación es de las más bajas del continente, por supuesto que decirlo es un sacrilegio dado su enorme poder  pero solo por citar un ejemplo ¿Sabemos cuánto dinero tiene el fondo que recibe el impuesto del 4×1000? ¿Por qué ninguna reforma tributaria se mete con este fondo? O ¿Cuánto se recaudaría si se gravara un porcentaje de los saldos de cuentas de ahorro menores a diez mil pesos que nunca son retirados por el cuentahabiente pues los cajeros no entregan billetes de baja denominación ni monedas? 

Al final estamos ante un callejón sin salida pues quien mayor evasión comete son algunos sectores a través de exenciones, la corrupción se usa para financiar campañas políticas para que una vez en el poder devuelvan el favor a través de más exenciones o que sencillamente no los persigan si evaden impuestos; y si se le carga la mano a los más pobres, terminan en explosiones sociales como la vivida en 2020.

Columnista
4 octubre, 2022

Todos no ponen

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eloy Gutiérrez Anaya

Todos conocemos el tradicional juego llamado “Toma todo” que consiste en un trompo con varias caras con una leyenda como: “Toma una” “toma dos”, “todos ponen” o “toma todo”, es un juego muy divertido y a la vez equitativo pues por ser de azar los jugadores tienen las mismas oportunidades de ganar o perder; si […]


Todos conocemos el tradicional juego llamado “Toma todo” que consiste en un trompo con varias caras con una leyenda como: “Toma una” “toma dos”, “todos ponen” o “toma todo”, es un juego muy divertido y a la vez equitativo pues por ser de azar los jugadores tienen las mismas oportunidades de ganar o perder; si aplicáramos este símil con la recaudación de impuestos no solo fuese mayor sino que hubiese menos evasión y tuviésemos la misma oportunidad de tributar y de recibir los beneficios de los impuestos, pero la realidad es que muchos ponemos y pocos toman todo.

Según datos de la contraloría general de la república del año 2018, la corrupción se queda con $90 billones anualmente y por el lado de la evasión según Luis Carlos Reyes y José Antonio Ocampo, director de la DIAN y ministro de Hacienda, respectivamente, la cifra es de $65 billones que sumados dan $155 billones, es decir, el 44,2% del presupuesto general de la nación para el 2021, un escándalo que a nadie pareciera asombrarle.

Durante los últimos 30 años se han tramitado 21 reformas tributarias con un promedio de recaudo de $9 billones lo que supone un 6,3% de la corrupción y la evasión juntas pero lo peor es que nunca será suficiente y la forma más fácil es vía impuestos porque desde el 1991 hasta 2010 el país vendió todos sus activos teniendo como únicas fuentes de ingresos acudir a la deuda o aumentar los impuestos, ambas contraproducentes para el país.

El actual gobierno planteó inicialmente una reforma de $50 billones con unas propuestas que si bien sonaban muy populares y aparentemente realizables, los consensos políticos y los acuerdos de gobernabilidad que hizo con los partidos tradicionales que hacen lobby permanente a los grandes capitales en el Congreso de la República  y por supuesto la presión de los gremios económicos hizo que abandonara la idea y planteara una más aterrizada, en este caso la mitad $25 billones con la diferencia que la que planteó el gobierno anterior gravaba la canasta familiar y la del actual grava las grandes fortunas, en ambos casos a ninguno de los dos les gusta que le pongan más impuestos.

Así las cosas y con un hueco fiscal según datos más conservadores es de $38 billones es decir un 5,6% del PIB para el 2021 y con una apuesta de gasto social gigantesca para el siguiente cuatrienio, no podemos esperar nada diferente sino más impuestos; ahora, si nadie quiere pagarlos por razones obvias, entonces ¿De dónde sale la plata para financiar al estado? 

Si la propuesta no contempla un equilibrio entre controlar la evasión, castigar la corrupción y aplicar una regla que por un lado no frene la producción o asuste a los inversionistas y por otro no promueva la injusticia tributaria, las cosas se le pueden enredar al gobierno en su plan de financiación, o tal vez lo logre, pero las fisuras y el descontento reinará de lado y lado, tarea difícil de manejar.

Ahora bien, el problema es que mientras se le aumentan los impuestos a todos los sectores, hay uno que pasa de agache esté quien esté en el gobierno, irónicamente se pensó que este gobierno tocaría a las “vacas sagradas”, hablo del sector financiero que año tras año ininterrumpidamente recibe billones en utilidades y su nivel de tributación es de las más bajas del continente, por supuesto que decirlo es un sacrilegio dado su enorme poder  pero solo por citar un ejemplo ¿Sabemos cuánto dinero tiene el fondo que recibe el impuesto del 4×1000? ¿Por qué ninguna reforma tributaria se mete con este fondo? O ¿Cuánto se recaudaría si se gravara un porcentaje de los saldos de cuentas de ahorro menores a diez mil pesos que nunca son retirados por el cuentahabiente pues los cajeros no entregan billetes de baja denominación ni monedas? 

Al final estamos ante un callejón sin salida pues quien mayor evasión comete son algunos sectores a través de exenciones, la corrupción se usa para financiar campañas políticas para que una vez en el poder devuelvan el favor a través de más exenciones o que sencillamente no los persigan si evaden impuestos; y si se le carga la mano a los más pobres, terminan en explosiones sociales como la vivida en 2020.