En poco tiempo los colombianos nos veremos enfrentados a la decisión política más importante de nuestras vidas. Definitivamente el plebiscito por la paz que refrende los acuerdos logrados entre Gobierno y Farc definirá el futuro de las siguientes generaciones. Pocos nos hemos tomado la tarea de conocer detalladamente los acuerdos hasta el momento logrados. Incluso […]
En poco tiempo los colombianos nos veremos enfrentados a la decisión política más importante de nuestras vidas. Definitivamente el plebiscito por la paz que refrende los acuerdos logrados entre Gobierno y Farc definirá el futuro de las siguientes generaciones.
Pocos nos hemos tomado la tarea de conocer detalladamente los acuerdos hasta el momento logrados. Incluso muchos siguen creyendo que estos no son públicos y muy seguramente no seremos muchos más los que cumplamos con el deber de colombianos de leer en profundidad esos acuerdos que algunos critican.
Ante ese escenario de desconocimiento de lo acordado por pereza de informarnos de manera directa de los resultados alcanzados en la negociación de La Habana, vale la pena hacer nuevamente énfasis en que en este, como en cualquier otro proceso de paz, es imperativo poner en una balanza los beneficios que puedan obtenerse de los sacrificios que se deban asumir.
No es realista considerar algún mecanismo de selección de lo que nos conviene o nos gusta para desechar lo que nos parece difícil de aceptar. El actual proceso tiene un equilibrio entre los límites que deben considerarse en un proceso de negociación como este y las concesiones que como sociedad debemos hacer.
Seguro los colombianos queremos ver unas Farc sin armas -acuerdo ya logrado el pasado 23 de junio- igualmente queremos que cuenten la verdad de lo sucedido en estos más de 50 años de guerra, que reparen materialmente a sus víctimas, que reconozcan su responsabilidad -acuerdos logrados en diciembre de 2015- o que se desvinculen completamente y de manera definitiva del problema de las drogas ilícitas –acuerdo del 16 de mayo de 2014-.
Pero, de otra parte, deberíamos estar dispuestos a ceder para terminar definitivamente con esta guerra. Que las Farc hagan política, una vez hayan dejado la totalidad de sus armas; que puedan acceder a un modelo de justicia especial con el que se satisfagan los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.
Acordémonos que estamos en una mesa de negociación donde no hay vencedores ni vencidos; donde estamos buscando ponerle punto final a una guerra que ha producido más de 220.000 muertos, más de 25.000 desaparecidos, 4.744.046 desplazados, un total de 8.092.394 víctimas registradas; un proceso del que queremos salir todos triunfantes, donde los más importantes sean los colombianos que están por llegar, las nuevas generaciones a las que les podremos dejar un país donde la opción de defenderse no sean las armas.
___________________
A propósito:
Emociona ver el abrazo de reconciliación de Jaime Palmera, hermano de ‘Simón Trinidad’, comandante guerrillero extraditado a Estados Unidos y Rodrigo Tovar, hijo de ‘Jorge 40’ igualmente extraditado a ese país. Esos son los mensajes de reconciliación que necesitamos en este importante momento en Colombia.
Invito a conocer la totalidad de los acuerdos hasta el momento logrados en www.mesadeconversaciones.com.co
Por Mario Puerta
En poco tiempo los colombianos nos veremos enfrentados a la decisión política más importante de nuestras vidas. Definitivamente el plebiscito por la paz que refrende los acuerdos logrados entre Gobierno y Farc definirá el futuro de las siguientes generaciones. Pocos nos hemos tomado la tarea de conocer detalladamente los acuerdos hasta el momento logrados. Incluso […]
En poco tiempo los colombianos nos veremos enfrentados a la decisión política más importante de nuestras vidas. Definitivamente el plebiscito por la paz que refrende los acuerdos logrados entre Gobierno y Farc definirá el futuro de las siguientes generaciones.
Pocos nos hemos tomado la tarea de conocer detalladamente los acuerdos hasta el momento logrados. Incluso muchos siguen creyendo que estos no son públicos y muy seguramente no seremos muchos más los que cumplamos con el deber de colombianos de leer en profundidad esos acuerdos que algunos critican.
Ante ese escenario de desconocimiento de lo acordado por pereza de informarnos de manera directa de los resultados alcanzados en la negociación de La Habana, vale la pena hacer nuevamente énfasis en que en este, como en cualquier otro proceso de paz, es imperativo poner en una balanza los beneficios que puedan obtenerse de los sacrificios que se deban asumir.
No es realista considerar algún mecanismo de selección de lo que nos conviene o nos gusta para desechar lo que nos parece difícil de aceptar. El actual proceso tiene un equilibrio entre los límites que deben considerarse en un proceso de negociación como este y las concesiones que como sociedad debemos hacer.
Seguro los colombianos queremos ver unas Farc sin armas -acuerdo ya logrado el pasado 23 de junio- igualmente queremos que cuenten la verdad de lo sucedido en estos más de 50 años de guerra, que reparen materialmente a sus víctimas, que reconozcan su responsabilidad -acuerdos logrados en diciembre de 2015- o que se desvinculen completamente y de manera definitiva del problema de las drogas ilícitas –acuerdo del 16 de mayo de 2014-.
Pero, de otra parte, deberíamos estar dispuestos a ceder para terminar definitivamente con esta guerra. Que las Farc hagan política, una vez hayan dejado la totalidad de sus armas; que puedan acceder a un modelo de justicia especial con el que se satisfagan los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.
Acordémonos que estamos en una mesa de negociación donde no hay vencedores ni vencidos; donde estamos buscando ponerle punto final a una guerra que ha producido más de 220.000 muertos, más de 25.000 desaparecidos, 4.744.046 desplazados, un total de 8.092.394 víctimas registradas; un proceso del que queremos salir todos triunfantes, donde los más importantes sean los colombianos que están por llegar, las nuevas generaciones a las que les podremos dejar un país donde la opción de defenderse no sean las armas.
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A propósito:
Emociona ver el abrazo de reconciliación de Jaime Palmera, hermano de ‘Simón Trinidad’, comandante guerrillero extraditado a Estados Unidos y Rodrigo Tovar, hijo de ‘Jorge 40’ igualmente extraditado a ese país. Esos son los mensajes de reconciliación que necesitamos en este importante momento en Colombia.
Invito a conocer la totalidad de los acuerdos hasta el momento logrados en www.mesadeconversaciones.com.co
Por Mario Puerta