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Columnista - 30 noviembre, 2013

Todo lo que escribimos…

Por Leonardo maya Amaya Todo lo que escribimos otros ya lo han escrito en otros tiempos y con otras palabras. Mi tío Caturo, que es analfabeto total de las letras, es el ser humano más sabio que conozco. De chico me hablaba de los alquimistas y su errada transmutación de la materia, me contaba historias […]

Por Leonardo maya Amaya

Todo lo que escribimos otros ya lo han escrito en otros tiempos y con otras palabras.

Mi tío Caturo, que es analfabeto total de las letras, es el ser humano más sabio que conozco. De chico me hablaba de los alquimistas y su errada transmutación de la materia, me contaba historias de piratas, me describía el mar con sus caracolas, sus olas incansables y su infinidad de criaturas submarinas, era un verdadero sabio, relataba todo con una precisión asombrosa, lo asombroso es que él nunca salió del pueblo ni conoció jamás el mar.

Reflexión

Todos los seres vivos: hombres, aves, mamíferos, insectos y peces somos arrastrados a un mundo de paz infinita y tranquilidad sobrecogedora, es inevitable, todos  llegaremos.

Algunos hombres serán recordados por los vientos de la historia, otros serán olvidados en la niebla de la mañana, y otros no serán  reconocidos ni siquiera por la luz del sol, esos son los que pasaron por la vida sin existir, porque nunca tuvieron la valentía de defender una causa ni arriesgarse a amar a nadie.

Cuestión de fe

El sabio chino Wang Liu fue requerido urgentemente por el emperador LiangTse.

__ Un ejército de sesenta mil hombres se aproxima, estamos perdidos, solo tenemos diez mil mal armados para enfrentarlos.

Decidme gran hombre ¿qué hacemos?

__ ¿Qué dicen los generales? Preguntó Wang
__ Dicen que necesitamos por lo menos treinta mil soldados valientes, armados con sables de acero reforzado para enfrentarlos.

__ Dadme mil soldados de los más cobardes
__ ¿Y las armas?    
__ Los enfrentaremos con espejos de aumento gigantes.
__ Eso no es ningún arma.
__ Mi arma es la fe, dijo el sabio.

A pocas leguas, el feroz ejército invasor avanzaba sobre un profundo risco bordeando la garganta del cañón de las siete bocas para alcanzar la planicie de Jiang Li. Allí pernoctaron, no sin antes afilar sus armas y preparar sus arpegios de guerra.

A las diez de la mañana fueron atacados. Un enorme ejército de hombres gigantes y sables larguísimos los tenía acorralados. La caballería se dispersó despavorida perseguida por caballos descomunales que los hicieron ir directamente al desfiladero donde se desbarrancaron asombrados.

Wang Liu fue condecorado como general de generales y salvador del imperio. Los generales de carrera lo odian.

 

Columnista
30 noviembre, 2013

Todo lo que escribimos…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Por Leonardo maya Amaya Todo lo que escribimos otros ya lo han escrito en otros tiempos y con otras palabras. Mi tío Caturo, que es analfabeto total de las letras, es el ser humano más sabio que conozco. De chico me hablaba de los alquimistas y su errada transmutación de la materia, me contaba historias […]


Por Leonardo maya Amaya

Todo lo que escribimos otros ya lo han escrito en otros tiempos y con otras palabras.

Mi tío Caturo, que es analfabeto total de las letras, es el ser humano más sabio que conozco. De chico me hablaba de los alquimistas y su errada transmutación de la materia, me contaba historias de piratas, me describía el mar con sus caracolas, sus olas incansables y su infinidad de criaturas submarinas, era un verdadero sabio, relataba todo con una precisión asombrosa, lo asombroso es que él nunca salió del pueblo ni conoció jamás el mar.

Reflexión

Todos los seres vivos: hombres, aves, mamíferos, insectos y peces somos arrastrados a un mundo de paz infinita y tranquilidad sobrecogedora, es inevitable, todos  llegaremos.

Algunos hombres serán recordados por los vientos de la historia, otros serán olvidados en la niebla de la mañana, y otros no serán  reconocidos ni siquiera por la luz del sol, esos son los que pasaron por la vida sin existir, porque nunca tuvieron la valentía de defender una causa ni arriesgarse a amar a nadie.

Cuestión de fe

El sabio chino Wang Liu fue requerido urgentemente por el emperador LiangTse.

__ Un ejército de sesenta mil hombres se aproxima, estamos perdidos, solo tenemos diez mil mal armados para enfrentarlos.

Decidme gran hombre ¿qué hacemos?

__ ¿Qué dicen los generales? Preguntó Wang
__ Dicen que necesitamos por lo menos treinta mil soldados valientes, armados con sables de acero reforzado para enfrentarlos.

__ Dadme mil soldados de los más cobardes
__ ¿Y las armas?    
__ Los enfrentaremos con espejos de aumento gigantes.
__ Eso no es ningún arma.
__ Mi arma es la fe, dijo el sabio.

A pocas leguas, el feroz ejército invasor avanzaba sobre un profundo risco bordeando la garganta del cañón de las siete bocas para alcanzar la planicie de Jiang Li. Allí pernoctaron, no sin antes afilar sus armas y preparar sus arpegios de guerra.

A las diez de la mañana fueron atacados. Un enorme ejército de hombres gigantes y sables larguísimos los tenía acorralados. La caballería se dispersó despavorida perseguida por caballos descomunales que los hicieron ir directamente al desfiladero donde se desbarrancaron asombrados.

Wang Liu fue condecorado como general de generales y salvador del imperio. Los generales de carrera lo odian.