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Columnista - 25 junio, 2018

¿Todo congreso pasado fue mejor?

Los veíamos como un recinto sagrado. Así nos lo vendieron nuestros mayores. Un lugar en el que las buenas voces, enérgicas y elocuentes hacían estremecer de gusto a la audiencia. Figuras cimeras de la política colombiana, líderes que descollaban por sus verbos encendidos, por sus actitudes rectas, por su trabajo y el cumplimiento del deber […]

Los veíamos como un recinto sagrado. Así nos lo vendieron nuestros mayores. Un lugar en el que las buenas voces, enérgicas y elocuentes hacían estremecer de gusto a la audiencia. Figuras cimeras de la política colombiana, líderes que descollaban por sus verbos encendidos, por sus actitudes rectas, por su trabajo y el cumplimiento del deber para el que fueron elegidos. Era el Congreso de la República.

Que también había corrupción, sí, soterrada y no es que la defienda, sino que no había los escándalos de hoy, ni la proliferación de actos corruptos. Desde el principio de los tiempos ha pululado la deshonestidad, a tal punto que me veo precisada a repetir una frase que me llama la atención y la he escrito varias veces, la dijo un político, algunos me cuentan que fue de Laureano Gómez: “Me asomé a la conciencia de un hombre honrado y era horrible”

Las triquiñuelas, los favores pagados, la venta de conciencia y de votos, los robos maquillados, en fin el actuar deshonesto pareciera que nació con el hombre, pero en su crecimiento y en la permisividad de la sociedad ha hecho carrera y ya no nos asombra ningún robo, soborno y todas las modalidades de corrupción.

Los hombres que iban al Congreso, elegidos por el pueblo, se sentían orgullosos de su dignidad, eran caballerosos, eran unos señores, sus actitudes, si no lo eran, parecían limpias y cuando llegaron las primeras mujeres, también elegidas, eran respetadas, aunque no estuvieran de acuerdo con sus ideas, sus proyectos, su condición femenina.

Hoy es diferente. No es ningún orgullo ser congresista, aunque haya señores ‘honrados’, pero son tan pocos que se pierden dentro del grupo más grande de los corruptos, y ya uno se ha ido acostumbrando a conocer los escándalos y saber quiénes son sus protagonistas, pero asistir a un espectáculo como el que protagonizó un “padre de la patria” en el hemiciclo antes sagrado, nos llena de vergüenza. El senador Alfredo Ramos insultó a Claudia López y remató recordándole la madre. Y no es que la senadora López sea muy elegante: es gritona y mal hablada. Se debatía el proyecto del sometimiento de las bacrim y se formó la tremolina, Ramos con micrófono apagado le lanzó la ofensa, por la que hace muchos años se mataban los hombres.

Ambos actuaron mal, al senador Ramos se le olvidó la caballerosidad y a la senadora aquello de que “la mujer del César no solo debe ser honesta (léase una dama) sino demostrarlo”.

Columnista
25 junio, 2018

¿Todo congreso pasado fue mejor?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Los veíamos como un recinto sagrado. Así nos lo vendieron nuestros mayores. Un lugar en el que las buenas voces, enérgicas y elocuentes hacían estremecer de gusto a la audiencia. Figuras cimeras de la política colombiana, líderes que descollaban por sus verbos encendidos, por sus actitudes rectas, por su trabajo y el cumplimiento del deber […]


Los veíamos como un recinto sagrado. Así nos lo vendieron nuestros mayores. Un lugar en el que las buenas voces, enérgicas y elocuentes hacían estremecer de gusto a la audiencia. Figuras cimeras de la política colombiana, líderes que descollaban por sus verbos encendidos, por sus actitudes rectas, por su trabajo y el cumplimiento del deber para el que fueron elegidos. Era el Congreso de la República.

Que también había corrupción, sí, soterrada y no es que la defienda, sino que no había los escándalos de hoy, ni la proliferación de actos corruptos. Desde el principio de los tiempos ha pululado la deshonestidad, a tal punto que me veo precisada a repetir una frase que me llama la atención y la he escrito varias veces, la dijo un político, algunos me cuentan que fue de Laureano Gómez: “Me asomé a la conciencia de un hombre honrado y era horrible”

Las triquiñuelas, los favores pagados, la venta de conciencia y de votos, los robos maquillados, en fin el actuar deshonesto pareciera que nació con el hombre, pero en su crecimiento y en la permisividad de la sociedad ha hecho carrera y ya no nos asombra ningún robo, soborno y todas las modalidades de corrupción.

Los hombres que iban al Congreso, elegidos por el pueblo, se sentían orgullosos de su dignidad, eran caballerosos, eran unos señores, sus actitudes, si no lo eran, parecían limpias y cuando llegaron las primeras mujeres, también elegidas, eran respetadas, aunque no estuvieran de acuerdo con sus ideas, sus proyectos, su condición femenina.

Hoy es diferente. No es ningún orgullo ser congresista, aunque haya señores ‘honrados’, pero son tan pocos que se pierden dentro del grupo más grande de los corruptos, y ya uno se ha ido acostumbrando a conocer los escándalos y saber quiénes son sus protagonistas, pero asistir a un espectáculo como el que protagonizó un “padre de la patria” en el hemiciclo antes sagrado, nos llena de vergüenza. El senador Alfredo Ramos insultó a Claudia López y remató recordándole la madre. Y no es que la senadora López sea muy elegante: es gritona y mal hablada. Se debatía el proyecto del sometimiento de las bacrim y se formó la tremolina, Ramos con micrófono apagado le lanzó la ofensa, por la que hace muchos años se mataban los hombres.

Ambos actuaron mal, al senador Ramos se le olvidó la caballerosidad y a la senadora aquello de que “la mujer del César no solo debe ser honesta (léase una dama) sino demostrarlo”.