Aunque resulte redundante, es necesario decirlo una y otra vez, machacar hasta el cansancio ese principio que establece que el ejercicio periodístico, en todas sus formas, tiene y debe desarrollarse bajo estricta responsabilidad social. En esta fecha especial del Día del Periodista es oportuno volver a llamar la atención sobre el papel que deben cumplir […]
Aunque resulte redundante, es necesario decirlo una y otra vez, machacar hasta el cansancio ese principio que establece que el ejercicio periodístico, en todas sus formas, tiene y debe desarrollarse bajo estricta responsabilidad social.
En esta fecha especial del Día del Periodista es oportuno volver a llamar la atención sobre el papel que deben cumplir quienes tienen la misión de informar, oficio que requiere de una enorme responsabilidad si se tiene en cuenta que una sociedad bien informada permite garantizar el equilibrio requerido para conservar el orden social y propiciar procesos de desarrollo humano.
Es redundante volverlo a expresar porque ya se ha dicho en demasía y porque además es una auténtica perogrullada afirmar que la responsabilidad social es algo intrínseco al quehacer periodístico. No obstante, esa es una máxima que hoy más que nunca debe recobrar toda su fuerza, toda su esencia frente a las exigencias del mundo moderno, donde el periodista, a pesar de la aparición de las redes sociales, tendrá que mantener su vigencia como instrumento determinador de las rutas que conducen a la búsqueda constante de la verdad o por lo menos de la aproximación a la realidad de los hechos y acontecimientos del diario vivir.
De forma acertada lo dijo el periodista y conferencista Iván Alejandro Duarte Torrejano – cofundador del diario El Pilón- “El periodista es el historiador del momento, tanto que antiguamente los estudiantes iban a las bibliotecas a consultar los archivos periodísticos” y por ende la historia no puede registrarse con errores, es por ello que se requiere un periodista integral desde el punto de vista académico e intelectual, capaz de hacer la interpretación correcta de la sociedad y de su entorno y de esta forma configurar de manera precisa el mensaje que necesita enviar y que debe ser el mismo que sus receptores anhelan recibir, la verdad y sólo la verdad.
En otras épocas no tan lejanas, los periodistas eran mirados y considerados unos personajes muy cultos y revestidos de cierta humildad, prudencia y una buena dosis de ponderación, eso tenía una gran connotación en la ciudadanía, tal parece que esa investidura se ha ido perdiendo, aunque es meritorio decir que aún los hay pero la tendencia general de la nueva ola tiende a relegarlos.
Es pertinente el análisis que acaba de hacer, en el diario El Tiempo, el caricaturista y columnista Vladdo, quien invita a “reflexionar acerca de lo que en los medios se hace bien, mal y regular”, tras afirmar que “de un tiempo acá, la prensa, que gozaba de un gran prestigio entre la opinión pública, ha visto cómo esa confianza se ha venido derrumbando de manera paulatina”.
Tal aseveración no es caprichosa y amerita que el periodismo actual se haga una revisión minuciosa, una introspección profunda en cuanto a qué tanta incidencia sigue teniendo éste ante la opinión pública o si en efecto las redes sociales han ganado el terreno suficiente como para llegar a pensar que podrían desplazarlo.
Es cierto que el efecto de la globalización obliga a replantear muchos aspectos del quehacer periodístico, pero también es una verdad contundente que en materia de credibilidad, profundidad y responsabilidad social éste le lleva años luz de ventaja a las redes sociales. Toca redundar sobre lo necesario, por ahí es la cosa.
Aunque resulte redundante, es necesario decirlo una y otra vez, machacar hasta el cansancio ese principio que establece que el ejercicio periodístico, en todas sus formas, tiene y debe desarrollarse bajo estricta responsabilidad social. En esta fecha especial del Día del Periodista es oportuno volver a llamar la atención sobre el papel que deben cumplir […]
Aunque resulte redundante, es necesario decirlo una y otra vez, machacar hasta el cansancio ese principio que establece que el ejercicio periodístico, en todas sus formas, tiene y debe desarrollarse bajo estricta responsabilidad social.
En esta fecha especial del Día del Periodista es oportuno volver a llamar la atención sobre el papel que deben cumplir quienes tienen la misión de informar, oficio que requiere de una enorme responsabilidad si se tiene en cuenta que una sociedad bien informada permite garantizar el equilibrio requerido para conservar el orden social y propiciar procesos de desarrollo humano.
Es redundante volverlo a expresar porque ya se ha dicho en demasía y porque además es una auténtica perogrullada afirmar que la responsabilidad social es algo intrínseco al quehacer periodístico. No obstante, esa es una máxima que hoy más que nunca debe recobrar toda su fuerza, toda su esencia frente a las exigencias del mundo moderno, donde el periodista, a pesar de la aparición de las redes sociales, tendrá que mantener su vigencia como instrumento determinador de las rutas que conducen a la búsqueda constante de la verdad o por lo menos de la aproximación a la realidad de los hechos y acontecimientos del diario vivir.
De forma acertada lo dijo el periodista y conferencista Iván Alejandro Duarte Torrejano – cofundador del diario El Pilón- “El periodista es el historiador del momento, tanto que antiguamente los estudiantes iban a las bibliotecas a consultar los archivos periodísticos” y por ende la historia no puede registrarse con errores, es por ello que se requiere un periodista integral desde el punto de vista académico e intelectual, capaz de hacer la interpretación correcta de la sociedad y de su entorno y de esta forma configurar de manera precisa el mensaje que necesita enviar y que debe ser el mismo que sus receptores anhelan recibir, la verdad y sólo la verdad.
En otras épocas no tan lejanas, los periodistas eran mirados y considerados unos personajes muy cultos y revestidos de cierta humildad, prudencia y una buena dosis de ponderación, eso tenía una gran connotación en la ciudadanía, tal parece que esa investidura se ha ido perdiendo, aunque es meritorio decir que aún los hay pero la tendencia general de la nueva ola tiende a relegarlos.
Es pertinente el análisis que acaba de hacer, en el diario El Tiempo, el caricaturista y columnista Vladdo, quien invita a “reflexionar acerca de lo que en los medios se hace bien, mal y regular”, tras afirmar que “de un tiempo acá, la prensa, que gozaba de un gran prestigio entre la opinión pública, ha visto cómo esa confianza se ha venido derrumbando de manera paulatina”.
Tal aseveración no es caprichosa y amerita que el periodismo actual se haga una revisión minuciosa, una introspección profunda en cuanto a qué tanta incidencia sigue teniendo éste ante la opinión pública o si en efecto las redes sociales han ganado el terreno suficiente como para llegar a pensar que podrían desplazarlo.
Es cierto que el efecto de la globalización obliga a replantear muchos aspectos del quehacer periodístico, pero también es una verdad contundente que en materia de credibilidad, profundidad y responsabilidad social éste le lleva años luz de ventaja a las redes sociales. Toca redundar sobre lo necesario, por ahí es la cosa.