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Columnista - 27 diciembre, 2024

TLC Con Estados Unidos, 12 años después

Claramente, esta teoría no fue tenida en cuenta por los burócratas gremiales y jefes de la cartera de Industria, Comercio y Turismo (MinCIT), responsables de poner en marcha el Tratado de Libre Comercio -TLC- entre Colombia y Estados Unidos.

Boton Wpp

Cuando el premio Nobel de Economía Milton Friedman dijo: “Copien lo que los países ricos hicieron para hacerse ricos, no copien lo que hacen ahora que ya son ricos” se refería a la teoría de la industria naciente desarrollada por los economistas Alexander Hamilton y Friedrich List, la cual sostiene que, las nuevas industrias en los países en vía de desarrollo, necesitan protección contra las presiones competitivas hasta que maduren y desarrollen economías de escala que puedan rivalizar con sus competidores. 

Claramente, esta teoría no fue tenida en cuenta por los burócratas gremiales y jefes de la cartera de Industria, Comercio y Turismo (MinCIT), responsables de poner en marcha el Tratado de Libre Comercio -TLC- entre Colombia y Estados Unidos. Por este tremendo descuido, nuestra balanza comercial con los Estados Unidos pasó de tener un superávit por encima de los 8.000 millones de dólares en 2012, a presentar un déficit de -2.106 millones de dólares en 2023, según cifras de Analdex y MinCIT. 

Los acuerdos bilaterales son para establecer autopistas de comercio de doble vía en igualdad de condiciones, para contribuir en el aumento de divisas, empleos y riqueza. Nada de eso pasó en Colombia, en 12 años de operación del TLC con los Estados Unidos. A los incautos empresarios del agro colombiano, les pintaron pajaritos en el aire con la desgravación de los aranceles y la potencial demanda de carnes, frutas y verduras en el mercado estadounidense, pero no les contaron de las barreras y normas regulatorias de admisibilidad impuestas por Animal and Plant Health Inspection Service (APHIS), la Food and Drug Administration (FDA), Environmental Protection Agency (EPA), la U.S. Customs and Border Protection (CBP) y el Food Safety and Inspection Service (FSIS), por sus siglas en inglés. 

Doce años después, aparte de las exportaciones tradicionales de café, flores, azúcar y banano, logramos poner en el mercado de los Estados Unidos -a duras penas-, algo de hierbas aromáticas, limón Tahití, filetes de tilapia, uchuvas y aguacate hass.

Mientras tanto, en el 2023, le compramos a los agricultores de los Estados Unidos más de 4.000 millones de dólares en maíz, soya, arroz, carnes, aceites y otros productos alimenticios que podríamos producir en nuestro país, si los gobiernos de Juan Manuel Santos, Iván Duque y el actual, hubiese realizado las inversiones en bienes públicos que requiere el sector agropecuario para lograr ser competitivo.

Las políticas y programas de fomento a la competitividad agro exportadora fueron un saludo a la bandera. De nada han servido los miles y miles de millones de pesos gastados en el ICA, Invima, Procolombia, Bancoldex y las carteras de Agricultura y de Comercio, para tal propósito. Lo peor del cuento es que ninguna autoridad le hizo un juicio político ni fiscal a los responsables de este mal acuerdo comercial, por el daño causado a varios sectores de la economía del país. 

Por el contrario, muchos de ellos pasaron a ocupar altos cargos en organismos bilaterales, gremios y empresas que fueron beneficiadas con dicho tratado comercial. El perverso mecanismo de “la puerta giratoria” entre lo público y privado, donde la ética de los burócratas se convierte en doble moral. 

Por: Indalecio Dangond.

Columnista
27 diciembre, 2024

TLC Con Estados Unidos, 12 años después

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Indalecio Dangond Baquero

Claramente, esta teoría no fue tenida en cuenta por los burócratas gremiales y jefes de la cartera de Industria, Comercio y Turismo (MinCIT), responsables de poner en marcha el Tratado de Libre Comercio -TLC- entre Colombia y Estados Unidos.


Cuando el premio Nobel de Economía Milton Friedman dijo: “Copien lo que los países ricos hicieron para hacerse ricos, no copien lo que hacen ahora que ya son ricos” se refería a la teoría de la industria naciente desarrollada por los economistas Alexander Hamilton y Friedrich List, la cual sostiene que, las nuevas industrias en los países en vía de desarrollo, necesitan protección contra las presiones competitivas hasta que maduren y desarrollen economías de escala que puedan rivalizar con sus competidores. 

Claramente, esta teoría no fue tenida en cuenta por los burócratas gremiales y jefes de la cartera de Industria, Comercio y Turismo (MinCIT), responsables de poner en marcha el Tratado de Libre Comercio -TLC- entre Colombia y Estados Unidos. Por este tremendo descuido, nuestra balanza comercial con los Estados Unidos pasó de tener un superávit por encima de los 8.000 millones de dólares en 2012, a presentar un déficit de -2.106 millones de dólares en 2023, según cifras de Analdex y MinCIT. 

Los acuerdos bilaterales son para establecer autopistas de comercio de doble vía en igualdad de condiciones, para contribuir en el aumento de divisas, empleos y riqueza. Nada de eso pasó en Colombia, en 12 años de operación del TLC con los Estados Unidos. A los incautos empresarios del agro colombiano, les pintaron pajaritos en el aire con la desgravación de los aranceles y la potencial demanda de carnes, frutas y verduras en el mercado estadounidense, pero no les contaron de las barreras y normas regulatorias de admisibilidad impuestas por Animal and Plant Health Inspection Service (APHIS), la Food and Drug Administration (FDA), Environmental Protection Agency (EPA), la U.S. Customs and Border Protection (CBP) y el Food Safety and Inspection Service (FSIS), por sus siglas en inglés. 

Doce años después, aparte de las exportaciones tradicionales de café, flores, azúcar y banano, logramos poner en el mercado de los Estados Unidos -a duras penas-, algo de hierbas aromáticas, limón Tahití, filetes de tilapia, uchuvas y aguacate hass.

Mientras tanto, en el 2023, le compramos a los agricultores de los Estados Unidos más de 4.000 millones de dólares en maíz, soya, arroz, carnes, aceites y otros productos alimenticios que podríamos producir en nuestro país, si los gobiernos de Juan Manuel Santos, Iván Duque y el actual, hubiese realizado las inversiones en bienes públicos que requiere el sector agropecuario para lograr ser competitivo.

Las políticas y programas de fomento a la competitividad agro exportadora fueron un saludo a la bandera. De nada han servido los miles y miles de millones de pesos gastados en el ICA, Invima, Procolombia, Bancoldex y las carteras de Agricultura y de Comercio, para tal propósito. Lo peor del cuento es que ninguna autoridad le hizo un juicio político ni fiscal a los responsables de este mal acuerdo comercial, por el daño causado a varios sectores de la economía del país. 

Por el contrario, muchos de ellos pasaron a ocupar altos cargos en organismos bilaterales, gremios y empresas que fueron beneficiadas con dicho tratado comercial. El perverso mecanismo de “la puerta giratoria” entre lo público y privado, donde la ética de los burócratas se convierte en doble moral. 

Por: Indalecio Dangond.