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Columnista - 21 abril, 2010

TLC… la batalla no ha terminado

Por: José Félix Lafaurie Rivera Presidente ejecutivo de Fedegán Bien lo decía Jacinto Benavente: “una cosa es continuar la historia y otra repetirla”. Mientras el TLC con la UE no haya sido ratificado por el Parlamento Europeo y el Congreso de Colombia, no será una realidad. Aún hay esperanza para el sector lácteo, pese a […]

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Por: José Félix Lafaurie Rivera

Presidente ejecutivo de Fedegán

Bien lo decía Jacinto Benavente: “una cosa es continuar la historia y otra repetirla”. Mientras el TLC con la UE no haya sido ratificado por el Parlamento Europeo y el Congreso de Colombia, no será una realidad. Aún hay esperanza para el sector lácteo, pese a las voces triunfalistas que dan por concluidas las negociaciones.
Sólo estas pruebas de fuego determinarán que, en el mejor de los casos, los gobiernos estampen sus rúbricas en 2012. Tiempo que servirá para hacer sentir las voces de protesta de más de 400.000 familias productoras de leche en el país, que buscan reivindicar su derecho legítimo a un trato justo y transparente, y a que sus demandas de reciprocidad sean atendidas, en este o cualquier otro acuerdo comercial, en el que esté empeñado el país.
Sabemos que reducir los aranceles o desmontar la protección en frontera bajo las actuales condiciones que afronta el sector lácteo, sin que exista reciprocidad de la contraparte, afecta sensiblemente nuestro mercado interno en beneficio de otros países. Y lo es más considerando que el acuerdo con Europa se ha concebido en términos inequitativos, que estamos ante una contraparte muy fuerte en el tema lechero –que subsidia con jugosas ayudas internas la producción y la exportación de sus bienes- y que hemos cedido un terreno enorme frente al Mercosur y más, recientemente, con Estados Unidos. Pero, además, porque este tratado se definió a espaldas de los ganaderos y del propio Ministerio de Agricultura.
Por eso, con algo de razón y mucha ironía, decía recientemente Antonio Caballero que aunque tarde aprendimos que el agua moja, al ilustrar, en una confesión demoledora de Bill Clinton ante la Comisión de Asuntos Exteriores, lo mal que le fue a los productores agrícolas de Haití y lo bien a los granjeros de Arkansas con la firma del tratado entre ambos países.
Sin embargo, soy de los que cree que si las condiciones de intercambio se dan en términos justos, el trópico es capaz de competir y obtener un saldo neto positivo, con regiones al norte o al sur de los trópicos de cáncer o Capricornio, por la simple razón de que podemos producir todo el año, en tanto que los que están por fuera de los trópicos están limitados por las estaciones.
Y mucho más en el sector ganadero por ser los semovientes malos convertidores de alimentos, lo cual supone la necesidad de consumir grandes cantidades de forrajes para trasformarlos en carne y leche y aquellos países que están por fuera de los trópicos, deben sustituir gran parte de la dieta con costosas tortas elaboradas con base en granos y otros productos.
Por eso no podemos repetir la historia. Tendremos que continuar la historia haciendo aquellas cosas que sean útiles para que nuestra economía no se resienta con los choques externos a los que estará sometida por cuenta de los tratados vigentes o en curso de ser ratificados, como es el caso de USA. Se trata de no perder empleos ni generar más pobreza. Es creciendo y mejorando bienestar para lo cual se firman.
De ahí que el Conpes, del que ha venido hablando el Gobierno, lo recibimos con satisfacción porque viene a ser parte de la agenda interna que quedó a medio camino después de firmarse el acuerdo con USA y que de entrar en vigencia, servirá para competir en términos menos desfavorables por lo evidente de las diferencias por tamaño de las economías.
Por lo pronto, aspiramos a que la leche europea no nos moje. Más bien aprovechemos estas primeras aguas de primavera para que el pasto tierno dé más leche para más colombianos.

Columnista
21 abril, 2010

TLC… la batalla no ha terminado

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

Por: José Félix Lafaurie Rivera Presidente ejecutivo de Fedegán Bien lo decía Jacinto Benavente: “una cosa es continuar la historia y otra repetirla”. Mientras el TLC con la UE no haya sido ratificado por el Parlamento Europeo y el Congreso de Colombia, no será una realidad. Aún hay esperanza para el sector lácteo, pese a […]


Por: José Félix Lafaurie Rivera

Presidente ejecutivo de Fedegán

Bien lo decía Jacinto Benavente: “una cosa es continuar la historia y otra repetirla”. Mientras el TLC con la UE no haya sido ratificado por el Parlamento Europeo y el Congreso de Colombia, no será una realidad. Aún hay esperanza para el sector lácteo, pese a las voces triunfalistas que dan por concluidas las negociaciones.
Sólo estas pruebas de fuego determinarán que, en el mejor de los casos, los gobiernos estampen sus rúbricas en 2012. Tiempo que servirá para hacer sentir las voces de protesta de más de 400.000 familias productoras de leche en el país, que buscan reivindicar su derecho legítimo a un trato justo y transparente, y a que sus demandas de reciprocidad sean atendidas, en este o cualquier otro acuerdo comercial, en el que esté empeñado el país.
Sabemos que reducir los aranceles o desmontar la protección en frontera bajo las actuales condiciones que afronta el sector lácteo, sin que exista reciprocidad de la contraparte, afecta sensiblemente nuestro mercado interno en beneficio de otros países. Y lo es más considerando que el acuerdo con Europa se ha concebido en términos inequitativos, que estamos ante una contraparte muy fuerte en el tema lechero –que subsidia con jugosas ayudas internas la producción y la exportación de sus bienes- y que hemos cedido un terreno enorme frente al Mercosur y más, recientemente, con Estados Unidos. Pero, además, porque este tratado se definió a espaldas de los ganaderos y del propio Ministerio de Agricultura.
Por eso, con algo de razón y mucha ironía, decía recientemente Antonio Caballero que aunque tarde aprendimos que el agua moja, al ilustrar, en una confesión demoledora de Bill Clinton ante la Comisión de Asuntos Exteriores, lo mal que le fue a los productores agrícolas de Haití y lo bien a los granjeros de Arkansas con la firma del tratado entre ambos países.
Sin embargo, soy de los que cree que si las condiciones de intercambio se dan en términos justos, el trópico es capaz de competir y obtener un saldo neto positivo, con regiones al norte o al sur de los trópicos de cáncer o Capricornio, por la simple razón de que podemos producir todo el año, en tanto que los que están por fuera de los trópicos están limitados por las estaciones.
Y mucho más en el sector ganadero por ser los semovientes malos convertidores de alimentos, lo cual supone la necesidad de consumir grandes cantidades de forrajes para trasformarlos en carne y leche y aquellos países que están por fuera de los trópicos, deben sustituir gran parte de la dieta con costosas tortas elaboradas con base en granos y otros productos.
Por eso no podemos repetir la historia. Tendremos que continuar la historia haciendo aquellas cosas que sean útiles para que nuestra economía no se resienta con los choques externos a los que estará sometida por cuenta de los tratados vigentes o en curso de ser ratificados, como es el caso de USA. Se trata de no perder empleos ni generar más pobreza. Es creciendo y mejorando bienestar para lo cual se firman.
De ahí que el Conpes, del que ha venido hablando el Gobierno, lo recibimos con satisfacción porque viene a ser parte de la agenda interna que quedó a medio camino después de firmarse el acuerdo con USA y que de entrar en vigencia, servirá para competir en términos menos desfavorables por lo evidente de las diferencias por tamaño de las economías.
Por lo pronto, aspiramos a que la leche europea no nos moje. Más bien aprovechemos estas primeras aguas de primavera para que el pasto tierno dé más leche para más colombianos.