Adjudicar tierra sin mercado y rentabilidad es como entregar una hoja en blanco sin lápiz. Sin tener como escribirla es nada o, es peor...
Adjudicar tierra sin mercado y rentabilidad es como entregar una hoja en blanco sin lápiz. Sin tener como escribirla es nada o, es peor: es ineficiente, ineficaz y una pésima política pública. Y entre un punto y el otro, entre la tierra, la producción y comercialización agrícola hay una cantidad de renglones que es preciso llenar con, por ejemplo, crédito, agua, insumos, vías, etc.
Y si se avecina para los próximos meses un fenómeno de El Niño que en Colombia se caracteriza por disminuir sustancialmente las lluvias, aumentar la temperatura, la evaporación del agua y un incremento de incendios forestales habrá ¡Sed en el campo!
Por eso, este año y el próximo, habrá poca agua para producir alimentos, carne y leche.
Las reformas agrarias o, para usar el término de moda, la “revolución” del agro, debe comenzar por el final, es decir por el mercado y no por adjudicar tierra en propiedad. El negocio agropecuario comienza por el final de la cadena, me reitero, por el mercado. ¿Qué se está consumiendo? ¿En qué cantidades? ¿Quién lo está comprando? ¿Es rentable? ¿Qué tipo y cantidad de tierra necesito? ¿Es preciso comprar tierra o es mejor firmar un contrato de arriendo, de cuentas en participación o un derecho real de superficie?
Es más, la tendencia de los agricultores es arrendar y no comprar. Así se ahorran mucho dinero y si les va mal, es más fácil salirse del negocio. Ejemplo hay muchos: La Fazenda explota 40 mil hectáreas pero solo es dueña del 10 por ciento; los arroceros, paperos, algodoneros y un largo etcétera, están en lo mismo. Arriendan. Lo importante es el acceso a la tierra y no la adquisición.
Actúan como los comerciantes urbanos que no compran el local sino que lo alquilan.
Pero para hacer eso hay que saber cómo funciona el mundo hoy día. Hay q aprender del futuro, ese es el faro: hay que anticiparlo, hacer prospectiva, provocarlo o prevenirlo como al fenómeno de El niño que se avecina y que, lo más seguro, es que por la sequía que se viene se disminuya las toneladas cosechadas, se incrementen los riesgos para el agricultor, escaseen los alimentos y produzca un alza en el costo de los alimentos.
La política pública debe estar siempre delante, no debe ignorar el pasado pero no debe anclarse en el pasado como parece que lo hace el gobierno de Petro que -por nostalgia o por ideología- quiere traer de vuelta el siglo XX con políticas públicas desuetas que hoy son disfuncionales y no encajan porque el mundo cambió.
Así pues, las reformas son necesarias pero el enfoque es el equivocado.
«Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá» dijo Macmillan, primer ministro del Reino Unido en 1957. Pareciese que el gobierno lo usa como sofá porque se acomoda en el pasado y lo quiere traer de vuelta. Así pues, bienvenido el salto, pero al futuro y no al pasado.
Por Enrique Herrera
Adjudicar tierra sin mercado y rentabilidad es como entregar una hoja en blanco sin lápiz. Sin tener como escribirla es nada o, es peor...
Adjudicar tierra sin mercado y rentabilidad es como entregar una hoja en blanco sin lápiz. Sin tener como escribirla es nada o, es peor: es ineficiente, ineficaz y una pésima política pública. Y entre un punto y el otro, entre la tierra, la producción y comercialización agrícola hay una cantidad de renglones que es preciso llenar con, por ejemplo, crédito, agua, insumos, vías, etc.
Y si se avecina para los próximos meses un fenómeno de El Niño que en Colombia se caracteriza por disminuir sustancialmente las lluvias, aumentar la temperatura, la evaporación del agua y un incremento de incendios forestales habrá ¡Sed en el campo!
Por eso, este año y el próximo, habrá poca agua para producir alimentos, carne y leche.
Las reformas agrarias o, para usar el término de moda, la “revolución” del agro, debe comenzar por el final, es decir por el mercado y no por adjudicar tierra en propiedad. El negocio agropecuario comienza por el final de la cadena, me reitero, por el mercado. ¿Qué se está consumiendo? ¿En qué cantidades? ¿Quién lo está comprando? ¿Es rentable? ¿Qué tipo y cantidad de tierra necesito? ¿Es preciso comprar tierra o es mejor firmar un contrato de arriendo, de cuentas en participación o un derecho real de superficie?
Es más, la tendencia de los agricultores es arrendar y no comprar. Así se ahorran mucho dinero y si les va mal, es más fácil salirse del negocio. Ejemplo hay muchos: La Fazenda explota 40 mil hectáreas pero solo es dueña del 10 por ciento; los arroceros, paperos, algodoneros y un largo etcétera, están en lo mismo. Arriendan. Lo importante es el acceso a la tierra y no la adquisición.
Actúan como los comerciantes urbanos que no compran el local sino que lo alquilan.
Pero para hacer eso hay que saber cómo funciona el mundo hoy día. Hay q aprender del futuro, ese es el faro: hay que anticiparlo, hacer prospectiva, provocarlo o prevenirlo como al fenómeno de El niño que se avecina y que, lo más seguro, es que por la sequía que se viene se disminuya las toneladas cosechadas, se incrementen los riesgos para el agricultor, escaseen los alimentos y produzca un alza en el costo de los alimentos.
La política pública debe estar siempre delante, no debe ignorar el pasado pero no debe anclarse en el pasado como parece que lo hace el gobierno de Petro que -por nostalgia o por ideología- quiere traer de vuelta el siglo XX con políticas públicas desuetas que hoy son disfuncionales y no encajan porque el mundo cambió.
Así pues, las reformas son necesarias pero el enfoque es el equivocado.
«Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá» dijo Macmillan, primer ministro del Reino Unido en 1957. Pareciese que el gobierno lo usa como sofá porque se acomoda en el pasado y lo quiere traer de vuelta. Así pues, bienvenido el salto, pero al futuro y no al pasado.
Por Enrique Herrera