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Columnista - 26 enero, 2019

Terrorismo y política

Dicen que enero es el mes más triste del año. Y el segundo o tercer lunes de enero son de los días más tristes; así lo sostienen algunos estudios de sicología. Algo de fundamento tendrán esos estudios: en enero ya pasaron las fiestas, la gente regresa a su rutina de trabajo o estudio, no hay plata, se gastó en la euforia de diciembre, aún hay guayabo, y así sucesivamente…

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Dicen que enero es el mes más triste del año. Y el segundo o tercer lunes de enero son de los días más tristes; así lo sostienen algunos estudios de sicología. Algo de fundamento tendrán esos estudios: en enero ya pasaron las fiestas, la gente regresa a su rutina de trabajo o estudio, no hay plata, se gastó en la euforia de diciembre, aún hay guayabo, y así sucesivamente…
Para Colombia, enero de 2019 será un mes lúgubre, en particular por lo ocurrido el jueves 17, cuando a las 9:30 de la mañana, un carro bomba, puesto en la Escuela de Cadetes de la Policía Nacional, al sur de Bogotá, explotó y mató a 21 personas. Las imágenes y los testimonios de los noticieros de televisión lo decían todo: desolación, desesperanza, tristeza, rabia y dolor.

La historia del país del Sagrado Corazón de Jesús, antes la Nueva Granada, luego la Confederación Granadina, después Estados Unidos de Colombia, y – desde hace más de ciento treinta años- Colombia, ha sido la crónica de una sociedad violenta; un pueblo que pocas veces ha disfrutado de momentos de paz. Gabriel García Márquez, con su creatividad y su lucidez, decía que “la paz era como la felicidad, solo nos damos cuenta de que la teníamos, cuando la volvemos a perder…”.

Que a estas alturas de la vida, una organización como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), en una mezcla de dogmatismo, irracionalidad y delirio, sin ninguna relación con los cambios que ha tenido el país y el mundo, considere legítimo poner una bomba en un sitio, a una hora en la cual lo único que había era un grupo de jóvenes con la ilusión de ser policías de su adolorida patria, es algo demencial y que no tiene ninguna justificación. Y salir a decir que es una forma de presionar unos diálogos con un gobierno que no los ha escuchado…es triste y deprimente. Increíble.

Eso, señoras y señores, se llama terrorismo, es la peor plaga del siglo XX y que seguirá en el XXI. Colombia, como nación, como país, solo encontrará un camino de paz, de construcción de trabajo, futuro y progreso, cuando se entienda que nada justifica la violencia. Ninguna ideología política, ni de derecha ni de izquierda, justifica ya el expediente de la fuerza bruta para imponer un modelo de Estado o un modelo de sociedad.

No. Señores del ELN. No señores de las bandas criminales. No señores narcotraficantes. Sencillamente, no. No es mediante la violencia la manera de hacerse oír. Ahora, señores de ELN, con lo que han hecho lo único que lograron fue aplazar por meses o años la posibilidad de buscar una salida negociada a su situación particular. Independientemente del gobierno de turno, Colombia puede seguir el siglo XXI, construyendo un país democrático, liberal y progresista, tolerante, incluyente, valga la redundancia, en el que quepamos todos. Podemos hacerlo. A pesar de lo triste, enero de 2019 será un mes para no olvidar; por el contrario, para recordar y sacar de él algunas enseñanzas, la más importante: no a la violencia, no al terrorismo.
*Asesor organizacional-Docente Universitario.

Columnista
26 enero, 2019

Terrorismo y política

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Alberto Maestre

Dicen que enero es el mes más triste del año. Y el segundo o tercer lunes de enero son de los días más tristes; así lo sostienen algunos estudios de sicología. Algo de fundamento tendrán esos estudios: en enero ya pasaron las fiestas, la gente regresa a su rutina de trabajo o estudio, no hay plata, se gastó en la euforia de diciembre, aún hay guayabo, y así sucesivamente…


Dicen que enero es el mes más triste del año. Y el segundo o tercer lunes de enero son de los días más tristes; así lo sostienen algunos estudios de sicología. Algo de fundamento tendrán esos estudios: en enero ya pasaron las fiestas, la gente regresa a su rutina de trabajo o estudio, no hay plata, se gastó en la euforia de diciembre, aún hay guayabo, y así sucesivamente…
Para Colombia, enero de 2019 será un mes lúgubre, en particular por lo ocurrido el jueves 17, cuando a las 9:30 de la mañana, un carro bomba, puesto en la Escuela de Cadetes de la Policía Nacional, al sur de Bogotá, explotó y mató a 21 personas. Las imágenes y los testimonios de los noticieros de televisión lo decían todo: desolación, desesperanza, tristeza, rabia y dolor.

La historia del país del Sagrado Corazón de Jesús, antes la Nueva Granada, luego la Confederación Granadina, después Estados Unidos de Colombia, y – desde hace más de ciento treinta años- Colombia, ha sido la crónica de una sociedad violenta; un pueblo que pocas veces ha disfrutado de momentos de paz. Gabriel García Márquez, con su creatividad y su lucidez, decía que “la paz era como la felicidad, solo nos damos cuenta de que la teníamos, cuando la volvemos a perder…”.

Que a estas alturas de la vida, una organización como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), en una mezcla de dogmatismo, irracionalidad y delirio, sin ninguna relación con los cambios que ha tenido el país y el mundo, considere legítimo poner una bomba en un sitio, a una hora en la cual lo único que había era un grupo de jóvenes con la ilusión de ser policías de su adolorida patria, es algo demencial y que no tiene ninguna justificación. Y salir a decir que es una forma de presionar unos diálogos con un gobierno que no los ha escuchado…es triste y deprimente. Increíble.

Eso, señoras y señores, se llama terrorismo, es la peor plaga del siglo XX y que seguirá en el XXI. Colombia, como nación, como país, solo encontrará un camino de paz, de construcción de trabajo, futuro y progreso, cuando se entienda que nada justifica la violencia. Ninguna ideología política, ni de derecha ni de izquierda, justifica ya el expediente de la fuerza bruta para imponer un modelo de Estado o un modelo de sociedad.

No. Señores del ELN. No señores de las bandas criminales. No señores narcotraficantes. Sencillamente, no. No es mediante la violencia la manera de hacerse oír. Ahora, señores de ELN, con lo que han hecho lo único que lograron fue aplazar por meses o años la posibilidad de buscar una salida negociada a su situación particular. Independientemente del gobierno de turno, Colombia puede seguir el siglo XXI, construyendo un país democrático, liberal y progresista, tolerante, incluyente, valga la redundancia, en el que quepamos todos. Podemos hacerlo. A pesar de lo triste, enero de 2019 será un mes para no olvidar; por el contrario, para recordar y sacar de él algunas enseñanzas, la más importante: no a la violencia, no al terrorismo.
*Asesor organizacional-Docente Universitario.