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Columnista - 2 abril, 2024

¿Tecnócratas o activistas?

Según informes de la CEPAL, del año anterior, la deuda externa pública de los países de América Latina y el Caribe equivale al 49,8 % del PIB. La de Colombia está tasada en 53.7 %, es decir, 196.360 millones de dólares. Deuda impagable, decía Fidel Castro en los 80 (por lo que proponía la creación […]

Según informes de la CEPAL, del año anterior, la deuda externa pública de los países de América Latina y el Caribe equivale al 49,8 % del PIB. La de Colombia está tasada en 53.7 %, es decir, 196.360 millones de dólares. Deuda impagable, decía Fidel Castro en los 80 (por lo que proponía la creación de un Nuevo Orden Mundial que incluyera la condonación de esa acreencia al mundo desarrollado, porque el capital ya había sido pagado con creces solo con los intereses) que carga el Tercer mundo, de la que hoy poco se habla, pero por la que seguimos pagando intereses anuales que copan hasta el 50 % del presupuesto de muchas de estas naciones.

   Que el mundo “en vías de desarrollo” se encuentre endeudado hasta el cogote con la banca multilateral no sería problema si los objetivos de ese drenaje de recursos económicos, provenientes de los países ricos, se hubieran cumplido: llevarle saneamiento básico y servicios de infraestructura a las comunidades más necesitadas de los países que escucharon este canto de sirenas y se extendieron en la asunción de créditos del mundo desarrollado. 

   La realidad, dura y cruda de aquello, no puede ser más dramática: las comunidades objetivo siguen viviendo en la prehistoria, en lo que a servicios se refiere; el mundo desarrollado ya no solo seguiría explotando para su beneficio las riquezas de los deudores, sino que los convirtió también en exportadores de capitales; a las comunidades se les puso a pagar deudas por algo que no reciben, o reciben mal y, lo más criminal, decía Castro: una minorías tecnocráticas, incrustadas en el poder, se alzaron e hicieron ricos con multimillonarios recursos saqueados a los entes territoriales y al presupuesto nacional que eran para resolver lo contemplado en la justificación de esos préstamos.

   En el Cesar, gracias a aquella bonanza, y por haber tenido en organismos descentralizados del orden nacional más a activistas que a tecnócratas, se vio algo, positivamente, de la función de la plata obtenida mediante créditos externos de la Nación. Agua potable, luz, caminos veredales y algo de alcantarillado alcanzaron a tener las comunidades rurales o barriales antes de que la politiquería, la ineficiencia y la corrupción llegara a hacer su agosto.

   La joya de la corona en Valledupar comenzó con la creación de Insfopal, en 1969, de donde sucedería Emdupar, constituida en 1989: Acueducto, Alcantarillado Sanitario y Plan de Desarrollo Institucional fue su norte.  El alcance del plan maestro de acueducto sería la realización de las inversiones necesarias formulados para mejorar y optimizar el tratamiento de agua, la conducción y la distribución del agua potable en la ciudad de Valledupar. 

Tuvo sus glorias Valledupar con su empresa insignia, de la que hoy un reducido grupo de sus habitantes conoce su presente pero una gran mayoría desconoce, y teme, su futuro, porque a las miserias a las que ha quedado reducido su principal fuente hídrica, el mal servicio y su manejo, avizora crisis.

   La semana anterior, mediante una carta intimidatoria, los “activistas”, que parece se quedarán con la empresa, nos amenazan a todos, incluso a los que pagamos mes a mes la factura.

¿Será otro frente de guerra para los usuarios, que se abre, igual que Afinia?

Pedro Perales Téllez

Columnista
2 abril, 2024

¿Tecnócratas o activistas?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Pedro Perales Téllez

Según informes de la CEPAL, del año anterior, la deuda externa pública de los países de América Latina y el Caribe equivale al 49,8 % del PIB. La de Colombia está tasada en 53.7 %, es decir, 196.360 millones de dólares. Deuda impagable, decía Fidel Castro en los 80 (por lo que proponía la creación […]


Según informes de la CEPAL, del año anterior, la deuda externa pública de los países de América Latina y el Caribe equivale al 49,8 % del PIB. La de Colombia está tasada en 53.7 %, es decir, 196.360 millones de dólares. Deuda impagable, decía Fidel Castro en los 80 (por lo que proponía la creación de un Nuevo Orden Mundial que incluyera la condonación de esa acreencia al mundo desarrollado, porque el capital ya había sido pagado con creces solo con los intereses) que carga el Tercer mundo, de la que hoy poco se habla, pero por la que seguimos pagando intereses anuales que copan hasta el 50 % del presupuesto de muchas de estas naciones.

   Que el mundo “en vías de desarrollo” se encuentre endeudado hasta el cogote con la banca multilateral no sería problema si los objetivos de ese drenaje de recursos económicos, provenientes de los países ricos, se hubieran cumplido: llevarle saneamiento básico y servicios de infraestructura a las comunidades más necesitadas de los países que escucharon este canto de sirenas y se extendieron en la asunción de créditos del mundo desarrollado. 

   La realidad, dura y cruda de aquello, no puede ser más dramática: las comunidades objetivo siguen viviendo en la prehistoria, en lo que a servicios se refiere; el mundo desarrollado ya no solo seguiría explotando para su beneficio las riquezas de los deudores, sino que los convirtió también en exportadores de capitales; a las comunidades se les puso a pagar deudas por algo que no reciben, o reciben mal y, lo más criminal, decía Castro: una minorías tecnocráticas, incrustadas en el poder, se alzaron e hicieron ricos con multimillonarios recursos saqueados a los entes territoriales y al presupuesto nacional que eran para resolver lo contemplado en la justificación de esos préstamos.

   En el Cesar, gracias a aquella bonanza, y por haber tenido en organismos descentralizados del orden nacional más a activistas que a tecnócratas, se vio algo, positivamente, de la función de la plata obtenida mediante créditos externos de la Nación. Agua potable, luz, caminos veredales y algo de alcantarillado alcanzaron a tener las comunidades rurales o barriales antes de que la politiquería, la ineficiencia y la corrupción llegara a hacer su agosto.

   La joya de la corona en Valledupar comenzó con la creación de Insfopal, en 1969, de donde sucedería Emdupar, constituida en 1989: Acueducto, Alcantarillado Sanitario y Plan de Desarrollo Institucional fue su norte.  El alcance del plan maestro de acueducto sería la realización de las inversiones necesarias formulados para mejorar y optimizar el tratamiento de agua, la conducción y la distribución del agua potable en la ciudad de Valledupar. 

Tuvo sus glorias Valledupar con su empresa insignia, de la que hoy un reducido grupo de sus habitantes conoce su presente pero una gran mayoría desconoce, y teme, su futuro, porque a las miserias a las que ha quedado reducido su principal fuente hídrica, el mal servicio y su manejo, avizora crisis.

   La semana anterior, mediante una carta intimidatoria, los “activistas”, que parece se quedarán con la empresa, nos amenazan a todos, incluso a los que pagamos mes a mes la factura.

¿Será otro frente de guerra para los usuarios, que se abre, igual que Afinia?

Pedro Perales Téllez