Desde sus inicios, con el concilio de Nicea (siglo IV), el cristianismo fue cooptado por una élite político-religiosa que impulsó intereses diferentes a los que Jesús el nazareno predicaba. Los contenidos de la Biblia, durante mil años, toda la edad media, solo los podían leer los clérigos, como si algo faltara; parece que se necesitara una acomodación de textos.