El Evangelio que se lee en la Misa de hoy (Lucas 16, 19-31) nos cuenta una historia: la historia de un rico desalmado y de un sufrido pobre.
El horario de atención al público en los bancos de la ciudad debe adaptarse a los criterios coherentes de eficiencia y calidad de servicio. Ese estricto y milimétrico sometimiento a las agujas del reloj, que obliga a los vigilantes a cerrar las puertas a las 11:30 a.m. y las 4:30 p.m., les niega a muchos clientes el derecho a ser atendido por llegar después de 30 segundos.